• El sistema inmunitario de una empresa

    Las empresas son como organismos vivos, y su cultura es como su sistema inmunitario.

    Como cualquier organismo, las empresas cambian y se adaptan; se enferman, y si el paciente quiere, se pueden tratar.

    Con cualquier organismo vienen bacterias. Hay bacterias que aportan, y bacterias que dañan.

    Un organismo sano tiene la capacidad de promover la proliferación de las bacterias buenas, y de limitar la de las malas.

    Tu rol

    Ahora, en esta analogía, tú eres una de esas bacterias: un agente que está buscando cambiar algo en el organismo que habita. En tu caso, afortunadamente, es para bien.

    Viene la pregunta: ¿el organismo que habitas es sano?

    Si sí, vas a tener los mecanismos para que los beneficios que tienes que aportar no solamente tengan un efecto, sino que sean replicados, reconocidos y promovidos.

    Pero si no, como cualquier organismo enfermo, por mejores intenciones que tú, la bacteria, tengas, no vas a poder lograr tu propósito.

    Un organismo enfermo, con las defensas bajas, invita a que más bacterias malas entren, y es más difícil que las buenas hagan su trabajo.

    Las bacterias necesitan de un ambiente ideal para sobrevivir

    No importan las intenciones de la bacteria. Si no está en un ambiente que promueva su crecimiento, el organismo no se va a ver afectado.

    Cómo aplica esto a las empresas

    “La cultura de la empresa se da de arriba hacia abajo” es una idea interesante.

    Porque mientras es sencillo asumir que la persona “de hasta arriba” tiene una responsabilidad de liderar con el ejemplo, en la práctica es diferente.

    Pregúntate: ¿qué influye más en la cultura de la empresa: lo que hace el líder, o lo que no hace?

    Otra forma de verlo: la cultura de la empresa está definida no nada más por los comportamientos que los líderes promueven: también por los que toleran.

    Porque una cosa es lo que dice el reglamento o el ideal que se promueve, pero otra completamente diferente es la realidad de lo que sucede, y si se hacen valer los acuerdos, reglamentos o expectativas.

    Cómo influenciar la cultura de tu empresa

    Volviendo a la analogía del inicio, me haría las siguientes preguntas:

    Primero: ¿Estás en un organismo sano o enfermo? Es decir, ¿existen las condiciones apropiadas para que puedas influenciar algo? ¿Se respetan los acuerdos y compromisos, o lo que se dice y lo que se hace son cosas diferentes?

    Y luego: ¿Por qué te interesa hacer eso? ¿Cuál es el objetivo final? Porque no saber qué es lo que realmente estás buscando, es una receta para terminar frustrado y enojado.

    ¿Qué quieres? ¿Ejercitar tu capacidad de influenciar organizaciones? ¿Mejorar tu calidad de vida en el trabajo? ¿La de tus compañeros? ¿El reconocimiento de tus superiores? ¿Tener más visibilidad e influencia en la organización? ¿Moldear la organización a tu forma de trabajar?

    La respuesta a cada una de esas preguntas abre un mundo de posibilidades, y cada una merece su propio desarrollo.

  • La guerra es contigo mismo

    Hacer trabajo creativo es difícil. Y cualquier persona que aspire a compartir algo con el mundo lo sabe.

    Para los creativos, no hay nada más aterrador que una hoja en blanco, un micrófono esperando sonido, o una cámara apuntada a uno mismo.

    De cualquier escritor, autor, podcaster, YouTuber, etc; todo lo que ves, lo que puedes consumir, son batallas que ganó.

    Batallas que ganó contra sus propios bloqueos, sus sesgos, su voz interior que le dice “a nadie le importa esto tanto como a ti. ¿Para qué lo quieres publicar?”.

    Otro de los dichos de mi abuela es que “no hay que ir a la guerra sin fusil”. Pero, ¿cómo te preparas para una guerra contra ti mismo?

    En el video de esta semana te comparto la respuesta:

  • Llegaste a tu meta: ¿y ahora qué?

    Una de mis películas favoritas es Buscando a Nemo.

    No solamente por su animación o su historia.

    Sino porque tiene un arco de historia paralelo que una vez que lo analizas como adulto, te das cuenta del mensaje tan importante que tiene.

    Gill, el líder de la pecera, lleva años intentando escapar. Tanto ha forzado su cuerpo, que tiene las cicatrices para mostrarlo. Ha intentado de todo. Pero no ha tenido éxito.

    Hasta que llega Nemo. Y se conmueve tanto con su situación, que sus ganas de ayudarlo lo llevan a por fin diseñar el plan maestro. El plan que los liberaría de su confinamiento.

    Nemo logra escapar por la tubería después de hacerse el muerto. Mientras tanto, Gill y los otros peces, en bolsas de plástico, logran salir del consultorio del dentista por la ventana y caen al mar. Por fin son libres.

    La película termina en un momento agridulce, cuando Globo se da cuenta de que sí, están en el mar, pero encerrados en bolsas más pequeñas que el tanque. ¿Y ahora qué? se pregunta.


    La historia del Tank Gang es fuerte. Sobre todo cuando te das cuenta de que muchos nos comportamos como Gill: constantemente intentando escapar de nuestra realidad, para perseguir la idea de una mejor situación.

    Nunca estando satisfechos con lo que tenemos. Nunca agradeciendo las comodidades a las que tenemos acceso.

    Hasta que algo sucede que nos hace diseñar el “plan perfecto” para poder por fin escapar.

    Todo para ejecutarlo y darnos cuenta de que no teníamos un plan para cuando lográramos nuestro objetivo.

    ¿Y ahora qué?


    No es raro ir por la vida persiguiendo esa promesa de libertad que Gill tanto anhelaba, creyendo que lo iba a hacer feliz.

    Libertad financiera, de tiempo, de compromisos, de responsabilidades.

    Y trabajamos duro —a veces en exceso— por conseguirla.

    Intentamos e intentamos, lastimando nuestros cuerpos y mente en el proceso. Todo por esa supuesta nueva condición que por fin nos hará “felices”.

    “Si ganara más dinero…”

    “Si tuviera un mejor cuerpo…”

    “Si tuviera un mejor puesto…”

    Pero cuando lo consigas, ¿qué sigue?

    La conclusión a la que muchas filosofías (antiguas y modernas) caen es que la libertad —la felicidad— no está en factores externos, sino dentro de nosotros.

    Derek Sivers te advierte que no deberías hacer eso que quieres hacer si crees que te va a hacer feliz.

    Marco Aurelio, hace 2 000 años, dijo que “el impedimento de la acción hace que la acción avance. Lo que se interpone en tu camino, se vuelve tu camino.”

    Daniel Gilbert, psicólogo de Harvard, encontró a través de sus estudios que el mayor predictor del nivel de felicidad de las personas no son sus logros o sus pertenencias, sino su gratitud.

    Y así podría pasar el resto de la tarde enumerando ejemplos.

    Pero no es necesario, porque el mensaje es claro: no vas a encontrar tu libertad, felicidad o lo que sea que estás buscando allá afuera.

    No sacrifiques todo lo que tienes por algo que crees que te hará feliz, que te dará libertad, para que cuando lo logres darte cuenta de que no era la respuesta.

    Y entonces te preguntarás, ¿y ahora qué?

  • No es poca cosa

    Zeno, el fundador de la escuela estoica, dijo que “el bienestar se logra de a poco, pero no es poca cosa.”

    Recuerda esto.

    Porque en el afán de querer tener una mejor vida, puedes “morder más de lo que puedes masticar”.

    Qué ironía, ¿no? Que por querer hacer más cosas para sentirte mejor, terminas tan atiborrado de responsabilidades, hobbies, y distracciones, que el efecto es completamente lo opuesto de lo que querías.

    De repente, ya no tienes tiempo para ti por todos los compromisos que adquiriste.

    Lo que un día comenzaste como distracción, hoy te quita la energía.

    ¿Y por qué?

    Por esa prisa de querer “sentirte mejor” cuanto antes.

    Pero, ¿vale la pena quemarte por un momento de bienestar?

    ¿Por qué mejor no le das lento, y encuentras bienestar en el proceso?

    Poco a poco, y un día a la vez.

    Dale calma.

  • Si no eres tú, ¿quién?

    Qué cómodo esperar que las cosas se resuelvan solas. Que los problemas desaparezcan por arte de magia.

    Qué fácil sería si, como en la escuela, tuvieras una guía constante que te dijera lo que está bien hacer, y lo que no.

    Que tuvieras una métrica clara a la que deberías llegar. Sacar el 10. No reprobar.

    Y qué diferente es la realidad de tratar de crear una carrera —una vida— una vez que sales al mundo real.

    Porque acá afuera no hay nadie con la responsabilidad de asegurarse de que haces las cosas bien. De que entregas la tarea. De que tengas lo que necesitas para “pasar”.

    No.

    Acá afuera, cada quien es responsable de ver por sus propios intereses. Y de cuidarse de aquellos que activamente están buscando meterte el pie, o hacerte la vida más complicada.

    ¿Cuántas personas no se han quedado esperando a que las cosas sucedan?

    Apuesto a que no quieres ser de esos.

    ¿Entonces qué toca?

    Hacerte responsable.

    ¿Lo quieres? Ve por ello. Porque nadie lo va a hacer por ti.

  • Hasta el agua, estancada, se pudre

    Algo que cuando corre da vida y refresca, cuando no se mueve, cuando se mantiene quieta, no deja organismos vivos, y hasta apesta.

    ¿Qué ironía, no? Efectos tan diferentes, tan opuestos, simplemente por las circunstancias en las que se encuentra.

    Lo mismo pasa con las ideas y emociones. Si no se expresan, se pudren, y se convierten en un contaminante para su entorno — tu salud mental.

    Pero si dejas que corran, y te das a la tarea de crearles un cauce para que no salgan desbordadas, pueden tener efectos positivos increíbles.

    Oportunidades de crecimiento, mejores relaciones, mayor confianza. Cosas necesitas para estar bien.

    Ojo, la clave es que estén encausadas. Porque si se desbordan, también pueden causar mucho daño. Tanto el agua, como las emociones.

    Así que hoy busca continuar creando cauces para ellas. Para que no se estanquen. Para que no se pudran.

  • Probablemente no es como se siente

    De manera objetiva, el mundo que te rodea tiene diferentes características. Tú, a su vez, aprecias estas características a través de un lente muy particular.

    Tu perspectiva está formada por tus experiencias, aprendizajes, errores, éxitos, temores y dogmas adquiridos.

    Lo que está allá afuera difícilmente tiene una relación directa a cómo te sientes al respecto.

    Porque el mundo es objetivo, pero la realidad es subjetiva; tu realidad es subjetiva.

    Considera todas aquellas veces que reaccionaste de manera visceral, únicamente para darte cuenta de que no estabas en lo correcto. Que habías malinterpretado lo que estaba sucediendo.

    Que tu percepción del mundo no era la óptima.

    Así que la próxima vez que sientas que las cosas no te están saliendo bien, o que te sientas bajo mucha presión, pregúntate: ¿a través de qué lente estoy viendo la situación, y qué tan distorsionada está mi versión de la realidad?

  • La responsabilidad de ser independiente

    Si tanto buscas la independencia, tienes que asumir también las responsabilidades que con ella vienen.

    Una de ellas, y la principal, diría yo, es la de saber cuándo tienes “suficiente”.

    El juego de los números y de las comparaciones es uno que no puedes ganar; siempre habrá alguien que te tenga “uno más que tú”.

    ¿Por qué te someterías a una versión moderna del mismo castigo que los dioses dieron a Sísifo?

    Pero tú — tú tienes algo que Sísifo nunca tuvo: el poder de decir “hasta aquí”.

  • Un éxito de la noche a la mañana

    Todos los éxitos que suceden de la noche a la mañana, tardan años en gestarse.

    No va a suceder que un día te vas a levantar, y mágicamente vas a saber las respuestas.

    El conocimiento, la maestría, no va a llegar así como así, hasta donde tú estás.

    No.

    Tienes que salir a buscarla. Tienes que salir a pelearte con el mundo, y descubrir de lo que en verdad estás hecho.

    Porque en tus cicatrices encontrarás la evidencia de que lo que tienes nadie te lo ha dado.

    Tú te lo ganaste.

    Ignace Jan Paderewski lo sabía. Un virtuoso del piano, cuando tocó para la Reina Victoria, y esta le dijo que “era un genio”, Paderewski le respondió, “Puede ser, su Majestad, pero antes de eso era un esclavo de la práctica”.

    Tienes una elección qué hacer. Ser esclavo de los vicios y de las distracciones, o de la práctica.

    Tú sabes a donde lleva cada camino.

  • No va a salir como esperas

    A la primera de cambios, las cosas se ponen difíciles.

    Así es la vida.

    Pero, ¿por qué “difíciles”? ¿Porque no están saliendo exactamente como esperabas?

    Pues te tengo malas noticias. En vez de la normal, las veces que las cosas te han salido exactamente como esperabas son la excepción.

    Riesgo, dice Morgan Housel, es lo que queda después de que crees haber pensado en todo lo que podría salir mal.

    Y si desde un inicio asumes que las cosas no van a salir como esperas, ¿qué te puede sorprender?

  • Cómo ser exitoso

    La principal característica de alguien que está destinado para el éxito, es que se hace responsable.

    Responsable de sus acciones, y sobre todo, de sus consecuencias.

    Responsable, también, de sus inacciones; de lo que dejó pasar.

    De sus compromisos.

    Alguien exitoso es lo suficientemente responsable para actuar cuando se debe, y para dejar que otros lo hagan cuando están más calificados.

    También es suficientemente responsable para aceptar cuando se equivoca, y pedir ayuda cuando la necesita.

    Porque sabe que el que va solo, llega más rápido. Pero el que va acompañado, llega más lejos.

    El éxito no es un estado al que se llega, sino una manera de ver las cosas. Una actitud que se encarna, se vive, y se demuestra.

    ¿Quieres “ser exitoso”? Comienza por comportarte como alguien exitoso. Como alguien responsable.

  • Cómete el gusano

    Durante una cena de la Casa Blanca, a un miembro de la comitiva europea se le sirvió una ensalada que traía un gusano.

    A punto de hacer un barullo al respecto, cachó el ojo de la esposa del presidente, Frances Folsom Cleveland, mirándolo directamente, retándolo.

    El joven europeo no dijo nada, y se comió la ensalada. Con todo y gusano.

    La señora Cleveland le sonrió, y dijo “vas a llegar lejos.”

    Quince años después, el enviado europeo regresó a la Casa Blanca, pero ahora como embajador.


    Cualquiera puede armar un escándalo porque algo no le salió bien.

    Solo tú tienes el carácter para poner las cosas en perspectiva, y ver en el reto que tienes en frente una oportunidad.

    A veces, te vas a tener que comer el gusano.

  • Busca la evidencia

    Al crecer una carrera, eventualmente te vas a encontrar con situaciones nuevas.

    Después de todo, la idea es que cada vez tengas más impacto — en el negocio, y las personas que te rodean.

    Y por más que estés consciente de que existe el síndrome del impostor, no eres inmune a sus efectos. Que sepas cómo se origina, y hasta cómo contrarrestarlo, no es suficiente para que tu cerebro no sienta sus efectos.

    Posiblemente, ni te des cuenta cuando estés siendo víctima.

    Porque así funciona. Es escurridizo; y a todos nos pega.

    Pero hay una forma de aterrizarte cuando te caches sintiéndote así: busca la evidencia.

    Si estás creando una carrera, y estás haciendo las cosas bien, tienes que darte cuenta de que no estás donde estás por coincidencia. Lo has hecho bien, y las personas a tu alrededor lo saben.

    Hay evidencias de que eres bueno para lo que haces. De que puedes con lo que está en frente de ti.

    Hazle caso a eso, no a tu cabeza.

    Recuerda: el mejor predictor del futuro es el pasado. Y si tienes un buen track record, confía en eso.

  • Empieza por el principio

    Todos hemos estado ahí. Tantas cosas que hacer, en tan poco tiempo, que se siente abrumador.

    Seguramente te pasó en tu escuela o en tu trabajo. La lista de compromisos era tan grande, que el sillón y una serie de Netflix parecían las mejores alternativas de la vida.

    Pero la realidad es que esto no es sostenible. No podemos dejar compromisos tirados, ni cosas incompletas.

    Ese no es el carácter que queremos reforzar.

    Así que lo que tenemos que hacer es buscar una manera de poder manejar este tipo de situaciones. Porque no ha sido la primera, ni será la última vez que nos suceda.

    Charles Kettering dijo, “un problema bien explicado es un problema resuelto a la mitad”.

    Muchas veces no es que no sepamos cómo resolver lo que tenemos en frente; es que no sabemos por dónde comenzar.

    Así que, empieza por el principio.

    Destila todo a su representación más simple.

    “Abrir la aplicación de correo”, “filtrar los mensajes”, “responder los que sean urgentes”.

    Algo tan simple como eso genera ese momentum que hará que las siguientes tareas, a las que les tenías tanto miedo, sean mucho más fáciles.

    Pasos pequeños, acciones grandes.

  • ¿Con quién te estás comparando?

    Es imposible no caer en comparaciones.

    A final de cuentas, vivimos en una sociedad que nos obliga a constantemente estarnos comparando. Es un instinto de supervivencia, casi.

    Pero, ¿es realmente algo positivo?

    En una de las los últimos Conversatorios en Pathways, justamente hablamos del tema. Uno de los asistentes preguntó, ¿qué tan bueno es compararse con los demás?

    Compartimos diferentes puntos de vista, y caímos en la conclusión de que la comparación no es buena ni mala en sí misma.

    Su valor radica en cómo la abordamos.

    Si la usamos para inspirarnos, aprender y medir nuestro propio progreso, se convierte en una herramienta poderosa.

    Pero si la dejamos convertirse en una vara que mide lo que nos falta, puede robarnos la paz.

    La clave está en recordar que el crecimiento personal es un viaje único y que, al final del día, la única comparación que realmente importa es con la persona que éramos ayer.

    Únete a Pathways y participa en nuestro siguiente Conversatorio.