• ¿Cuál es tu plan de respaldo?

    “Voy a apostarlo todo, y a quedarme sin una red de emergencia. Porque solo así me obligaré a mí mismo a hacer las cosas bien.”

    De acuerdo con ese pensamiento cuando se trata de aprender a andar en bicicleta. Un raspón, te levantas, y listo.

    Pero, ¿lo quieres aplicar para cosas más trascendentales? ¿Y aparte, sabiendo que tienes personas que dependen de ti?

    ¿Por qué te pondrías tú mismo en una situación tan complicada?

    Deja de intentar ser el héroe; de glorificar el sacrificio. De ignorar voluntariamente los riesgos a los que te estás exponiendo, confiando en que “seguramente va a salir bien.”

    Apuesta por tu emprendimiento, pero no descuides las habilidades que te podrían conseguir un empleo si algo sale mal.

    Ahorra.

    Diversifica tus ingresos.

    Haz las cosas bien.

    Porque te lo prometo: a nadie le va a importar que hayas vencido todas las adversidades.

    Pero sí nos va a importar que estés bien.

  • Poco a poco

    “El bienestar se logra de a pasos pequeños, pero no es poca cosa.” Eso es lo que dijo Zeno, fundador de la escuela estoica, y lo mismo aplica para otros aspectos de nuestra vida.

    Una carrera se construye una decisión a la vez. Una relación se nutre momento a momento. A una meta se llega paso por paso.

    Poco a poco.

    Con paciencia.

    Porque en cada situación, por más extenuante que sea, debemos tener el temple y temperamento para dejar que las cosas sucedan a un ritmo sostenible.

    En 1945, F. D. Roosevelt expresó su deseo de que la conferencia de Yalta no durara más de 4 o 5 días. Churchill respondió: “No veo modo de que nuestros deseos de organizar al mundo se cumplan en 4 o 5 días. Hasta el Altísimo se tomó 7.”

    Claramente, no todos estamos buscando resolver un conflicto mundial.

    Pero a final de cuentas, como dicen, “cada cabeza es un mundo”.

  • Limita tus opciones

    Crecimos con la idea de que una de las mejores cosas que podríamos hacer es buscar tener el mayor número de opciones disponibles. “Por si algo pasa.”

    Nadie nos dijo que, al aumentar nuestras opciones, también aumentan nuestros puntos de comparación.

    En nuestra búsqueda de querer siempre lo mejor —para nosotros, nuestra familia, las personas que nos importan— terminamos siendo infelices. Porque mientras más puntos de comparación tenemos, más defectos le encontramos a lo que sí logramos.

    En The Paradox of Choice, Barry Schwartz argumenta que el exceso de opciones puede llevar a la parálisis en la toma de decisiones y a una menor satisfacción con lo que elegimos. En otras palabras, quienes tienen más opciones terminan siendo más infelices. Esto refleja lo que alguna vez dijo Theodore Roosevelt: “La comparación es el ladrón de la felicidad.”

    Esto no significa que debamos renunciar a nuestras aspiraciones o deseos. Ese extremo tampoco es sostenible.

    El equilibrio, según Schwartz, está en aprender a estar contentos con lo “suficientemente bueno” y dejar de perseguir siempre “lo mejor.”

    Reflexiona: ¿Qué aspecto de tu vida te está causando frustración, estrés, o infelicidad porque estás buscando “lo mejor,” cuando ya tienes algo suficientemente bueno? ¿Cómo cambiaría tu perspectiva si aprendieras a valorar lo que ya tienes?

  • Tienes que ser parte del proceso

    Si tienes grandes aspiraciones, no puedes esperar que las cosas sucedan como por arte de magia.

    Si quieres llegar a la cima, tienes que poder mostrar el desgaste en tus manos, rodillas, codos.

    Porque el llegar es un instante; se termina antes de lo que puedes disfrutarlo. Pero el proceso — es arduo, difícil, y también satisfactorio.

    Las cicatrices y aprendizajes se quedan contigo cuando el momento ya desvanece.

    Y recuerda: tú decidiste estar aquí. Tú decidiste comprometerte. Nadie te obligó. ¿Por qué le huirías a la parte más emocionante de crecer, que es cometer errores?

    No. No le huyes.

    Abrazas las dificultades, y las transformas en aprendizajes.

    Porque eres parte del proceso.

  • ¿Qué tan adaptable eres?

    Todos tenemos cosas que queremos lograr en nuestra vida, en nuestra carrera. Ideales a los que aspiramos, y metas por cumplir.

    A veces tenemos tantas ganas de hacerlo que perdemos la perspectiva. Y nos clavamos tanto en nuestra visión de cómo “deberían” de ser las cosas, que comenzamos a tomar decisiones que nos alejan de lo que queremos hacer.

    La pregunta es, ¿qué tan adaptable eres?

    Hay muchas maneras de verlo: Tony Robbins dice que “tienes que comprometerte con tus decisiones, pero ser flexible con cómo las ejecutas”. “Firme con tus objetivos, pero flexible con tus circunstancias,” es otra frase que se me viene a la mente.

    “Planear es todo, pero los planes no sirven de nada”, dijo Eisenhower.

    “Estudia el camino, pero prepárate para desviarte.”

    Porque todos tenemos ideas de cómo deberían de ser las cosas. Sin embargo, rara vez van a encajar en la realidad sin concesiones.

    Recuerda: “strong opinions, loosely held.”

  • Primero explícalo, luego resuélvelo

    En las últimas semanas, he estado explorando una nueva técnica de productividad.

    Nueva para mí, por lo menos.

    Cuando te la cuente, vas a pensar que estoy bromeando de lo simple y obvia que es.

    Pero aquí va: primero explica el problema, antes de intentar resolverlo.

    Así de simple.

    Gracias a mis ejercicios de Morning Pages, me he dado cuenta de que las cosas son más simples cuando te tomas el tiempo de explicarlas.

    Que por lo menos el 50 % del peso de un proyecto, viene de la ambigüedad de las cosas que no están definidas.

    Charles Kettering lo dijo bien: “Un problema bien explicado, es un problema resuelto a la mitad.”

    De manera práctica: ¿cómo se ha visto esto en mi día a día? Simple: anotar en mi lista de cosas por hacer hasta la acción más pequeña, por más insignificante, que me ayudará a “agarrar vuelo” para resolver el problema.

    En mis proyectos de OmniFocus, encontrarás tareas como “crear un nuevo documento”, “leer el mensaje de Slack”, “encontrar un espacio en el calendario”.

    Estas tareas sirven para bajar la barrera de entrada para comenzar el proyecto. He encontrado que muchas veces, lo que quiero hacer únicamente se siente más complicado, pero no lo es. Y no es hasta que destilo el proyecto en tareas atómicas —tan simples como “abre una nueva pestaña de Chrome”— que genero el momentum necesario para terminar el proyecto.

    Así que el consejo de hoy es: primero explícalo, luego resuélvelo.

    Genera ese momentum.

  • No seas un pasajero

    Si de verdad te gustaría vivir esa vida que tanto sueñas, necesitas de dejar que las cosas simplemente sucedan.

    Porque mientras es sencillo “dejarse ir con la corriente”, y rezar para que el mundo esté de tu lado, no te estás haciendo ningún favor.

    Hay un adagio que dice, “como haces una cosa es como haces todas.”

    Si te acostumbras a decir mentiras pequeñas, no te va a costar trabajo decir mentiras grandes.

    Si haces las cosas que no son importantes “al ahí se va”, también vas a hacerlo así cuando se traten de cosas que realmente importan.

    Sucede lo mismo con tu capacidad de tomar decisiones que influencian tu vida. Si no eres capaz de tomar decisiones pequeñas, ¿por qué creerías que vas a poder hacerlo con decisiones grandes?

    El músculo de tomar decisiones es uno que se tiene que ejercitar. Y como cualquier otro músculo, el proceso va a doler — al principio. Después será parte de tu naturaleza. De quien eres.

    Cancela esa junta a la que no quieres ir. Organiza tu calendario para que haga sentido con tus prioridades. Manda ese correo que estás seguro de que no te contestarán, pero que en el fondo esperas que sí lo hagan.

    Necesitas comenzar a ejercer tu sentido de agencia. Comenzando por decisiones pequeñas. Porque cuando se trate de cosas más grandes, lo vas a necesitar.

    Apuesta por ti. Cree en ti. Y falla, ahorita que puedes.

  • Hay dos formas de ver las cosas

    Una es a través de los resultados, y otra es a través de la experiencia.

    Cuando juzgas las situaciones en las que te involucras por sus resultados, te pones a merced de factores externos. Por más que hayas hecho un esfuerzo sobrehumano, de ninguna manera tienes el control de todo.

    John Muir lo expresó de manera elocuente: “cuando intentamos tomar algo por sí solo, lo encontramos atado a todo lo demás en el universo.”

    Pero si buscas aprender de la experiencia, y ves el resultado como un efecto secundario, no hay manera de que salgas perdiendo. Independientemente de si fallas o aciertas, hay algo de la experiencia propia que puedes tomar.

    Una parte importantísima de crear una carrera sostenible es buscar aprender de las experiencias, más que de los resultados.

    Porque los resultados no dependen de nosotros. No los controlamos.

    Lo que sí controlamos es cómo ejecutamos.

  • Tienes todo el tiempo del mundo

    “Muchas personas sobreestiman lo que pueden hacer en un año, y subestiman lo que pueden hacer en 10,” dijo Bill Gates.

    Pasamos nuestros días adquiriendo compromisos como si tuviéramos únicamente un año para cumplir todas nuestras metas.

    Vamos agregando responsabilidades, expectativas, tiempo. Como si fueran recursos renovables y de capacidad infinita.

    Pero no. Todo tiene un límite. Cuánta presión podemos ejercer sobre nosotros antes de rompernos; cuántas expectativas podemos asumir antes de inevitablemente quedar mal con alguna; 24 horas al día, de las cuales un tercio pasamos dormidos.

    Las personas con grandes aspiraciones queremos comernos el mundo de un solo bocado. Y terminamos atragantándonos.

    Derek Sivers lo pone en perspectiva. Dice, “si tomamos en cuenta el promedio de vida actual de las personas, alguien que empieza a trabajar en sus veintes, va a tener 60 años para trabajar. Eso son 6 carreras de 10 años cada una.”

    Tienes tiempo. Bájale al sentido de urgencia.

  • Una cosa a la vez

    Si sientes que no estás avanzando, que no estás haciendo el progreso que deberías hacer, probablemente es porque estás queriendo hacer muchas cosas a la vez.

    Y, como decía mi abuela, “el que mucho abarca, poco aprieta”.

    Durante las últimas semanas he sido víctima de esto. Y es extremadamente frustrante.

    ¿Por qué me siento tan cansado de hacer tantas cosas, y al mismo tiempo siento que no hice nada?

    La atención es un recurso invaluable.

    Todas las empresas de internet lo saben: Instagram, YouTube, Netflix… todas tienen expertos refinando algoritmos diseñados para captar cada vez más de tu atención.

    Hoy, más que nunca, necesitas proteger tu atención. Utilizando herramientas que te ayuden a mantener el enfoque en lo que realmente importa.

    Apaga las notificaciones. Cierra Slack. Usa SelfControl.app para bloquear el acceso a los sitios que te distraen. Usa los enfoques de OmniFocus.

    Atención es dinero. Atención es poder.

    Focus.

  • Únicamente lo que te corresponde

    Las personas que quieren lograr cosas grandes tienden a adjudicarse cosas que no les corresponden.

    Responsabilidades. Influencias. Logros.

    Estas personas son las que deberían de estar más conscientes de dónde están sus límites, como he escrito antes.

    Por más que quieras conquistar el mundo, vencer tus miedos, llegar a la cima de los negocios o tu carrera, no puedes darte el lujo de sacrificar tu salud mental y emocional.

    ¿De qué sirve ser el mejor en algo si no vas a poder disfrutarlo por lo quemado que estás?

    Por eso vale más la pena buscar la sostenibilidad, y enfocarte únicamente en lo que realmente es importante para ti.

    De todos los pendientes que traes; de todas las responsabilidades que tienes, ¿cuáles son las esenciales? ¿Y de cuáles puedes prescindir para encontrar un ritmo más sostenible?

  • Siempre ten algo en el horizonte

    ¿De dónde sacas la motivación para seguir cuando las cosas se ponen difíciles?

    Porque inevitablemente va a pasar. Rara vez el mundo juega a nuestro favor; y cuando lo hace, no dura mucho.

    Eventualmente, vas a querer tirar la toalla.

    Esto es completamente normal. No nos gusta sentirnos incómodos. Y a pesar de que creo que es una competencia que debemos de desarrollar — aprender a estar cómodos en la incomodidad —, sabemos que no es fácil.

    Pero no puedes renunciar cada vez que las cosas se ponen difíciles. Ya no, porque ya no tienes el carácter de un adolescente. Ya no, porque ahora tienes responsabilidades: una familia, personas que dependen de ti. Una renta qué pagar, alimentos qué poner en la mesa.

    No puedes simplemente renunciar.

    Y es momento de poner las cosas en perspectiva.

    ¿Por qué vale la pena hacer eso que no quieres, o que sientes que no puedes hacer?

    Porque hay algo más allá del dinero que vas a recibir al final de mes. Por la seguridad que le vas a dar a los tuyos, por las oportunidades que vas a poder generar. Por ese viaje que vas a hacer. Por esa meta a la que quieres llegar.

    Ver tu empleo como una meta no es sostenible. ¿Qué pasa si te corren?

    Pero verlo como un medio para hacer algo más grande, hace que valga la pena.

  • El balance entre vida, trabajo, y tú

    ¿Trabajas para vivir, o vives para trabajar?

    Esa frase se usa mucho cuando se habla justamente del balance entre vida y trabajo. Y creo que está bien intencionada.

    “Vida y trabajo”, sin embargo, son universos completos que estás sosteniendo. Uno con cada mano.

    ¿Y tú donde quedas?

    Mantener un balance entre vida y trabajo es importante. Sí. Pero, ¿y tú?

    La idea del “balance” es que ambos elementos pesen lo mismo.

    Si no eres tu trabajo, ¿eres tu vida?

    Y si eres tu vida, ¿por qué no podrías ser tu trabajo?

    ¿Por qué favorecerías más uno que otro? ¿Dónde está el balance, entonces?

    Que tengas excelente inicio de semana.

  • Un día en la vida de un Engineering Manager

    El despertador suena a las 5:30 de la mañana. Es lunes.

    Me levanto y me aseo, me dirijo a la sala para sentarme a escribir mis Morning Pages y enviar mi correo diario. A las 6:45 saco al perro, caminamos un poco más de 30 minutos por lo regular. Regreso para desayunar con mi novia, y después me baño y arreglo para ir a trabajar.

    Aunque trabajo de manera remota, y podría trabajar desde casa, cuando nos mudamos a Guadalajara decidí rentar un espacio privado en un coworking.

    A las 8:45 salgo camino a mi oficina. Regularmente, uso la bicicleta, pero últimamente me estoy llevando el auto por si llueve.

    Son las 9 am, y ya estoy instalado en mi espacio de trabajo. Abro Slack, y comparto mi mensaje de buenos días con mi equipo y mis colegas.

    Estoy listo para trabajar.

    9 am: La primera llamada de la semana

    En la llamada estamos los managers y los ingenieros más senior del grupo, además de nuestro director, quien lleva la agenda.

    Es parte de nuestra rutina tener esta llamada todos los lunes. Aquí, nos aseguramos de que estamos en sintonía sobre qué es lo que tenemos que lograr durante los siguientes 5 días. Revisamos quién va a estar fuera, así como si hay algún nuevo mensaje que deberíamos de bajar a nuestros respectivos equipos.

    10 am: 1on1s

    Son las 10 am.

    Los lunes, además de las llamadas de rutina con el equipo completo, priorizo llamadas 1on1 con dos de los miembros más senior de mi equipo. Cada una de ellas dura entre 30 y 45 minutos.

    Aprovechamos para platicar más en profundidad de los proyectos que tenemos entre manos, de las metas a las que nos comprometimos, y de oportunidades que podemos encontrar para el equipo y nuestras iniciativas.

    Una parte integral de estas llamadas, es que me comparten sus preocupaciones y observaciones generales de cómo estamos haciendo las cosas. Siendo las personas más senior del equipo, sus opiniones y observaciones son altamente matizadas, y me ayudan a entender más “a nivel cancha” qué es lo que está pasando — tanto dentro del equipo, como fuera.

    Estas llamadas también son una gran oportunidad de estrechar los lazos de confianza entre nosotros. Esto es clave para mantener una relación sana.

    11 am: Hora de hablar con el equipo completo

    El reloj marca un poco más de las 11 am, y yo estoy justamente terminando de revisar qué fue lo que sucedió durante el fin de semana. Ahora tengo una visión mucho más clara de la prioridad para los siguientes días.

    Estoy listo para tener mi llamada semanal con mi equipo completo. Abro la agenda, y comienzo a agregar los detalles de los temas de los que les quiero hablar. Vamos a abrir un nuevo puesto en el equipo, la guía de los OKRs de la compañía está disponible ya, y se está hablando de un viaje de integración a Nueva York en los próximos meses, pero aún no tengo detalles concretos.

    11 personas nos conectamos a la llamada, y comenzamos. Rompo el silencio con mi frase usual, “How’s everyone doing? Did you do anything fun over the weekend?”

    Después de 40 minutos de platicar, alinearnos y desbloquearnos mutuamente, usamos los 5 minutos restantes para compartir nuestras metas personales de la semana. En un ejercicio de responsabilidad compartida, todo el equipo vamos al Canvas de nuestro canal de Slack, y debajo de nuestro nombre compartimos los 3 o 4 objetivos que queremos lograr esta semana.

    Nos vamos desconectando conforme vamos terminando de escribir.

    12 pm: Tiempo para trabajo concentrado

    Paul Graham en su ensayo Maker’s Schedule, Manager’s Schedule hace alusión a la distinción entre el tipo de trabajo de alguien que es manager y alguien que hace cosas (¡que no quiere decir que los managers no hagamos cosas!)

    Graham correctamente menciona que los managers vivimos en incrementos de tiempo de media una hora o menos. En temporadas de trabajo pesado, me ha tocado vivir en incrementos de 15 minutos — cada bloque destinado a una llamada, o a trabajar en una tarea en particular.

    Obviamente, 15 minutos no son ni de cerca suficientes para poder hacer algo complejo. Así que una de las competencias más importantes que he tenido que aprender a desarrollar es la de romper los problemas que se me presentan en problemas más pequeños, que pueda resolver en 15 minutos o menos.

    Pero hoy no tengo llamadas durante los próximos 90 minutos. Es una de esas situaciones raras donde tengo tiempo para dedicarle atención extendida a una o más tareas. Pero primero lo primero.

    ⌘-tab me lleva a Chrome, y ⌘-T abre una nueva pestaña. Escribo mail.google y presiono enter: hora de dejar mi bandeja de entrada limpia. Al rededor de 15 mensajes necesitan ser atendidos. Conforme voy leyendo, también capturo action items en mi aplicación de tareas.

    Abro OmniFocus y organizo lo que tengo que hacer por prioridad y duración estimada, y elijo unas cuantas: tengo que leer varios documentos, hacer check-in en Slack con un par de stakeholders, y terminar de configurar unos reportes en Jira.

    Cierro Slack, y comienza la concentración.

    1:30 pm: Una última llamada antes de ir a comer

    Toca mi llamada mensual con el manager de un equipo con el que estamos colaborando de manera cercana. Es uno de mis stakeholders, es decir, uno de mis clientes — el trabajo que mi equipo hace impacta directamente el del suyo.

    Los primeros 5 minutos platicamos de qué es lo que ha sucedido en nuestras vidas personales durante el último mes. Yo me certifiqué como buzo, él se fue a acampar con su familia.

    Después vienen 25 minutos de revisar compromisos y asegurarnos de que las metas que nos pusimos todavía son realistas.

    Todo bien. “See you later!”

    2 pm: Hora de la comida

    Soy bastante afortunado de que recorro la distancia entre mi oficina y mi departamento en 5 minutos en auto o bici, y en 10 caminando.

    Procuro aprovechar esto, y voy a casa a comer.

    Pero hoy, un ingeniero de mi equipo, que también vive por la zona, vino a trabajar al mismo coworking donde está mi oficina. Así que hicimos planes para salir a comer juntos. El lugar de comida Coreana que está a un par de cuadras está bastante bueno, y los dos andamos en mood, así que caminamos hacia allá.

    A las 2:05 nos toman la orden, y a las 2:15 ya estamos comiendo. Elegí un bibim ramen con panceta.

    3-5 pm: Otra cadena de llamadas

    La compañía para la que trabajo funciona principalmente en el huso horario EST. Esto quiere decir que para cuando yo estoy regresando a mi segunda ronda de llamadas del día, muchos ya se fueron (o se están yendo) a descansar.

    Por lo regular, las llamadas que tengo después de las 3 de la tarde son con personas que también trabajan desde México, en CST.

    Hoy, son 4 1on1s con miembros de mi equipo. Tengo en la agenda 30 minutos para cada uno, pero si no hay muchas cosas de qué hablar, por lo regular en 15 minutos ya estamos desocupados.

    Tal fue el caso de la última ingeniera con la que hablé, así que a las 4:45 pm ya no tengo otro compromiso en el calendario.

    Mi rutina del final del día laboral incluye darle otra limpiada a mi inbox. Una vez que está en ceros, me puedo ir.

    Hago clic en el botón de  en la esquina superior izquierda de mi monitor, y luego en “Sleep”. La computadora de trabajo se va a dormir, y yo no volveré a pensar en trabajo hasta mañana.

    5-9 pm: Familia y hobbies

    El camino de regreso a casa me ayuda a cambiar aires. Para cuando abro la puerta de mi departamento, ya se me olvidó cualquier pendiente de mi empleo.

    Me gusta creer que trabajo para vivir, y no que vivo para trabajar. Así que es bastante importante para mí mantener un buen balance entre mi vida y empleo, priorizando la primera.

    Estoy bastante orgulloso de que por fin he desbloqueado un nivel de balance en el que, genuinamente, no pienso en mi empleo después de las 5 pm.

    Las siguientes 4 horas estarán dedicadas a atender a los perros, leer alguno de los varios libros que estoy leyendo simultáneamente, escribir, hacer de cenar, y ver uno o dos episodios de nuestra serie en turno. Ahorita estamos viendo por segunda o tercera vez Modern Family.

    A las 8:30 saco mi iPad para poner algún video en YouTube mientras lavo los platos sucios. Ayer hubo carrera de la F1, así que pongo el resumen de Kym Illman y después la reacción de los pilotos. Descalificaron a George Russell, y a Checo le volvió a ir de la patada. Creo que no termina la temporada con RedBull.

    Me seco las manos, guardo mi iPad, y me voy a dar un baño para antes de dormir.

    9 pm: Final del día

    Los dos somos personas que preferimos levantarnos temprano que desvelarnos, entonces procuramos dormirnos temprano. Es raro el día que estamos despiertos después de las 10 de la noche.

    Hoy, estamos acostados a las 9. Me quito mi Apple Watch y lo pongo en su cargador, conecto mi teléfono no sin antes abrir Audible, y presionar play. Comienza el siguiente capítulo de Harry Potter y el Prisionero de Azkabán, pero sé que no lo terminaré de escuchar porque en 5 minutos estaré dormido.

    Hasta mañana.

    Esta es una ficcionalización de un día regular de trabajo. Los eventos, y descripciones de situaciones relacionadas con mi empleo son solamente ejemplos ilustrativos.

  • Solo comienza

    Winston Churchill dijo que otra forma de escribir “perfección” es PARÁLISIS.

    Nike lo sabe. “Just do it.”

    Terminado es mejor que perfecto. Siempre.

    Hoy, particularmente, tengo esto presente. Porque esta semana estuvo llena de situaciones en las que, por querer hacer las cosas perfectas, terminé por hacer nada.

    Tengo que recordarme de la importancia de bajar el nivel de exigencia hacia mí mismo. Te invito a que también lo hagas.

    Ese proyecto, esa idea, ese compromiso que te paraliza por el miedo de no hacerlo bien.

    Lo único que tienes que hacer es comenzar, y el impulso que agarres es el que te llevará a la línea final.

    Completo es mejor que perfecto.