• Hasta las bestias y plantas saben respirar

    Sí, somos nuestro entorno. Pero también recuerda que parte de lo que te hace una persona, lo que te hace diferente a una bestia, es tu capacidad de tomar decisiones conscientes sobre cómo modificar tu entorno.

    “Hasta las bestias y plantas saben respirar,” dice Marco Auerlio.

    Y es cierto.

    Parte de lo que te hace humano — persona — es que puedes ejercer fuerza para cambiar las cosas a tu al rededor.

    Si no lo haces, ¿qué diferencia hay entre tú y un objeto sin sentido de agencia?

    Reflexiona: ¿qué está en tu control cambiar, pero no lo estás haciendo?

  • Los planes no sirven de nada, pero planear es indispensable

    Ayer tuve uno de esos episodios de parálisis, de bloqueo creativo. Pasé, sin exagerar, unas 3 horas sentado frente a la computadora sin poder hacer nada. Completamente paralizado.

    Me había comprometido a hacer algo nuevo para mí, algo que no había hecho en muchísimo tiempo. Tenía un deadline y había gente esperando resultados de mi parte.

    Pero me paralicé. Fallé.

    Hoy por la mañana, durante mi sesión de Morning Pages, exploré el porqué. Y creo que tengo una idea…

    En 1950, Dwight D. Eisenhower escribió una carta a un diplomático de E.E.U.U, donde dijo:

    … siempre recuerdo la observación de un exitoso solado: “Hacer planes para cuando haya paz no sirve de nada, pero planear para que haya paz es indispensable”.

    En 1957, durante un discurso, compartió su versión de la idea, la cual popularizó:

    Los planes no sirven de nada, pero planear es indispensable. Hay una gran distinción, porque cuando estás planeando para una emergencia, debes comenzar por esto: la mera definición de “emergencia” es que es inesperada, por lo tanto no va a suceder de la manera en que la estás planeando.

    Los planes no sirven de nada, pero planear es indispensable.

    Ayer quise completar el proyecto completo sin tener una idea de qué era lo que estaba buscando hacer.

    Creí que por ser un proyecto creativo, podría salir “al ahí se va”. Que mi creatividad me salvaría. Que no era necesario hacer un plan.

    Y no pude estar más en lo incorrecto.

    Hoy lo voy a intentar de nuevo; esta vez con un plan. Voy a hacer un outline de lo que quiero hacer, un guion, un storyboard. Lo que sea necesario.

    Porque los planes no sirven de nada, pero planear es indispensable. Indispensable para saber, por lo menos, a qué me estoy enfrentando. No importa que sean incorrectos. Prefiero llegar con algo, que con nada.

    Y ayer lo aprendí de la manera difícil.

  • Tus herramientas deberían de trabajar para ti, no al revés

    En un esfuerzo por recuperar mi productividad, creé eventos en mi calendario para las cosas que tenía que hacer durante el día.

    Había eventos para hasta la cosa más pequeña. A qué hora me levantaba, a qué hora tenía que estar listo. Cuando iba a comer, a descansar.

    Durante una de las llamadas semanales de Pathways, donde compartimos nuestras metas de la semana, le mostré mi calendario Víctor. Su primera pregunta fue, “¿Qué haces cuando te tardas un poco más haciendo algo, o cometes un error?”

    La realidad es que no había considerado. Y mi calendario no reflejaba lo variable y frágil que puede ser la vida.

    No todo va a salir siempre como queramos, y tenemos que estar preparados para enfrentar eso.

    Tenemos que ser resilientes.

    Las herramientas deberían de trabajar para nosotros, no al revés. Mi calendario, después de reflexionarlo, me estaba haciendo sentir mal conmigo mismo cada vez que no lograba al pie de la letra lo que me había propuesto. Metas que había puesto ahí de forma arbitraria, y sujetas a un ideal, no a una realidad.

    Así que cambié la estrategia.

    La forma en como lo estoy viendo ahora se inclina más a favorecer el orden en el que hago las cosas, no necesariamente el momento en que lo hago.

    Y hasta ahora ha funcionado bastante bien.

    En tu caso, ¿qué herramienta que debería de estar trabajando para ti en realidad te está causando más presión innecesaria? ¿Qué puedes hacer para cambiarlo?

  • Las personas que aman lo que hacen se desgastan haciéndolo

    Marco Aurelio, en Meditaciones, dice que “las personas que aman lo que hacen se desgastan haciéndolo.”

    Además de ser una idea motivacional, también es una advertencia. Es fácil creer que porque estás haciendo algo que te gusta no deberías de marcar límites. Se vuelve peligroso.

    Como he escrito antes, lo que amas probablemente te está matando:

    Ernest Hemingway, en su obra maestra de 1926, escribió este intercambio entre sus personajes:

    Will: ¿Cómo quebraste?

    Mike: De dos maneras. Gradualmente, y luego de repente. 

    Es exactamente con el burnout. Una noche más, dando el 110 %, parece inofensiva si se ve desde nivel cancha. Total, mañana duermes un poco más tarde, aunque esto ocasione que probablemente tengas que trabajar un poco más para compensar.

    No hay gran problema.

    Pero cuando lo ves en grande escala, a largo plazo, te das cuenta de que 3 años de ese ritmo han sido mala idea. Porque, primero, tomaste decisiones lentamente, un día a la vez. Y luego, de repente, ya estás quemado. Llegó el burnout, y es hora de enfrentar el problema.

    Con el reciente auge del estoicismo, muchos hemos estado expuestos a ideas como estas.

    Y por supuesto creo que tienen mérito.

    Pero también creo que presentan un riesgo si es que se aceptan al pie de la letra.

    ¿Estás dispuesto a desgastarte —tu salud física, mental, social— por hacer lo que amas?

    Si sí, adelante.

    Si no, establece límites, propios y externos.

  • Sé un buen mentor

    Hay personas que ven la oportunidad de ser maestros o mentores como una oportunidad para presumir su conocimiento. Quieren apantallar, más que ayudar.

    El crecimiento con ese tipo de personas se vuelve más complicado, porque ya no sabes si lo que te están diciendo es para su beneficio, o para el tuyo.

    Hay que tener cuidado con eso.

    Un buen maestro hace que te sientas en confianza, que no te preocupes por cosas que no te deberías de preocupar en ese momento.

    Te va introduciendo gradualmente a las complejidades, y te ayuda a crear un modelo mental de aprendizaje que se adapte a tus necesidades y objetivos.

    Si estás en una posición de ser mentor o maestro de alguien, debes de tener esto bien consciente. Porque muchas veces el ego se disfraza de querer ayudar a otras personas.

    Pero aquellos que genuinamente se preocupan, y tienen un sentido de empatía bien calibrado, y quieren elevar a las personas a su al rededor, saben que lo que tienen que hacer es preocuparse porque ellas estén teniendo una buena experiencia. No por alimentar su ego.

    La próxima vez que te toque ser mentor o maestro de alguien, recuerda: se trata de la otra persona, no de ti. Tienes que anteponer su experiencia a la tuya.

    Tú ya eres experto, tú ya sabes.

    La otra persona está poniendo en tus manos la arcilla que terminará moldeando su mundo, su experiencia, y su aprendizaje. Es una gran responsabilidad. No la deshonres.

    — Oscar Swanros.

  • Di que no

    Recuerda que tu mente únicamente tiene espacio para una cantidad finita de cosas.

    Cuando estés emocionado por aprender algo nuevo, recuerda que tienes que hacer espacio para ello. Tienes que vaciar tu taza. Aprender a desaprender.

    Es difícil, sobre todo cuando eres alguien curioso por naturaleza.

    Pero tienes que aprender a hacerlo. De otro modo, te vas a saturar y no vas a poder hacer nada. Te va a dar parálisis.

    Lo que tienes que hacer es desarrollar la disciplina para saber decir que no, y saber dónde están tus límites. Porque no conocer ni reconocer donde están, únicamente te va a llevar a que te quemes.

    Procura tu bienestar, y tu balance. Di que no.

    — Oscar Swanros.

  • Controla tus impulsos

    Cuando algo te importa, es normal que quieras actuar con rapidez. Que sientas un impulso de resolver el problema cuanto antes posible. Que sientas esa urgencia por hacer que se vaya

    Pero no tienes que confundir tu impulso con la necesidad. A veces, lo que necesitas es parar y observar. Controlar tu temperamento. Validar tus ideas. Tomar un respiro.

    John Dryden dijo, “ten cuidado con la furia del hombre paciente.”

    Y tienes que ser paciente contigo mismo, también. Porque, créeme, te sorprenderá lo que tus impulsos te hacen hacer, una vez que te hagas conscientes de ellos.

    ¿Dejarte llevar por un arranque de emoción? Eso es fácil. Cualquiera puede.

    ¿Pero usar tu temperamento para controlarlos? Eso es digno de una persona que tiene su futuro en sus manos.

  • Cómo aprender cosas nuevas

    Aprender es el acto de incorporar nuevos hechos, conceptos y habilidades a tu cerebro. Esto te ayuda a comprender mejor el mundo que te rodea, y a crear una mejor imagen de tu realidad.

    Pero para poder aprender, no solamente necesitas consumir más ideas; también necesitas crear espacio para ellas.

    Para aprender, vacía tu taza

    Cómo aprender cosas nuevas

    En una ocasión, un estudiante viajó un largo camino para ver a un sabio maestro Zen, esperando que le mostrara el camino a la iluminación. Para el maestro, rápidamente fue obvio que el estudiante estaba lleno de sus propias opiniones y conocimiento; lo interrumpía constantemente con sus propias ideas.

    El maestro sugirió que tomaran una taza de té, para romper la tensión.

    Comenzó a servirle una taza a su invitado. Cuando la taza estaba llena, continuó vertiendo té hasta que se derramó sobre la mesa, el piso, y sus ropas. El estudiante gritó, “¡Para! La taza está llena, ¿qué no ves?”

    “Exacto”, dijo el maestro sonriendo. “Tú eres como esta taza — tan llena de tus propias ideas, que no le cabe nada más. Regresa conmigo cuando hayas vaciado tu taza.”

    El ciclo de aprender

    El conocimiento existe en 4 fases dentro ti: Punto Ciego, Aprendizaje, Aplicación y Encarnación. Cada una de estas 4 fases se vive de manera consciente o inconsciente.

    1. Punto Ciego: Inconsciente. No sabes lo que no sabes. Asumes y supones, pero no te cuestionas el porqué de las cosas. Simplemente, aceptas la realidad tal cual. Vives de dogmas y vas por la vida sin preocuparte por los efectos de tus acciones en los demás.
    2. Aprendizaje: Consciente. Por alguna razón, te diste cuenta de tu punto ciego y buscas expandir tu conocimiento. Estudias, investigas, encuentras maneras de desbloquearte.
    3. Aplicación: Consciente. Comienzas a cristalizar tus aprendizajes de la fase pasada. Tomas lo que aprendiste, y lo aplicas para terminar de asimilar el conocimiento. Esto, a su vez, genera más preguntas.
    4. Encarnación: Inconsciente. Lograste dominar tu craft y ahora puedes ejecutar sin pensar; tu conocimiento es inconsciente. Tu conocimiento se vuelve sabiduría. Vuelves a no saber por qué sabes lo que sabes, y esto te expone a nuevos puntos ciegos. El ciclo se repite.

    Si tu ego no te deja apreciar que tienes un punto ciego, no podrás continuar aprendiendo.

    No importa que hayas logrado dominar el conocimiento… estarás en desventaja.

    Tu conocimiento puede jugarte en tu contra

    Como sociedad, le damos mucho énfasis a la idea de que aprender significa únicamente añadir conocimiento. Pero como la parábola Zen ejemplifica, para poder aprender algo nuevo, necesitas hacer espacio. Necesitas desaprender.

    Una vez que sabes algo, es fácil quedarte en un bucle de conocimiento. Los pensamientos repetitivos crean patrones que son difíciles de romper. Estos patrones, a su vez, crean una zona de confort que se resiste a la adquisición de nueva información. A este fenómeno se le conoce como sesgo cognitivo.

    Todos tenemos sesgos cognitivos. Y se vuelve más difícil asimilar nuevas ideas, pues significaría salir de nuestra zona de confort.

    Necesitas aprender a desaprender. Necesitas aprender a estar cómodo estando incómodo. Necesitas salir de tu zona de confort.

    No desaprender puede costar vidas

    En algún momento de la historia, los médicos no se lavaban las manos antes y después de atender pacientes. Esto ocasionaba muertes innecesarias.

    En 2024 eso sería considerado un delito. En el siglo XIX era simplemente como se hacían las cosas.

    Ignaz Semmelweis sugirió en 1847 que la tasa de mortalidad se reduciría 10 veces si los médicos se lavaran las manos entre paciente y paciente. Propuso que los cirujanos usaran una solución clórica para limpiarse después y antes de atender a sus visitas.

    Semmelweis puso el ejemplo, y sus pacientes dejaron de enfermar. Aunque aún no había “una ciencia” que avalara su propuesta (la teoría bacteriana de la enfermedad no se descubriría hasta 20 años después), sí había suficiente evidencia empírica para soportar su teoría: lavarse las manos entre pacientes salvaba vidas.

    A pesar de esto, miembros del gremio médico decidieron ignorarlo. No solo eso, sino que lo rechazaron y buscaron desacreditarlo públicamente. En ocasiones, las justificaciones de su rechazo eran por ideas que ni siquiera tenían que ver con la medicina. Uno de sus argumentos, por ejemplo, era que “las manos de un caballero no podrían transmitir enfermedades”.

    A este fenómeno social (rechazar nueva información a pesar de tener evidencia contundente) se le conoce hoy en día como el efecto Semmelweis. Es la reacción de descartar ideas que no concuerden con nuestro sistema de creencias — por más evidencias o pruebas que existan.

    Para aprender, mantén tu sistema de creencias consciente

    Las decisiones que tomas se originan de un sistema de creencias intrínseco. Este sistema de creencias también da forma a tu sentido de identidad. También, hace que tu taza llegue llena a algunas discusiones.

    En How to Win Friends and Influence People, Dale Carnegie te recuerda: cuando tratamos con personas, recordemos que no estamos tratando con criaturas lógicas. Estamos tratando con criaturas emocionales, criaturas erizadas de prejuicios y motivadas por el orgullo y la vanidad.

    Lo mismo aplica al tratar contigo mismo.

    La próxima vez que sientas el impulso de rechazar una idea, pregúntate: ¿la estás rechazando porque no hay suficiente evidencia? ¿O porque esa idea no cabe dentro de tu sistema de creencias, y tu sentido de identidad se siente en peligro?

    ¿Y qué vas a hacer al respecto?

    Bienvenido a tu nuevo punto ciego. Que tu ego no te lo haga más difícil.

  • La primera vez que alguien te da feedback

    Recibir feedback por primera vez es una prueba crucial para ambas partes involucradas.

    Para ti, como receptor, es una oportunidad única de causar una buena primera impresión que no se repetirá durante el curso de tu relación con esa persona.

    Tu desafío es aceptar el feedback con gracia y entender que no es el fin del mundo recibir notas para mejorar.

    Para la persona que te da el feedback, también es una prueba para evaluar tu reacción. Recuerda que probablemente no eres la primera persona con la que trabaja y que, en ocasiones anteriores, ha encontrado a alguien que no recibió bien la retroalimentación.

    Al darte feedback, esta persona se arriesga a que las cosas salgan mal nuevamente, como tal vez sucedió en el pasado.

    Reconoce que el feedback es un regalo, una oportunidad para mejorar.

    Considera, además, que si es la primera vez que alguien te ofrece retroalimentación, es probable que esté poniendo mucho esfuerzo en hacerlo.

    Depende de ti asegurarte de que su esfuerzo no sea en vano.

    — Oscar Swanros.

  • El liderazgo, más que una ciencia, es un arte

    El liderazgo, más que una ciencia, es un arte.

    Porque no se trata únicamente de ver cómo replicas lo que te funcionó anteriormente. Se trata de aprender a identificar el contexto dentro del cual estás ejecutando, tener una visión del mundo, y a través de tus acciones, plasmarla para provocar un cambio en las personas.

    La diferencia entre arte y ciencia

    La ciencia es fría y objetiva, y busca llegar a una verdad absoluta y reproducible. Se trata de establecer procesos para poder confirmar o desmentir alguna tesis, y así tener certezas fundamentales.

    Por otro lado, el arte se trata de expresión; de moldear y afectar el mundo que te rodea. De imprimir en otras personas tu visión de cómo deberían de ser las cosas. De comunicar algo.

    El arte busca provocar emociones, inspirar, desafiar perspectivas y ofrecer una interpretación subjetiva del mundo. La ciencia busca llegar a conclusiones objetivas sobre el mundo, lo cual es una imposibilidad cuando se trata de liderazgo.

    Cuando hay humanos involucrados en algo, puedes despedirte de la objetividad y de las verdades absolutas. Todos tenemos en mayor o menor medida algún sesgo que permea en nuestra toma de decisiones.

    Por eso digo que el liderazgo, más que una ciencia, es un arte.

    Si ves el liderazgo como una ciencia, puedes estar causando mucho daño

    Hay muchas corrientes artísticas, así como hay muchos estilos de liderazgo. El artista se puede dar el lujo de probar con diferentes estilos hasta encontrar con el que más se siente cómodo. El líder no.

    Así como el arte, un buen estilo de liderazgo se basa en la creatividad, la intuición y la expresión personal — tu visión de cómo deberían de ser las cosas. Los artistas utilizan medios como la pintura, la escultura, la música, la literatura y el teatro para expresar emociones, ideas y visiones únicas. Tú, como líder, utilizas medios sutiles para expresar tu arte: tu comunicación, cómo das y recibes retroalimentación, tu forma de expresar expectativas y alinear los incentivos de tu equipo.

    Experimentar es una parte crucial del método científico. Pero cuando se trata de liderazgo, no te puedes dar el lujo de hacerlo a diestra y siniestra, tratando a las personas a tu alrededor como ratas de laboratorio.

    Si en tu afán de probar diferentes estilos de liderazgo, dejas una estela de personas quemadas, lo estás haciendo mal.

    El liderazgo se trata de elevar a los demás a través de tu craft, no de forzarlos a que tomen tu punto de vista.

    El liderazgo, igual que el arte, es subjetivo

    El liderazgo como arte

    Lo que para uno puede parecer una simple broma, para otro puede ser lo más inspirador que haya visto en años.

    Todos tenemos formas diferentes de expresarnos, y sería un esfuerzo vacío esperar que a todos les gustara nuestro arte. Sucede lo mismo con el liderazgo.

    La única diferencia es que mientras si eres artista te puedes respaldar del “está bien que no te guste mi pieza”, cuando eres líder  tienes que buscar que tu craft sea bien recibido. Pues no se trata meramente de su apreciación, sino de su efecto en el día a día de las personas que lo van a consumir.

    Haciéndote consciente de esto, incrementas tus posibilidades de, entonces, convertirte en un líder que puede modular su estilo de liderazgo de acuerdo a su entorno. Ese es el verdadero skill de un líder: saber cómo comportarse en cada situación que se le presente.

    Para aprender sobre liderazgo, tienes que leer

    No todos los que leen son líderes, pero todos los líderes leen, dijo Harry Truman.

    Como líder, tienes que aprender sin experimentar.

    Si alguien más ya cometió un error, tienes que saber qué fue lo que hizo y evitar cometerlo. No te puedes dar el lujo de “aprender echando a perder”, experimentando como científico.

    Cuando eres líder, las consecuencias son muy altas, pues no estás echando a perder un insumo — estás haciendo sufrir a personas.

    Lee. Comienza por estos títulos:

    Ser líder no es un puesto ni un rol: es una forma de ver las cosas

    Hay personas que no necesitan de un puesto para ejercer liderazgo. Esos son los mejores líderes que puedes tener.

    Sin embargo, esto no significa que el liderazgo no sea algo que se puede aprender. Como cualquier arte, necesitas práctica y repeticiones. Pero también necesitas algo extra. Un sexto sentido, una capacidad de empatía, de compasión, y de interés genuino por las personas que te rodean.

    Encarnar el liderazgo se trata de ver las situaciones de una manera que busque elevar a todos.

    No se lidera objetos, sino personas. Y las personas somos complicadas. Debes tener esto siempre en tu mente. Como expliqué antes, es prácticamente imposible extirpar el factor humano del rol de liderazgo. Y tienes que estar consciente —y cómodo— con esto.

  • Tomar mejores decisiones requiere práctica

    Y como cualquier práctica, se necesita disciplina.

    Disciplina para saber cuándo ajustar rumbo. Para cambiar la estrategia. Para recibir el feedback con calma, y sin reaccionar. Para integrarlo en tu siguiente decisión. Disciplina para considerar los efectos secundarios que puedes causar, y para saber que está bien no saberlo todo siempre y cuando hagas un esfuerzo real por tomar decisiones conscientes.

    Porque “cuando intentamos tomar algo por sí solo, lo encontramos atado a todo lo demás en el universo,” como dijo John Muir.

    Así que no intentes tomar decisiones que sabes que tienen un radio de explosión grande si no tienes suficiente práctica con decisiones pequeñas. No decidas endeudarte por 20 años sin primero haber adquirido y saldado una deuda de un año. No decidas casarte sin haber vivido con la persona antes. No apliques para una posición de gerencia sin antes haber desempeñado un rol de liderazgo con menos responsabilidad.

    Practica, por práctica. Así se decide tomar mejores decisiones.

    — Oscar Swanros.

  • Tómate un descanso

    Crear una carrera requiere de disciplina.

    Pero casi todos pensamos que la disciplina significa hacer lo que te toca aunque no quieras.

    Y sí.

    Pero también es darse cuenta de que a veces lo que te toca es descansar.

    Fallar en darte cuenta de esto puede ser extremadamente peligroso.

    Así como en los deportes puede causar lesiones, en la construcción de tu carrera puede causar burnout.

    Es importante que reconozcas que a veces está bien tomarse un descanso.

    Es más, a veces es necesario.

    Así que hoy, si tu cuerpo, tu mente — tu carrera — te lo está pidiendo, hazlo. Tómate un descanso.

    — Oscar Swanros.

  • Diversifica tus fuentes de satisfacción

    Mucho se habla de la importancia de diversificar tus fuentes de ingreso. Que si necesitas un side hustle, que si inviertes en activos con rendimiento.

    Pero poco se habla de la importancia de diversificar tus fuentes de satisfacción.

    Yo crecí en una cultura que glorificaba el trabajo, el empleo. Mi familia siempre me inculcó que respetar el empleo era uno de los principales valores de los que tenía que sentirme orgulloso.

    Naturalmente, comencé a asociar el éxito profesional con mi identidad. Esto hizo que mi empleo y trabajo, por casi una década, se convirtiera en mi principal fuente de satisfacción. Si tenía algún éxito en mi empleo, lo sentía como un éxito personal.

    El escenario contrario también era cierto. Si en algún momento me iba mal en mi empleo, sentía que también a mí me iba mal.

    Descubrí que tener mi sentido de identidad y mi fuente de satisfacción atados a mi empleo, no era algo sostenible. Esto se acentuó cuando me enfrenté al prospecto de quedarme sin empleo de la noche a la mañana.

    Desde 2020, me tomé a la tarea de activamente buscar separarlos. Escribí sobre esto aquí, por si quieres conocer más de la historia.

    Pero ha sido un proceso. La parte de la identidad creo que la he logrado mantener separada ya por unos cuantos años. La parte de la satisfacción es la que me sigue costando un poco de trabajo.

    Pero entiendo que esto sucede poco a poco. Después de todo, no voy a cambiar 30 años de inercia en 2 semanas.

    Hoy, activamente busco tener nuevas experiencias y aprender a sentirme cómodo estando incómodo.

    Algunos ejemplos de lo que he hecho:

    1. Me inscribí en clases de buceo.
    2. Contraté a un consultor de imagen para que me renovara mi look.
    3. Comencé a aceptar salidas con personas nuevas.
    4. Decidí ser más generoso con mis amigos y familia.

    Y parece que va funcionando. Ahora, tengo otras fuentes de satisfacción que no dependen del mercado de valores, ni de si tengo un buen performance review o no. Cuando cierro la computadora, mi sentido del yo parece estar más fuerte y tengo otros éxitos que no dependen de mi empleo.

    Cuéntame, ¿cómo están tus fuentes de satisfacción? ¿Qué puedes hacer hoy para separarlas de tu empleo?

    — Oscar Swanros.

  • Aprende a tomar mejores decisiones

    Vivir es constantemente tomar decisiones. Vivir una vida satisfactoria es aprender a tomar mejores decisiones — más buenas que malas.

    Hay pocas cosas que no decides, y que más bien tu fisionomía te obliga a hacer: respirar, parpadear, por mencionar algunas. Si bien también puedes decidir no hacerlo, no va a pasar mucho tiempo antes de que tu cuerpo te lo comience a reclamar.

    Todo lo demás, lo haces porque lo estás decidiendo — consciente, o inconscientemente.

    Y no importa si tomas decisiones inconscientemente, también te van a afectar sus consecuencias. Así que, ¿por qué no buscar hacerlo de manera consciente?

    Hacerte consciente de las decisiones que tomas es tedioso al principio, pero positivo a largo plazo. Te ayuda a ejercitar tu sentido de agencia, y a comprender cómo puedes tomar aún mejores.

    No se trata de suerte, sino de disciplina. Para tomar mejores decisiones:

    1. Mantente alerta de tu entorno
    2. Mantente en tu carril
    3. Factoriza las consecuencias
    4. Practica

    Déjame explicarte.

    Las decisiones no se toman en un vacío

    Lo que podemos hacer, y por ende, las decisiones que podemos tomar, están dictados por nuestro entorno.

    No se pueden tomar decisiones en un vacío, pues tus posibilidades (o la falta de ellas) están determinadas por entorno en el que te desenvuelves.

    En la entrevista que le hice recientemente a Darwin Pinto, mi co-host en Inglés para Devs, hablábamos de cómo el deseo entra por los ojos. Y de cómo el léxico que tenemos determina las posibilidades y los horizontes a los que podemos aspirar.

    El mismo principio aplica para la toma de decisiones.

    Para tomar una buena decisión, necesitas considerar el contexto en el que la estás tomando. Hacerlo de otro modo es imprudente; estar lo más seguro posible (aunque estarlo al 100 % es imposible) de que entiendes el contexto.

    Charles Kettering, cabeza de investigación de General Motors de 1918 a 1923, sabiamente decía que “un problema bien explicado es un problema resuelto a la mitad”. Explica por qué, haz una lista de las variables que estás observando, y considera un margen de error. Aunque dicen que el riesgo es aquello que queda cuando crees haber considerado todo lo que puede salir mal, no está de más.

    Una vez que tomes una decisión, el resto no está en tus manos

    Una parte vital de aprender a tomar mejores decisiones, también es darte cuenta de que solamente controlas una parte del proceso.

    Y tienes que enfocarte en optimizar lo que sí puedes controlar. Porque una vez que tomas una decisión, los resultados son, mayormente, un efecto secundario.

    Si decides postularte para un puesto, no controlas si te lo van a dar o no. Puedes decidir prepararte lo mejor posible para ese examen, más no sabes las preguntas exactas que van a venir.

    Tomar decisiones se vuelve frustrante —y difícil— cuando además le adjudicas una carga emocional a los resultados que esperamos. Es por eso que es mejor aceptar que lo único que puedes hacer es buscar tomar decisiones lo más informadas, posibles, y conscientes.

    Como decía Dwight D. Eisenhower, “planear no sirve de nada, pero hacer planes lo es todo”. Si bien no puedes asegurarte de que todo va a salir como esperas, tener una idea de las posibilidades incrementa tu capacidad de tomar mejores decisiones futuras. Aunque las circunstancias hayan cambiado.

    Lo único que puedes hacer es tomar decisiones con base en tus valores y principios —bien fundamentados— y pasar a lo siguiente: hacerte responsable de las consecuencias.

    Tus decisiones, tus consecuencias, tus aprendizajes

    Así como el hecho de que no conozcas una ley no te exime de la responsabilidad de cumplirla, no tener claras las implicaciones de las decisiones que tomas no te protege de sus efectos.

    Cualquier decisión que tomas en tu vida tiene implicaciones, por más pequeñas que sean. Aceptar estas consecuencias es una muestra de madurez. Lo contrario demuestra una falla de carácter.

    Si no estás factorizando en tu proceso los efectos posteriores, estás viendo nada más la mitad de la ecuación.

    Por ejemplo, decidir salir de fiesta sin tomar en cuenta cómo te vas a levantar al día siguiente no es algo inteligente. Pero si comprendes que probablemente te vas a despertar con una resaca horrible, y tomas una decisión informada, entonces estás encarnando el sentido de agencia.

    El mundo está constantemente dándote retroalimentación, positiva o negativa, de tus decisiones. Fallar en tomar esta retroalimentación en cuenta es un error imperdonable. Pues estás dejando ir información valiosa que directamente te ayuda a comprender mejor qué estás haciendo bien, y qué necesitas mejorar.

    Hasta una vela prendida tiene un efecto en su entorno — su calor, su aroma. ¿Por qué creerías que tus acciones no?

    La diferencia entre un animal y tú, es que tú tienes la capacidad de razonar y aprender. De comprender los efectos que las decisiones que tomas tienen a tu alrededor. No lo desaproveches.

    Ahora…

    Tomar mejores decisiones requiere práctica

    Y como cualquier práctica, se necesita disciplina.

    Disciplina para saber cuándo ajustar rumbo. Para cambiar la estrategia. Para recibir el feedback con calma, y sin reaccionar. Para integrarlo en tu siguiente decisión. Disciplina para considerar los efectos secundarios que puedes causar, y para saber que está bien no saberlo todo siempre y cuando hagas un esfuerzo real por tomar decisiones conscientes.

    Porque “cuando intentamos tomar algo por sí solo, lo encontramos atado a todo lo demás en el universo,” como dijo John Muir.

    Así que no intentes tomar decisiones que sabes que tienen un radio de explosión grande si no tienes suficiente práctica con decisiones pequeñas. No decidas endeudarte por 20 años sin primero haber adquirido y saldado una deuda de un año. No decidas casarte sin haber vivido con la persona antes. No apliques para una posición de gerencia sin antes haber desempeñado un rol de liderazgo con menos responsabilidad.

    Practica, por práctica. Así se decide tomar mejores decisiones.

  • Tiempo vs. atención

    En el famoso artículo de Paul Graham, Maker’s Schedule, Manager’s Schedule, toca en el punto de cómo son diferentes los horarios de alguien que se encarga de hacer vs. alguien que se encarga de pensar:

    The manager’s schedule is for bosses. It’s embodied in the traditional appointment book, with each day cut into one hour intervals. You can block off several hours for a single task if you need to, but by default you change what you’re doing every hour.

    When you’re operating on the maker’s schedule, meetings are a disaster. A single meeting can blow a whole afternoon, by breaking it into two pieces each too small to do anything hard in. Plus you have to remember to go to the meeting. That’s no problem for someone on the manager’s schedule. There’s always something coming on the next hour; the only question is what. But when someone on the maker’s schedule has a meeting, they have to think about it.

    Paul no está hablando únicamente del tiempo que le dedicas a las cosas. Está hablando de la atención.

    Pensar que tu calendario es nada más un reflejo de a qué le estás dedicando tu tiempo es una manera muy simplista de verlo. Bien dice el adagio, “muéstrame tu calendario y te diré quién eres.”

    Sí, porque ahí van a estar las cosas a las que les dedicaste el tiempo. Pero también porque demuestra de a qué le estás poniendo atención. Cómo estás organizando tu tiempo de atención.

    Mantener un calendario organizado demuestra que tienes tus prioridades en orden.

    ¿Qué refleja tu calendario? ¿Tu atención —y tu tiempo— reflejan quien quieres ser?

    — Oscar Swanros.