Es fácil quedarte con la idea de que nada más estás trabajando por dinero. Que lo único que importa es que te llegue tu cheque a fin de mes.
Y sí, tal vez hay algunas personas que estén en esa situación. Que no tienen espacio para aspirar a más en sus vidas.
Sin embargo, el mero hecho de que estés leyendo este correo, significa que tienes cierto nivel de privilegio que no puedes negar.
Significa que, por defecto, tienes las posibilidades — y las ganas — de no solamente ganar dinero, sino de crecer. No solo profesionalmente, sino en todos los aspectos.
Crecer, entre otras cosas, también es darte cuenta de que perseguir únicamente el dinero es una misión vacía. Y te lo está diciendo alguien que recientemente sanó su relación con el dinero, después de mucho estira y afloja.
No quiero decir que el dinero no es importante, ni una parte esencial de cualquier trabajo — todos tenemos que comer, y claro que no me gustaría trabajar gratis.
¿Alguna vez tu manager o líder de equipo te ha dicho exactamente cómo hacer tu trabajo, y experimentas una reacción emocional particular que no puedes identificar?
A mí me ha pasado, y te quiero compartir que aprendí de ella.
A esta emoción se le llama reactancia y sale a relucir cuando especialmente sentimos que nuestra libertad está siendo amenazada, por ejemplo cuando nos hacen micromanagement.
Todos experimentamos esta reacción de manera diferente, por ejemplo:
Resistencia a acatar instrucciones
Frustración o enojo
Procrastinación
Rebeldía
Algunos consejos que me han ayudado a manejar esta emoción:
Reconoce tus emociones: Sé consciente de que estás experimentando reactancia. Si te sientes frustrado o resistente después de recibir instrucciones, es posible que estés experimentando este fenómeno.
Comprende la intención: A veces, las personas que nos dan instrucciones tienen buenas intenciones. Intenta entender por qué te las están dando. ¿Tienen experiencia que tú no tienes? ¿Están tratando de evitar un problema que han visto antes?
Comunícate abierta y honestamente: Si sientes que tu libertad está siendo amenazada, habla con la persona que te está dando instrucciones.
Explica cómo te sientes y propón alternativas que te permitan mantener autonomía.
Recuerda que tú también puedes dar feedback a tus líderes. Si sientes lo contrario, analiza si es momento de cambiar de ambiente de trabajo.
Manejar la reactancia me ha ayudado a:
Prevenir conflictos innecesarios
Facilitar la implementación de nuevas ideas
Mantener un alto nivel de motivación tanto personalmente como dentro de mi equipo.
Entender y manejar esta emoción no solo te permite recuperar tu sentido de autonomía, sino que también te equipa con las herramientas necesarias para prosperar y mejorar en tu campo.
De repente se siente que algo no hace clic, y todo cuesta más trabajo.
Y no termina ahí. Después viene, como si no fuera suficiente, un sentimiento de culpa por no poder hacer las cosas.
Y me pregunto ¿qué tan responsable soy y qué tanto estoy honrando mis propias metas y objetivos?
Lo que he aprendido con el tiempo y experiencia —porque no es la primera vez que me pasa esto— es que si me siento así es porque algo me faltó hacer.
Algo en mi rutina no se completó como debía.
Las rutinas no son para todos. Hay personas que necesitan la flexibilidad y novedad para sentirse bien. Yo no. Yo necesito estructura. Si no mi mente me hace las cosas más difíciles de lo necesario.
Pero la idea de tener una rutina también puede desanimar. Podrías pensar, ¿así van a ser todos mis días, de aquí en adelante?
Eh… qué flojera.
Por eso, en vez de rutinas, pienso en rituales.
Un ritual es algo que puedo hacer con un objetivo en específico. Por más simple que parezca, levantarte y asearte es un ritual. Tomar café en la mañana es un ritual. Vestirte y arreglarte es un ritual, aunque trabajes desde casa. Cada actividad le dice a tu cerebro que estás en cierto “modo”.
“Cuando me pongo los tenis, estoy en modo ejercicio.”
En una ocasión, platicando con mi terapeuta, le compartí mi enorme frustración por no ser “tan bueno” como algunos de mis compañeros de trabajo, y no tener el éxito que veo en ellos, y lo que me dijo en esa sesión me cambió la vida.
“Si tuvieras la oportunidad, ¿cambiarías tu vida completa por la de esa persona simplemente para ser igual de bueno programando?”
Allí comprendí que el “éxito” no es absoluto, ni significa lo mismo para todos.
El éxito para mí en aquel entonces estaba determinado por factores externos, como:
Status
Dinero
Ser el mejor en lo que hacía
Pero hoy para mí el éxito es:
Tener la capacidad de moldear mi entorno en función de que me permita tener tranquilidad
La opción de tomar decisiones sin apuros
Y ahora, de vez en cuando me pregunto, ¿cambiaría mi vida completa por la de esa persona, simplemente para poder estar al mismo nivel en este aspecto particular?
¿Alguna vez has intentado hablar sobre tus logros en términos de negocio — el Lenguaje del Valor —, y te sientes inadecuado o incómodo?
Si tu respuesta es que no, déjame entonces preguntarte: en tu currículum, ¿compartes ejemplos de cómo le ayudaste al negocio con tus habilidades? ¿O nada más tienes una lista habilidades relevantes para tu campo? Si eres desarrollador de software, pones una lista de lenguajes de programación. Si trabajas en diseño, listas herramientas de ilustración y composición de imágenes. ¿Verdad?
Ahí está.
Esto es un problema. Y te está impidiendo desarrollar tu potencial completo. Es más, te está impidiendo el acceso a las meras oportunidades que te ayudarían a potenciar tu carrera.
Porque no te estás vendiendo. En este artículo te quiero ayudar a resolver este problema.
Auto-Sabotaje: por qué no sabes cómo venderte
Muchas personas con habilidades especializadas somos alérgicos a la idea de “vendernos”. Preferimos hablar en terminologías con las que nos sentimos cómodos — nuestro nicho—, y no en el lenguaje del valor humano, o en el lenguaje que, aunque no lo queramos, termina impactando más nuestra carrera, lo queramos o no: el lenguaje de los negocios.
Desde un punto de vista psicológico, esto una forma de autosabotaje: minimizamos nuestro valor al no saber comunicarlo de manera efectiva. Y muchas veces lo hacemos de manera consciente. Evitamos salirnos de nuestra zona de confort.
Recuerdo una conversación con uno de mis mentores que cambió mi perspectiva. Me preguntó: “¿Por qué le tienes tanto miedo a venderte bien?” Mi respuesta fue rápida: “Porque no quiero echar mentiras.”
Sin embargo, él me mostró que hablar de mis habilidades y el valor que agrego a los equipos, en términos que los responsables de presupuestos entienden, no es echar mentiras — es traducir. Es entender que, para bien o para mal, las personas que contratan están viendo números y proyecciones de negocio, no herramientas.
Naturalmente, como yo no estaba acostumbrado a hablar en esos términos, cuando hablaba de “valor agregado” y en vez de “arquitectura de aplicaciones” sentía que estaba echando mentiras. Pero no: estaba hablando de exactamente lo mismo, solamente que desde otra perspectiva.
Y por más incómodo que fuera dejar de hablar de lo que yo era experto, hacerlo me abrió incontables puertas.
¿Qué es el Lenguaje del Valor?
Es una capa de traducción que te ayuda a comunicar lo que haces en términos que otras personas fuera de tu círculo de expertise puedan apreciar.
Algunos ejemplos:
Un desarrollador de software debería poder hablar en términos de cuánto dinero le está ahorrando a la empresa con sus contribuciones técnicas,
Un diseñador de marca debería de poder empatizar con las necesidades de su cliente, y comunicarle por qué sus propuestas le resuelven su problema,
Un arquitecto debería de poder entender qué es lo que realmente está buscando su cliente: diseño, seguridad, vanguardia, o una mezcla de todos — y saber cómo comunicarlo.
La clave es esta: tienes que traducir tu valor. Tienes que aprender a hablar el lenguaje de las personas que van a pagar por tu sueldo o por tu proyecto.
El Lenguaje del Valor no es manipulación
Como profesionales en cualquier industria, tenemos que comenzar a ver que vender nuestras habilidades no es manipulación, sino adaptación. No es cambiar lo que hacemos, sino cómo lo comunicamos.
La clave aquí es entender que en una organización, o en cualquier mesa de negociación, se hablan diferentes lenguajes. Aprender a hablarlos mejora nuestra posición, y nos permite colaborar de manera más efectiva.
Dominar el Lenguaje del Valor es esencial para tu desarrollo profesional. Esta habilidad no solo te beneficia diariamente como profesionista, sino que se convierte en un factor decisivo al buscar un aumento, un nuevo trabajo, una posición más avanzada, o un mejor cliente.
Hablar en términos de valor puede ser la llave que abre la puerta a oportunidades que transformarán tu carrera.
Cómo hablar el Lenguaje del Valor
Para dominar el Lenguaje del Valor, y aprender a venderte, te recomiendo lo siguiente.
Identifica y lista tus habilidades: Antes de poder traducir tus habilidades a un lenguaje más accesible, primero debes saber exactamente qué estás ofreciendo. Esto va más allá de las habilidades técnicas; piensa también en las habilidades blandas que has desarrollado. Por ejemplo, si eres bueno resolviendo conflictos dentro de tu equipo, eso es algo que también tiene gran valor.
Consejo: usa el método STAR (Situación, Tarea, Acción, Resultado) para describir situaciones específicas donde demostraste tus habilidades, sea de liderazgo, trabajo en equipo o resolución de problemas.
Encuentra un Traductor de Valor: Este puede ser un mentor, un colega de otra área o incluso un amigo que tenga habilidades para comunicar y entender tanto el mundo técnico como el empresarial. Ellos pueden ayudarte a encontrar las palabras y conceptos que transmitan tu valor de una manera comprensible para todos.
Ejemplo: Si eres un experto en optimización de bases de datos, un “Traductor de Valor” podría ayudarte a describir esta habilidad como “mejorar la eficiencia operativa reduciendo los tiempos de espera para los usuarios”.
Practica con Escenarios Reales: No basta con saber cómo traducir tus habilidades; debes practicar. Ya sea en entrevistas de trabajo, conversaciones con stakeholders o incluso en tus interacciones diarias con tu equipo, toma la oportunidad de hablar sobre tu valor. La próxima vez que tengas una revisión de desempeño o una conversación similar, intenta usar este nuevo lenguaje de “valor”. Prepara antemano cómo vas a describir tus contribuciones de manera que resuenen con tu audiencia, y después evalúa cómo fue recibido.
La próxima vez que hables con un gerente de proyecto, un cliente o modifiques tu currículum, en lugar de decir que “implementaste un algoritmo de búsqueda eficiente,” podrías explicar que “mejoraste la experiencia del usuario al hacer que la búsqueda de información en la aplicación sea más rápida y precisa.”
Recibe Retroalimentación y Ajusta: Después de cada intento de vender tu valor, busca retroalimentación. ¿Fue efectiva tu comunicación? ¿Hubo algo que pudiste haber dicho de una manera más clara? Utiliza estos aprendizajes para ajustar tu enfoque en el futuro.
Aquí hay una oportunidad de ejercer la Mentalidad de Crecimiento: La habilidad de “venderse” es como cualquier otra habilidad: se puede aprender y mejorar. Mantén una mentalidad de crecimiento y estarás vendiéndote como un profesional en poco tiempo.
Es una práctica
En definitiva, aprender a comunicar tu valor es mucho más que una técnica de negociación; es una inversión en tu crecimiento profesional y bienestar emocional. Al dominar el lenguaje del valor, no solo incrementas tus oportunidades para conseguir un mejor salario o avanzar a roles más prominentes. También ganas una nueva capa de autoconfianza, un sentido de propiedad sobre tu carrera que se traduce en un mayor cumplimiento personal y profesional.
Así que no lo postergues; empieza hoy a traducir tus habilidades técnicas en términos de valor.
No es solo un cambio de vocabulario; es una transformación completa que puede elevar tu carrera a nuevas alturas.
El burnout llega por donde menos te lo esperas. Probablemente haciendo lo que más te gusta, o algo que te da mucha satisfacción — algo para lo que eres bueno, y que te paga bien.
Eso mismo es lo que lo hace tan peligroso. ¿Cómo es que algo que aprecias, que sientes que le agrega valor a tu vida, puede ponerte en una situación tan complicada?
En este artículo quiero ayudarte a entender un poco más qué significa el burnout. La esperanza es que puedas prevenirlo — o detectarlo a tiempo, y cambiar el rumbo.
Pero primero…
¿Qué significa caer en burnout?
Que tu mente y cuerpo están rechazando alguna actividad porque ha caído en un exceso que no es posible sostener.
Piensa en tu comida favorita. Probablemente, la última vez que la comiste, dijiste “podría comer esto todos los días.” ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que lo que hoy consideras un manjar, te comience a dar asco?
La palabra “asco” es interesante. ¿Sabías que es una emoción? De hecho, está considerada como el límite superior de la aversión.
El asco es una reacción emocional — y física — de tu cuerpo rechazando algo.
Y así como lo puedes sentir con algo tan “básico” como la comida, también lo puedes sentir con algo tan “etéreo” como tu trabajo.
El burnout es tu cuerpo diciéndote que ya no puede comer más de lo mismo. Que ya no puedes continuar trabajando así.
El burnout es diferente para cada quien
No a todos nos pega de la misma manera, ni tampoco tiene el mismo origen.
Para unos, el burnout es cuestión de cuánto tiempo pasan haciendo algo. Para otros, es el nivel de intensidad con el que hacen las cosas, independientemente de cuánto tiempo inviertan en ello.
También he visto personas caer en burnout por la monotonía, o por no poder ejercitar su músculo creativo. Por no poder hacer algo que realmente les dé una satisfacción intrínseca.
Y así como no hay una sola receta para “llegar” al burnout, tampoco hay una receta para salir de él. Cada quien está en su propio camino.
Mike: De dos maneras. Gradualmente, y luego de repente.
Es exactamente con el burnout. Una noche más, dando el 110 %, parece inofensiva si se ve desde nivel cancha. Total, mañana duermes un poco más tarde, aunque esto ocasione que probablemente tengas que trabajar un poco más para compensar.
No hay gran problema.
Pero cuando lo ves en grande escala, a largo plazo, te das cuenta de que 3 años de ese ritmo han sido mala idea. Porque, primero, tomaste decisiones lentamente, un día a la vez. Y luego, de repente, ya estás quemado. Llegó el burnout, y es hora de enfrentar el problema.
Es extremadamente difícil recuperarse. ¿Por qué?
El burnout es un reto a tu identidad. Cuando llevas mucho tiempo haciendo algo, y el sistema en el que trabajas te recompensa de buena manera por hacerlo, ¿por qué habrías de parar?
Te comienzas a comprar la idea de que tu identidad es tu trabajo. Que eres la única persona que podría razonablemente hacer lo que te están pidiendo. Que no hay nadie mejor para ello. Después de todo, llevas mucho tiempo recibiendo feedback positivo por ello — feedback que, en el peor de los casos, se ve únicamente como más dígitos en tu cuenta de banco.
Y un día, levantas la cabeza y ya no encuentras satisfacción en lo que haces. Aun con todo el dinero en el banco.
¿Valió la pena? Probablemente, la respuesta sea no — por eso estás quemado. Es tu mente y cuerpo diciéndotelo a gritos.
Lo que toca ahora es reevaluar qué fue lo que te llevó a este punto en primer lugar. Ver de frente tu comportamiento, tus acciones, tus incentivos — tu identidad.
Para prevenirlo requieres autoconocimiento
Autoconocimiento de tus capacidades, sí, pero también de tus límites. De lo que te gusta, y de lo que no. De lo que estás dispuesto a tolerar, y por cuánto tiempo. También se trata de tener la agencia para poder cambiar las cosas cuando detectes que ya no están funcionando.
Es un reto: aceptar que tenemos un límite de cuánto podemos hacer, en una sociedad que premia la productividad cuantificable, y no la productividad sostenible. Porque significa que estás nadando contra corriente, y probablemente no vas a encajar con el resto de tus compañeros.
En Wall Street hay un adagio que dice, “si no vienes a trabajar el sábado, ni te molestes por venir el domingo”.
¿Aguantarías?
¿Qué estás haciendo actualmente en tu vida, aunque no trabajes en Wall Street, que siga la misma filosofía?
En 2024, encontrar trabajo en la industria de la tecnología es más difícil que nunca. Y creo que es porque ya no existe una tal “industria de la tecnología.”
Déjame explicarte, empezando por entender qué es (o era). En este artículo, te hablaré de:
Cómo nació la industria de la tecnología
Cómo funcionaba en su momento
Por qué era más sencillo encontrar empleo antes
La influencia de la pandemia en el mercado
El nacimiento de las empresas edtech y bootcamps
Cómo cambiaron los objetivos de las empresas
El impacto de la IA, y lo que nos depara el futuro
Comencemos
Cómo nació la industria de la tecnología
Para el 2009, cuando yo comenzaba mi carrera profesional, el iPhone había desatado la competencia por alcanzar la siguiente frontera de la tecnología: los dispositivos móviles.
Gracias al iPhone nacieron gigantes de la industria como Instagram, Snapchat, WhatsApp y Uber. También gracias a esta revolución, se aceleró el crecimiento de Facebook, Google, y Amazon.
Al mismo tiempo, durante los primeros años de la década del 2010, tomó vigor la revolución que eventualmente dio origen a lo que conocimos como “industria de la tecnología”.
¿Cuál era la característica principal de esta industria? Que tenía un único objetivo: crecer a toda costa.
Crecer a toda costa
De 2009 a 2018, no se necesitaba tener un negocio para hacer dinero. Necesitabas una idea —no necesariamente buena— y alguien que te diera dinero para implementarla. La cultura startup se cimentó, y muchísimos emprendedores comenzaron a “bajar dinero” para desarrollar un producto —lo que fuera— que encontrara product market fit.
Primero desarrollaban una solución —o una tecnología—, y luego veían si había espacio para ello en el mercado.
Y la forma de encontrar ese espacio en el mercado era buscar crecer a toda costa. Mientras más usuarios adquirieran, y la retención se mantuvieran estable o al alza, estaban haciendo las cosas bien.
Así funcionó el ecosistema por mucho tiempo. Porque los incentivos estaban alineados para que así fuera.
Después de la crisis económica de 2008, Estados Unidos buscó hacer que fluyera el dinero, bajando las tasas de interés de los préstamos. De repente, pedir dinero prestado para invertir era muy barato. De esta forma, personas acaudaladas, y con buen apalancamiento, pudieron “apostar” por diferentes jugadores, esperando que uno de ellos eventualmente saliera a la bolsa o fuera adquirido por algún competidor.
A esto se le llama “tener un exit”. Twitter eventualmente salió a la bolsa, mientras que Facebook compró Instagram por mil millones de dólares en 2014, aunque no hubiera generado un solo dólar de retorno durante los años que operó de manera independiente. Pero tenían buena tecnología, y product market fit. WhatsApp. Uber y Snapchat — muchas de las aplicaciones que hoy das por sentada tienen una historia similar.
Encontrar empleo en la industria de la tecnología era más sencillo
Trabajar en una startup, donde probablemente tienes una deuda encima en vez de un modelo de negocios sostenible, es una carrera contra el tiempo.
Se vive al día. Y para sobrevivir necesitas ingenieros e ingenieras excelentes en su craft, que puedan pivotar cuando sea necesario.
Así que las reglas del juego estaban claras para las personas que querían trabajar en esta industria: preocúpate por ser el mejor en tu craft y desarrollar tus habilidades técnicas, porque por eso te van a pagar — aunque la empresa para la que trabajes no esté generando un solo dólar de retorno.
En esencia, de 2010 a 2019, la industria de la tecnología premió a las personas con excelencia técnica. Esto, aunque no tuvieran habilidades de crecimiento profesional, y muchas veces ni siquiera un interés por el problema que estaban intentando resolver.
La pandemia aceleró la muerte de la industria de la tecnología
En 2020, las cosas cambiaron.
Millones de personas que tenían empleos “tradicionales” se encontraron en una situación extremadamente difícil. Sin poder salir a la calle sin arriesgar su vida, muchísimas personas vieron a la industria de la tecnología como su salvación.
Para este punto, los que trabajábamos desarrollando software, como grupo, nos habíamos creado una reputación de tener sueldos estratosféricos y beneficios irreales por hacer un trabajo que aparentaba no requerir tanto esfuerzo.
Las personas que trabajamos en esto sabemos que sí hay complejidad en lo que hacemos. Pero para alguien que trabaja a rayo de sol usando su cuerpo, ganando una fracción de lo que nosotros ganábamos, la oportunidad era obvia.
Entonces se crearon las condiciones ideales para que naciera una nueva industria: la industria de la educación tecnológica, o edtech.
El efecto de las empresas edtech y bootcamps
De la noche a la mañana, apareció un nuevo demográfico listo para ser explotado: personas que querían aprender a programar porque 1) se habían quedado sin trabajo, y 2) habían visto a la gente que trabajábamos en tecnología hacer dinero a lo idiota durante los últimos 10 años.
Así nacieron docenas bootcamps y “comunidades” (que en realidad no eran más que empresas de colocación de talento) de la noche a la mañana.
Estas empresas vieron una oportunidad en un mercado que estaba sufriendo. Tomaron ventaja de ello prometiéndole a alguien que nunca en su vida había escrito una sola línea de código, que encontraría trabajo en una empresa de tecnología top con un entrenamiento de 8 semanas.
Durante los siguientes dos años, las empresas edtech presumían cuántos graduados colocados tenían. “Miles de personas ya encontraron trabajo en tecnología gracias a nuestro bootcamp”.
Y en efecto, estos miles de personas significaron una inyección de talento al mercado laboral. Esto rompió el equilibrio que había hecho que las cosas “funcionaran” hasta ese momento.
A inicios de los 2010, teníamos un mercado con una gran demanda por personas adeptas en ciertas tecnologías y una oferta de trabajo que lo podía sustentar. Diez años después, nos encontramos con una alta oferta de personas medianamente capacitadas, y una demanda de trabajo que estaba a punto de desplomarse.
Las empresas pasaron de buscar crecimiento, a buscar rendimientos
En 2020 y 2021, el gobierno de Estados Unidos imprimió trillones de dólares para evitar que la economía colapsara por los efectos de la pandemia. Este movimiento fue criticado, pero algunos dicen que era necesario.
Eventualmente, las consecuencias nos alcanzaron. La inflación se disparó en 2022 gracias al exceso de dinero en circulación. El gobierno tuvo que tomar medidas para controlarla, y subieron las tasas de interés de nuevo. Pedir dinero prestado ahora era más caro.
Inflación en EE. UU. y su relación con la industria de la tecnología.
Los inversionistas tuvieron que comenzar a “apretarse el cinturón” porque equivocarse ahora les saldría más caro. La presión también llegó a las empresas, principalmente a las startups, a través de la deuda que habían adquirido.
Virtualmente de la noche a la mañana, miles de empresas pasaron de buscar cómo crecer a toda costa, a buscar cómo comenzar a generar ganancias — sin, o con muy poco margen de error.
Y para generar ganancias hay dos opciones: vender más, o gastar menos. Y como en la mayoría de las empresas el costo más alto es el del personal, te puedes imaginar qué fue lo que pasó.
El mercado laboral tiene las mismas dinámicas que cualquier otro mercado.
Una demanda alta de un recurso que tiene poca oferta, genera precios altos.
Oferta alta de un recurso que tiene poca demanda, hace que los precios se vayan al suelo.
La tormenta perfecta se creó: las empresas comenzaron a ser más conscientes de sus gastos, al mismo tiempo que incrementó la oferta de personas medianamente capacitadas. Entonces los sueldos bajaron, y las personas que encontraron trabajo lo hicieron con sueldos de una fracción de lo que se veía en 2018.
En una línea de tiempo paralela, la inteligencia artificial se estaba haciendo cada vez más popular y poderosa. Así que ahora las personas buscando trabajo no solamente tienen que competir contra un ejército de egresados de bootcamps y con ingenieros de alto calibre que habían sido despedidos. También compiten con la IA, que hace que muchos de los procesos para los que anteriormente una empresa hubiera contratado a un programador, ahora estén automatizados.
¿Qué era, entonces, la industria de la tecnología?
En retrospectiva, creo que a lo que por mucho tiempo le llamamos “industria de la tecnología”, no era más que un conjunto de factores que hacía que fuera más valioso saber cómo hacer las cosas, que preocuparte por el qué.
En la industria de la tecnología, lo que importaba era tener habilidades técnicas suficientemente desarrolladas y sólidas en una tecnología particular, para que pudieras pivotar de ser necesario.
Nos pagaban por crear soluciones primero, y luego buscar problemas.
¿Qué significa esto para las personas buscando trabajo en tecnología en 2024?
Hoy en día las empresas sí tienen un problema: que necesitan generar dinero. Y lo van a hacer de la manera que les sea posible.
Creo que esto significa que las empresas…
Van a aprovechar la sobreoferta de desarrolladores medianamente capacitados, porque son más baratos.
Van a dejar de enfocarse en hacer tecnología, y más bien en resolver problemas de negocio fundamentales (comprar soluciones, en vez de desarrollarlas en casa).
Van a pagar los grandes sueldos y beneficios a personas que sepan hacer algo más que simplemente escribir código: a personas que tengan algo tangible que aportar al negocio.
El panorama laboral para las personas que únicamente saben programar se ve cada vez más complicado.
El ciclo se repite: la nueva versión de la industria de la tecnología
El ciclo que describí en los párrafos anteriores está sucediendo de nuevo, frente a nosotros. Solamente que ya no le llamamos “industria de la tecnología”. Le llamamos “la revolución de la IA”.
Piénsalo: los mismos incentivos están en juego. No importa para que desarrolles tu IA, importa que lo hayas hecho, y luego que busques cómo hacer dinero.
La IA, en sí, es bastante útil. Pero creo que va a suceder lo mismo que sucedió hace unos años; tal vez más rápido. Las personas que llevan años desarrollando inteligencia artificial van a tener — están teniendo — por fin sus años de bonanza. Mientras que muchísimas personas están corriendo para subirse al tren y volverse competentes en el área.
Eventualmente, las dinámicas de mercado volverán a hacer lo suyo, y la oferta va a sobrepasar la demanda, y volveremos a comenzar con una nueva industria, un nuevo juguete, la siguiente gran creación (¿tal vez ahora sí sea VR?).
Qué nos depara el futuro
Los Increíbles es una de mis películas favoritas. Y en ella hay una línea que creo describe a la perfección el ciclo que te acabo de explicar.
Hacia el final de la película, cuando Síndrome por fin logra atrapar a Los Increíbles, vuelve a monologar:
… Y viejo y habiéndome divertido, todos mis inventos los venderé para que cualquiera pueda ser superhéroe. Todo el mundo se convertirá en súper.
Y cuando todos sean súper… nadie va a ser.
Cuando todo mundo sabe hacer algo, ese algo deja de ser especial. Si a eso le sumas las dinámicas de mercados, lo que está pasando tiene todo el sentido del mundo.
Esto significa que si te llama la atención trabajar con tecnología, hoy más que nunca tienes que desarrollar tus habilidades de crecimiento, comunicación, liderazgo — tus soft skills. Porque tus habilidades técnicas ya no van a ser suficientes.
Además, creo que vale la pena ver un poco más allá de la tecnología que quieres aprender, o en la que eres proficiente. Hoy en día la tecnología está tan democratizada, que ya tampoco es suficiente decir que quieres trabajar con una tecnología en particular. Ahora también tienes que preguntarte qué tipo de problemas quieres resolver con esa tecnología.
Desarrollar el sentido de resolución de problemas para negocios y personas, más allá de la tecnología con la que lo hagas. Esa será tu ventaja competitiva.
En este mundo, hay dos tipos de personas cuando se trata de navegar un cambio: las que ejercen la resiliencia, y las que lo sufren.
A Heráclito, antiguo filósofo griego que vivió entre los siglos VI y V a. C., se le atribuye la frase “la única constante es el cambio”. En la vida, trabajo, relaciones, esta idea se hace presente de manera constante. Creces, te mudas, renuncias, te despiden, te casas, te divorcias. El cambio está presente en todos y cada uno de los aspectos de la vida.
Lo que hace que la idea del cambio sea tan abrumadora, es que muchas veces no se sabe qué es lo que nos espera del otro lado. Sobre todo si no fuimos parte del conjunto de circunstancias que lo propiciaron. Muchas veces, no somos más que pasajeros.
Pero Heráclito tenía razón hace más de 2 400 años: el cambio es la única constante en esta vida, independientemente del rol que jugamos en ello. Y si esta premisa lleva siendo confirmada durante todo este tiempo, ¿por qué habríamos de asumir que va a ser diferente en un futuro?
Lo que no cambia, perece; hasta el agua estancada se pudre. Fue el mismo Heráclito, con su teoría de la transitoriedad, quien dijo: “nadie pisa el mismo río dos veces, porque no es el mismo río, ni la misma persona.”
¿Qué nos queda, entonces, si no aceptar que las cosas van a cambiar, y procurar que para cuando llegue el momento tengamos las herramientas necesarias para adaptarnos?
El ciclo emocional del cambio
Al iniciar el proceso de cambio, con él inicia el ciclo emocional que lo acompaña. De manera general, el ciclo emocional del cambio se puede representar en 5 fases:
Emoción desinformada: reconoces que va a haber cambio, y te emociona (positiva o negativamente), pero no sabes realmente qué esperar.
Pesimismo informado: ya tuviste la oportunidad de pensar un poco más sobre el cambio y sus implicaciones, y te preocupa que no puedas enfrentarlo.
El fondo de la desesperación: el cambio está sucediendo, y no te gusta. Robin Sharma le llama a esto “el medio caótico” (messy middle).
Emoción informada: los efectos del cambio no están siendo tan malos como pensabas (o sí), y comienzas a ver la realidad por lo que es.
Aceptación: se completó el cambio, y después de un tiempo vuelves a estar tranquilo y operando a tu capacidad normal.
Así como el duelo, estas fases no necesariamente suceden en este orden. Hay personas que empiezan por el final, hay otras que nos quedamos en el pesimismo informado por mucho tiempo. Hay personas que de plano son tan pragmáticas que se van directamente a la aceptación.
En un proceso terapéutico, nos enseñan que para poder entender nuestras emociones, primero tenemos que aprender a nombrarlas. Hay herramientas para ayudarte a reconocer qué es lo que estás sintiendo en determinado momento. El ciclo emocional del cambio es similar — una herramienta, o un modelo mental, que nos ayuda a nombrar lo que está sucediendo, para poder comprenderlo y aprender de ello.
Los modelos mentales, como la rueda de las emociones, o el ciclo emocional del cambio, son importantes porque nos sirven como mapas. Si bien ningún mapa es 100 % exacto, por lo menos nos ayuda a anticipar qué es lo viene. Y lo que viene, constantemente, va a ser el cambio.
Así que más nos vale estar preparados. Exploremos diferentes ideas de cómo lograrlo.
Resiliencia: aprendiendo a estar cómodos en la incomodidad
Las cosas externas no son el problema. Es tu valoración de ellas. Que puedes corregir ahora mismo. Si el problema es algo de tu propio carácter, ¿qué te impide enderezarlo ahora mismo?
En esencia, el emperador dice: el problema no es lo que pasó, sino el significado que le atribuyes a lo que pasó. Curiosamente, la Terapia Cognitivo-Conductual tiene bases muy similares:
A medida que vivimos nuestras vidas, interpretamos lo que sucede a nuestro alrededor: formamos creencias y entendimientos. Estos significados afectan cómo percibimos el mundo. A veces, nuestras creencias nos angustian y pueden llevarnos a formas de actuar poco útiles. El papel de un terapeuta de TCC (Terapia Cognitivo-Conductual) es ayudar a sus clientes a comprender y examinar sus creencias: ayudarles a dar sentido a los significados.
Mientras más pronto te des cuenta de que no tienes la capacidad de controlar lo que sucede a tu alrededor, pero sí de cómo reaccionas ante ello, mejor. Así también te será más sencillo asimilar los cambios que se te presenten en tu vida.
Así como uno necesita sufrir dolor físico para construir músculos y huesos, uno necesita sufrir dolor emocional para desarrollar más resiliencia emocional, un sentido del yo más fuerte, mayor compasión, y en general, una vida más feliz.
En esencia, la única manera de sentirnos cómodos con el cambio es exponiéndonos a él, y aceptándolo por lo que es: algo que no controlamos. Lo único que controlamos es cómo reaccionamos ante él.
Cultivar la resiliencia — aprender a estar cómodos en la incomodidad — es la manera de enfrentar un cambio.
¿Deberíamos de ser siempre optimistas ante los cambios?
Cultivar la resiliencia no significa que todos los cambios son inherentemente buenos y que deberíamos de ser siempre optimistas ante ellos.
De hecho, hay cambios que nos pueden hacer mucho daño. Que nos van a hacer pasar momentos amargos, y que van a poner nuestro carácter a prueba.
Pero como dice el dicho, no hay mal que dure 100 años. Y al final de cuentas, no somos más que un cúmulo de experiencias a lo largo del tiempo. Buenas o malas, las experiencias que vivimos — los cambios por los que pasamos — forjan nuestro carácter, personalidad y visión del mundo. Y aunque no controlamos lo que nos pasa, sí podemos controlar cómo reaccionamos ante ello.
Es fácil darte cuenta del efecto que tuvo un cambio en ti — pero únicamente en retrospectiva. Y esa es una de las cosas que hacen el cambio un tema tan interesante y complicado: es solo hasta que pasaste por el proceso del cambio, que puedes saber cómo te afectó. Steve Jobs, en su famoso discurso de Stanford en 2005, dijo:
Por supuesto, era imposible conectar los puntos viendo hacia delante cuando estaba en la universidad, pero estaba muy muy claro viendo hacia atrás, 10 años después. De nuevo, no puedes conectar los puntos viendo hacia delante, solo hacia atrás. Así que tienes que confiar que los puntos van a conectarse de alguna manera en tu futuro.
La resiliencia también se trata de saber que, eventualmente, lo que sea que nos esté pasando va a hacer sentido.
No que necesariamente vayamos a estar de acuerdo, o que nos vaya a gustar — pero hará sentido.
Hablemos de dinero. Particularmente, desde la perspectiva de cómo es que logré sanar mi relación con él, y así, mis finanzas personales.
Pero primero, un poco de mi historia personal para contextualizar: en 2009 comencé a trabajar como desarrollador de Software. Durante los años que siguieron, la industria para la que trabajaba pasó por una época de bonanza de las que se ven solo una vez en la vida. Dupliqué mi sueldo año con año, por 4 o 5 años consecutivos. Me estaba yendo muy bien, pero por más dinero que hubiera en mi cuenta, sentía que nunca era suficiente. No estaba contento, ni sentía que lo disfrutaba más. Por mucho tiempo, la estrategia que seguí fue buscar ganar más — la lógica siendo que el problema de que me sintiera así es que no tenía suficiente.
Pero mientras más ganaba, más frustrado estaba. ¿Por qué no me siento mejor si gano más que hace un año? ¿Por qué el número que creí me resolvería todos los problemas, y que ahora veo en mi cuenta de banco, me hace sentir mal?
A mediados de 2021, me di cuenta que tenía que cambiar la estrategia. Buscar simplemente ganar más no era la solución, y para ese entonces ya tenía 3 o 4 años de experiencia consciente respaldando esa idea.
Entendí que lo que tenía que sanar era mi relación con el dinero, no la cantidad que tenía disponible.
Mi relación con el dinero era circunstancial
Las personas que trabajamos con software somos extremadamente afortunadas. Nuestras habilidades nos han puesto en posiciones privilegiadas donde, podemos asumir — o casi garantizar — que tendremos acceso a sueldos por mucho más altos que los del ciudadano promedio.
De acuerdo con Glassdoor, el sueldo base promedio para un desarrollador de software en México ronda los $51,000 MXN mensuales (o un poco más de $600,000 MXN al año). Esta cifra no contempla otros tipos de compensación, como bonos de rendimiento y RSUs, que harían que la cifra real estuviera más cerca o sobre el millón de pesos anuales. Mientras tanto, datos oficiales de gobierno dicen que, durante el segundo trimestre de 2023, el sueldo promedio para profesionistas y técnicos en México fue de $7,300 MXN mensuales — o casi siete veces menos que un desarrollador de software.
Con esta disparidad en mente, es evidente que las personas que trabajamos en software tenemos una ventaja significativa en la economía actual. Pero con este privilegio también viene una responsabilidad. La industria nos ha brindado un poder económico y una estabilidad que muchos otros no tienen, y es crucial reconocerlo y actuar con la seriedad y conciencia que se merece.
Y te preguntarás… ¿si trabajar en software es tan redituable, cómo es que necesitaste sanar tu relación con el dinero? ¿No se trata simplemente de tener más?
¡No! El dinero, he aprendido, es un tema emocional, no de números.
El problema con el discurso usual sobre finanzas personales
Si buscas “finanzas personales” en Google o YouTube, te van a salir cientos de miles de resultados. La gran mayoría de ellos te van a querer vender cómo maximizar tu dinero. Te van a sugerir instrumentos de inversión, y hacks para hacer que pagues menos impuestos. Números.
Pero casi nadie te va a decir que para tener una buena relación con el dinero, y así finanzas personales sanas, necesitas entender qué significa el dinero para ti.
Por ejemplo…
¿Escuchaste a tus papás hablar de dinero? ¿Era una energía positiva o negativa?
¿Con qué ideas sobre el dinero creciste sin darte cuenta, por como veías que las personas al rededor de ti se comportaban?
¿Alguna vez pasaste por una situación traumática que coloreó cómo te sentías con respecto al dinero por el resto de tu vida?
O peor aún… ¿era el dinero un tema tabú en tu casa, del cual no se hablaba?
Ganarle en la matemática no te va a servir de nada si no entiendes primero por qué tu relación con el dinero es como es. Yo lo experimenté en carne propia. Es cansado, frustrante, y una carrera que no se puede ganar.
Sanar mi relación con el dinero, y mejorar mis finanzas personales, requirió enfrentar la realidad
Cuando comencé a ganar lo que yo consideraba “un buen sueldo”, allá por 2015, decidí que era hora de sumergirme en el mundo de las inversiones. Devoré un par de libros sobre finanzas, y me compré algunos cursos que, por un rato, me hicieron creer que ya estaba capacitado para manejar mi dinero. Pero esa sensación de competencia no duró mucho.
Unos años después había multiplicado mi sueldo unas cuatro veces. A pesar de esto, sentía que el dinero se esfumaba aún más rápido, y mi percepción general sobre mi situación financiera era más negativa que cuando inicié a ponerle atención a esta área de mi vida.
Por un tiempo seguí utilizando la misma estrategia de finanzas personales que había estado empleando hasta ese momento: buscar la manera de incrementar mi ingreso. Suponía que mi situación mejoraría con el siguiente aumento de sueldo. “Cuando por fin gane $50,000 al mes, ya no tendré estos problemas. No, cuando gane 60. No, 80.”.
En 2021, en plena pandemia, tuve una realización. Me di cuenta que una vez más me había comprometido financieramente por un impulso, sin pensar en las consecuencias. “Ya encontraré cómo lo resuelvo”, recuerdo haber pensado. Pero esta vez, algo me dijo que era momento de cambiar. No puedes seguir haciendo esto.
La mejor forma de predecir comportamiento futuro es observando comportamiento pasado. Así que decidí darle una buena revisada a cómo me venía comportando con el dinero, y puse manos a la obra. Había que cambiar muchas cosas.
Lo que hice para comenzar a sanar mi relación con el dinero
Decidí cambiar la forma en que estaba pensando resolver mi problema.
Cambiar las tácticas por una visión más holística de la situación. Lo que tenía bastante claro es que no sabía por qué, aunque cada vez ganaba más dinero, no me sentía mejor, más completo o más feliz. Muchas veces, era al contrario.
En mi caso, después de hablar con un par de asesores de finanzas personales, leer muchos libros, e intentar “descifrar el código”, entendí que lo que tuve que haber hecho era buscar cómo sanar mi relación con el dinero, y no elegir el vehículo de inversión que me diera mejor rendimiento.
Entendí que el problema no que no tuviera dinero, sino cómo ver lo mucho o poco que tenía positivamente. Mis experiencias pasadas, y la educación familiar sobre el dinero me dieron una perspectiva sesgada, impidiendo que lo disfrutara o me sintiera satisfecho con él.
Entendí que estaba intentando resolver un problema emocional y psicológico con tácticas, lógica y matemáticas.
Esto se manifiesta de manera diferente para cada uno, por supuesto. Pero te invito a reflexionar. ¿Qué narrativas e ideas con las que creciste pueden estar jugándote en tu contra? ¿Qué frases sobre el dinero creciste escuchando que ahora, sin darte cuenta, están interfiriendo con tu salud financiera?
Los recursos que me ayudaron a sanar mi relación con el dinero
Aquí te comparto los recursos que me ayudaron (y me siguen ayudando) a mejorar y mantener una relación positiva con el dinero, lo que da como resultado finanzas personales más sanas. Están en el orden sugerido de lectura.
Empecé leyendo The Psychology of Money de Morgan Housel. Si es tu primer acercamiento al mundo de las finanzas personales, y trabajas en esta industria, ese libro te ayudará a ganar un poco más de perspectiva sobre qué realmente significa invertir, más allá de tácticas, mercados, cuál es el “mejor instrumento”, etc. En este libro, Morgan Housel también habla sobre el aspecto social y psicológico que el dinero juega en nuestras vidas y sociedad.
No desaproveches la oportunidad de iniciar sin vicios, malas experiencias, habiendo intentado “ganarle al mercado”, etc. Lo he leído por lo menos 3 veces durante los últimos dos años, y cada vez encuentro pasajes que me resuenan de maneras diferentes.
El autor recientemente empezó un pódcast donde explora estos temas de manera más detallada. Te recomiendo comenzar con estos episodios:
También leí Die With Zero de Bill Perkins para terminar de asentar el punto de que para tener “éxito en las inversiones”, primero tienes que definir qué significa ese éxito para ti. (Spoiler alert: no es una cantidad de ceros en el banco) Este libro toca temas un poco más profundos y filosóficos, como la muerte, el legado que quieres dejar en la tierra, y el factor que juega el ego en la toma de decisiones financieras. El argumento del autor es bastante claro aquí, deberías de optimizar tu vida para que cuando mueras, tu cuenta de banco esté en ceros. Interesante
Si esta lectura se te hace muy rebuscada, o toca temas difíciles de digerir para ti, te recomiendo como alternativa que leas Your Money or Your Life. Este libro es un poco más táctico, pero la esencia de la idea principal está muy alineada a Die With Zero.
Una vez que tenía mi visión clara, volví a la estrategia
Finalmente, para definir las tácticas que realmente me funcionarían, me devoré el contenido de Ramit Sethi, en I Will Teach You to Be Rich. De manera práctica, las ideas de Ramit me ayudaron a salir de deudas, y comenzar a usar mi dinero de manera que me sintiera feliz, cómodo, y seguro. Actualmente, soy parte de su comunidad en línea, tomo las llamadas con él todos los meses, y participo en el canal de Slack.
Las ideas sobre finanzas personales de Ramit pueden ser poco ortodoxas o hasta parecer contrarias de primera impresión, pero resonaron mucho conmigo y realmente fueron las únicas que me ayudaron a reconfigurar mis tácticas y estrategias financieras. Si quieres primero dar una probada de la filosofía de Ramit antes de comprar leer el libro, puedes ver su conferencia en Google (43 min), una de sus entrevistas con Tim Ferriss (1:27), o su show en Netflix (8 episodios de ~1 h).
Ramit también tiene un pódcast donde entrevista a parejas y les ayuda con sus problemas de dinero. Es prácticamente terapia de pareja al rededor del dinero, en vivo. Se van bastante profundo.
Todos estos libros los he comprado y regalado varias veces a mis amigos cercanos. Y planeo seguir haciéndolo. Actualmente, en mi librero tengo varias copias de cada uno, listos para ser entregados en un abrir y cerrar de ojos a alguien que crea le pueden servir.
Buscar ganar un porcentaje extra no va a hacer una diferencia real en tu vida si primero no sanas tu relación con el dinero.
Por lo menos esa fue mi experiencia. Y si las charlas que he tenido con otras personas son indicador de algo, considero que muchas personas en esta industria estamos en la misma situación. Pero nos cuesta trabajo (o nos da pena) aceptarlo.
Para resumir, mi recomendación es que primero trabajes en sentirte más segura de que tu relación con el dinero está sana, que entiendes por qué y para qué estás invirtiendo (más allá de agregarle ceros a tu valor neto).
Terminé mi onsite para un rol de ingeniería en Airbnb, confiando en que las habilidades que demostré durante las entrevistas me perfilaban como un buen candidato. La charla que tuve al final con quien sería mi manager me dejó con la expectativa de que recibiría una oferta pronto. No sabía que estaba a punto de enfrentarme con una crisis de identidad.
Di un paso fuera del hermoso lobby de 888 Brannan St. no sin antes tomar un par de fotos.
Para cuando mi segundo pie terminó de apoyarse en la acera afuera de la oficina, en vez de sentirme emocionado por la idea (por más vaga que fuera) de que pronto podría trabajar Airbnb — una empresa con alcance global, cuyo producto usaba, y equipo admiraba —, me sentí desanimado y sin ganas de hacerlo.
Inmediatamente después, un abrumador sentimiento de peligro me envolvió. Un ataque de ansiedad — justo ahí, a unos pasos de las oficinas de las que acababa de salir. Corrí al departamento que la empresa había reservado para mí a tan solo unas calles de distancia, y me intenté calmar como pude. No sabía lo que estaba pasando, pero se sentía real, peligroso, y con consecuencias graves que no lograba dimensionar.
Una serie de eventos en mi vida personal (que probablemente sean relevantes, pero no para esta publicación) hicieron que eventualmente volviera a buscar ayuda terapéutica. Así fue como, 6 meses después de ese ataque de ansiedad, afuera de las oficinas de Airbnb, y en plena pandemia, encontré a Francisco, mi terapeuta, y comencé, poco a poco, a entender lo que me había pasado — y su origen.
Mi crisis de identidad
Lo que me pasó afuera de las oficinas de Airbnb puso en movimiento una serie de cambios radicales en mi vida. Durante este proceso de años, acompañado de Francisco, fui entendiendo poco a poco que lo que me detonó aquel ataque de ansiedad fue una crisis de identidad.
Cuando entrevisté para Airbnb, llevaba un poco más de una década escribiendo código para la plataforma iOS. Cuando inicié, en 2009, la industria del desarrollo móvil estaba explotando. Todas las empresas querían tener aplicaciones móviles, y estaban dispuestas a pagar un prémium por talento. Además, gracias a que la barrera de entrada para desarrollar iOS era más alta, no había tanta competencia. Era lo que se conoce como un mercado de candidatos.
Además, en la ciudad en que yo vivía había muy pocas personas haciendo lo mismo que yo. A mi ego le gustaba esto.
Al salir de las oficinas de Airbnb, y darme cuenta de que una parte de mi subconsciente estaba seriamente considerando dejar de programar y dedicarme a otra cosa, mi identidad se vio directamente amenazada. Iba a dejar de ser “Oscar Swanros: iOS Engineer”. ¿Quién sería, si no era uno de los pocos ingenieros iOS en Colima que trabajaba remoto para startups de San Francisco y Europa?
A mi ego no le gustó esto, y me hizo correr a refugiarme al departamento a unas cuadras del HQ de Airbnb, haciéndome creer que algo muy malo estaba por pasar.
Las etapas del desarrollo humano de Erik Erikson
Erik Erikson era un psicoanalista danés que en 1950, en su libro Childhood and Society, definió 8 etapas de desarrollo humano. De acuerdo a Erikson, todas las personas pasamos por una serie de etapas que nos presentan una problemática a resolver, y nuestra personalidad se forma a través de la victoria o derrota en cada una de ellas.
Curiosamente, fue Erikson también quien acuñó la frase “crisis de identidad”.
La propuesta de Erikson asocia, generalmente, cada etapa del desarrollo humano con un rango de edades:
Etapas del Desarrollo Erik Erikson
Erikson dice en su teoría del desarrollo humano que fallar el reto de cada una de las etapas hace que tener éxito en las etapas subsecuentes sea más complicado. Pero también dice que es posible resanar etapas pasadas en un futuro, si se hace el trabajo necesario.
La etapa 5, que se desarrolla entre los 12 y los 18 años, presenta la problemática de definir tu identidad personal o vivir en confusión por el resto de tu vida. Curiosamente, es al rededor de estas edades que muchos decidimos las carreras que queremos estudiar, e incursionamos en nuestras industrias.
Mi identidad como Oscar Swanros: iOS Engineer se creó y comenzó a echar raíces por ahí de 2009, a mis 16 o 17 años. Decidí que quería escribir código para el iPhone, y todas las decisiones que tomé a partir de ese momento partieron de esa premisa.
La influencia del ambiente en tu identidad personal
Las decisiones que tomamos en nuestra adolescencia se terminan convirtiendo en parte de quienes somos. A veces de maneras explícitas, pero sutiles.
Si estudiaste una ingeniería, por ejemplo, seguro en tu grupo del salón no faltaron los memes, chistes y comparaciones de por qué los ingenieros son mejores que los licenciados. En su momento puedes no prestarle importancia a ese mensaje, pero inconscientemente estás cimentando más y más la noción de que alguien como tú pertenece a un grupo selecto, y que hacer cosas “que puede hacer un licenciado” va en contra de quién eres.
Retar tu identidad también puede presentar un cambio de estatus socioeconómico, y de cómo te perciben las personas que te rodean.
En esencia, una crisis de identidad no solamente te obliga a explorar quién eres y por qué haces lo que haces. Además, te obliga a poner todos estos cambios en contexto del ambiente en el que estás acostumbrado a desenvolverte.
No solo es encontrarte a ti mismo de nuevo. Es encontrar un nuevo lugar en donde encajas.
Pasar por una crisis de identidad es más común de lo que crees
Es normal creer que eres la única persona que estás pasando por esto. Nadie te culparía por sentir vergüenza al hablar de esto. La sociedad en la que vivimos no nos ha acostumbrado a hablar de estas cosas de manera abierta.
Pero una crisis de identidad es un problema tan común y prevalente que ha sido usado incontables veces como tema a tratar en películas, series, y medios en la cultura popular.
Hal, el papá de Malcolm, dejó su empleo para convertirse en pintor. Walter White, curiosamente interpretado por el mismo actor, dejó su trabajo como maestro de química en una preparatoria para convertirse en narcotraficante.
Todas las películas de Matrix se tratan de Thomas Anderson lidiando con esto.
Misma historia para Moana, Elsa de Frozen, Mulán, y hasta Woody en Toy Story.
Así que no: no eres la primera persona que pasa por esto, ni serás la última.
¿Qué se hace ante una situación así, entonces? Te quiero compartir el framework que me ha funcionado durante los últimos años para hacer las pases con quien soy poco a poco, para que logres desenmarañar tu situación.
Solo una advertencia: no va a suceder de la noche a la mañana. Yo llevo en este proceso 4 años, y contando.
Paso 0: Haz las pases con tus circunstancias
Dependiendo de la etapa de la vida en la que estés, puede ser que tengas más o menos oportunidades de retar y cambiar la identidad que adoptaste.
Si llevas poco tiempo en tu industria para cuando te diste cuenta de que ya no te motiva programar, será mucho más sencillo que cambies tu dirección de carrera. En la etapa de la vida en la que aún estás intentando definir tu identidad, cambiar de camino es algo esperado y será un proceso natural.
Pero si estás en tu etapa Generativa (la 7 de 8), y es ahí cuando comienzas a cuestionarte tu identidad, te vas a enfrentar a un reto mucho más grande. Puede ser que tengas una familia o responsabilidades más fuertes, donde cualquier decisión que tomes va a tener un impacto directo en otras personas.
Independientemente de esto, ante una crisis de identidad, lo primero que tienes que hacer es aceptar las circunstancias.
La Oración de la Serenidad captura perfectamente lo que hay que hacer: buscar la serenidad para aceptar las cosas que no puedes cambiar, obtener el valor para cambiar aquellas que sí, y procurar la sabiduría para reconocer la diferencia.
Opción 1: Explora otros aspectos de tu trabajo
Morgan Housel explica que los humanos estamos calibrados para buscar estatus, no felicidad. Si tu identidad y estatus están ligados al código que escribes (o lo que sea tu craft), puede ser que estés peleando una batalla que ya está perdida.
Buscar activamente dejar de depender de tu craft para obtener un sentido de identidad en tu trabajo puede abrirte nuevas oportunidades. Aquí algunas pautas para que reflexiones:
Si trabajas desarrollando software, en lugar de enfocarte en el código que escribes, enfocarte en los problemas que resuelves y cómo estos benefician a tus usuarios.
Podrías buscar otras áreas del negocio, o de la industria en la que trabajes, que te motiven a aprender otras cosas nuevas y explorar fuera de tu zona de confort desde un deseo de crecimiento.
También siempre existe la posibilidad de que ayudes a las personas que vienen detrás de ti a que no cometan los mismos errores que tú. ¿Cómo podrías involucrarte más en el crecimiento profesional de las personas con menos experiencia que tú? ¿Podrías convertirte en mentor de alguna de ellas?
Opción 2: Explora fuera de tu trabajo
Puede sonar trillado, pero tener hobbies y actividades, y hasta responsabilidades, fuera de mi trabajo, ha tenido un impacto positivo directo en mi salud mental y niveles de satisfacción. También me ha ayudado a encontrar un balance más sano con mi sentido de identidad.
Si tengo un día malo en el trabajo, sé que sigo siendo una buena pareja para mi novia, un buen dueño para mis perros, un buen vecino en mi edificio, un buen hijo, hermano, y amigo.
Como muchas cosas, decirlo es más fácil que hacerlo, así que aquí hay algunos ejemplos más prácticos de cómo he logrado desanclarme de mi trabajo como mi principal fuente de identidad y satisfacción.
Primero, estoy evitando usar mi teléfono y dispositivos electrónicos para ocio inconsciente. Estos días, el Screen Time de mi teléfono reporta un uso promedio menor a los 40 minutos diarios, y la mayoría de eso son momentos breves durante el día donde necesito responder un mensaje, tomar una foto, o atender algo en particular. No es tiempo que se me fue de las manos.
Quiero aprender a leer por placer, no solamente por aprender. Así que ahora, en vez de libros sobre productividad, negocios y desarrollo de software, estoy aprendiendo a disfrutar de leer novelas. Comencé por The Silent Patient y The Analyst. Ya tengo en la mira los que siguen.
También comencé a darle oportunidad a ver deportes en vivo (F1, Tenis), y tomar clases de cosas completamente nuevas, como el curso de barista al que voy a asistir más tarde este mes.
Pero el impacto más positivo que he visto para mí ha sido lo más simple del mundo: decir que sí. A oportunidades, a salidas, aunque mi rutina se vea un poco más afectada, a conocer más gente, a platicar con desconocidos, a hacer amigos.
Algunas otras ideas a probar: emprende un negocio, convoca a una noche de juegos con tu grupo de amigos que hace mucho tiempo no ves, agenda una sesión recurrente para recibir un masaje. O si tienes familia, ¿por qué no intentar activamente ser el mejor padre o pareja?
Lo importante es que te des cuenta de que nada de esto va a suceder por sí solo. Tienes que tomar un rol activo en moldear cómo pasas tus días.
Volviendo a la Oración de la Serenidad, esta es una de las cosas que puedes cambiar: busca el valor para hacerlo.
Tienes que sostener tu identidad de manera ligera
Julia Galef explica en su libro The Scout Mindset la idea de “sostener tu identidad de manera ligera”. Este concepto es especialmente relevante para alguien pasando por una crisis de identidad.
Sostener tu identidad de manera ligera significa pensar sobre ella como un hecho, no como una fuente central de orgullo y significado en tu vida. Es una descripción de quién eres, no una bandera ondear con orgullo.
Cambia la historia que te cuentas a ti mismo, de “soy un programador” a “mi trabajo es programar”. De “soy un diseñador” a “mi trabajo es diseñar”. Y compleméntalo con vivir tu vida fuera de los confines de las responsabilidades de tu trabajo.
Al hacerlo, estarás diciéndole a tu psique que tu sentido de identidad está seguro, independientemente de a qué te dediques.
Si practicas sostener tu identidad de manera ligera, poco a poco te darás cuenta de que tu vida también se vuelve más ligera y sencilla.
Es más sencillo hablar de sobrellevar una crisis de identidad que hacerlo
Es más fácil listar que aplicar los consejos que te comparto en este artículo. Pero piénsalo, si no fuera difícil que uno separara su identidad de su trabajo, Pixar no habría tenido argumentos para crear Toy Story, y Neo probablemente nunca hubiera perseguido al conejo blanco.
Al final de cuentas, el camino de desarrollo personal que cada uno de nosotros decide tomar es eso: personal. Y está perfectamente bien si al leer este artículo no te identificaste con nada de lo que dije. De hecho, hasta te envidio un poco. Porque pasar por una crisis de identidad es uno de esos momentos que terminan siendo cruciales en la vida de las personas, y no es sencillo sobrellevarlo.
Pero si leíste esto y te sentiste visto o vista: está bien. Respira. Esto es solo el comienzo, y como dije arriba, no eres la primera ni la última persona que va a pasar por esto. De las herramientas que te compartí arriba toma las que apliquen, ignora las que no, y, definitivamente, háblalo con tu terapeuta.
La semana pasada participé en un taller donde aprendimos el valor de escuchar sin intentar resolverle los problemas a otras personas. En la explicación que dio el facilitador, compartió un concepto que me voló la cabeza: las fases del conocimiento. Durante el taller, usó esta idea para recalcar la importancia de mantenerse receptivo ante los sentimientos de los otros.
No lo había escuchado nunca, pero se me hizo una forma extremadamente práctica de entender cómo es que el conocimiento se vuelve parte de nuestra vida. Y hoy te quiero compartir ese concepto para que lo utilices cada que quieras aprender algo nuevo.
El conocimiento puede existir en 4 fases dentro de nosotros: Punto Ciego, Aprendizaje, Aplicación y Encarnación.
Las fases del conocimiento: Punto Ciego, Aprendizaje, Aplicación y Encarnación
Cada una de estas 4 fases se vive de manera consciente o inconsciente.
Punto Ciego: Inconsciente. No sabes lo que no sabes. Asumes y supones, pero no te cuestionas el porqué de las cosas. Simplemente, aceptas la realidad tal cual. Vives de dogmas y vas por la vida sin preocuparte por los efectos de tus acciones en los demás.
Aprendizaje: Consciente. Por alguna razón, te diste cuenta de tu punto ciego y buscas expandir tu conocimiento. Estudias, investigas, encuentras maneras de desbloquearte.
Aplicación: Consciente. Comienzas a cristalizar tus aprendizajes de la fase pasada. Tomas lo que aprendiste, y lo aplicas para terminar de asimilar el conocimiento. Esto, a su vez, genera más preguntas.
Encarnación: Inconsciente. Lograste dominar tu craft y ahora puedes ejecutar sin pensar; tu conocimiento es inconsciente. Tu conocimiento se vuelve sabiduría. Vuelves a no saber por qué sabes lo que sabes, y esto te expone a nuevos puntos ciegos. El ciclo se repite.
Si tienes la suficiente astucia, te darás cuenta de que este no es un proceso lineal, sino cíclico. Cuando logras encarnar el conocimiento, en tu mente se libera espacio para poder ponerle atención a otros aspectos de tu vida. Es ahí donde descubrirás más puntos ciegos, y podrás comenzar el camino de nuevo.
Esta forma de pensar también encaja perfectamente con el efecto Dunning-Kruger (el inverso del síndrome del impostor): “mientras menos sabes, más crees que sabes.” Te hice una gráfica.
La diferencia entre programar y desarrollar es sutil pero importante. Para resaltarla, veamos cómo esta misma diferencia se manifiesta en una industria que podría parecer no tiene nada en común.
Cuando los doctores trataban enfermedades, no pacientes
Los médicos se sentían obligados a atender las necesidades físicas y emocionales de sus pacientes y a hacerlo por su propia autoridad, sin consultar con sus pacientes sobre las decisiones que debían tomar. La idea de que los pacientes también puedan tener derecho a compartir la carga de las decisiones con sus médicos nunca formó parte del espíritu de la medicina.
Imagínate despertar de una operación que no pediste, sin una parte de tu cuerpo, porque el médico asumió que 1) querías curarte de una enfermedad que no sabías que tenías, y 2) que lo que decidieron hacer era la única manera de hacerlo.
Hoy en día, eso (casi) nunca sucede. Y la razón es que hace unos 50 años se crearon leyes de protección al paciente, tomando en cuenta el argumento de Katz: que los pacientes tienen puntos de vista completamente diferentes a los de la ciencia acerca de lo que constituye un tratamiento que valga la pena, y, por tanto, deben de ser consideradas en su plan de tratamiento. Escribió:
Es peligroso afirmar que en la práctica de su arte y su ciencia, los médicos pueden confiar en sus intenciones benévolas, en su capacidad para juzgar qué es lo correcto o en su capacidad para realizar sus tareas con humanidad, paciencia, prudencia y sabiduría. No es tan fácil. La medicina es una profesión compleja y las interacciones entre médicos y pacientes también lo son.
La práctica moderna de la medicina no trata enfermedades, sino pacientes. Esto significa que la persona que va a ser tratada está involucrada en la creación del plan de tratamiento desde un inicio. Conoce los pros y contras, y está informada de las implicaciones del procedimiento al que se va a someter.
La relación doctor-paciente es muy similar a la del desarrollador-negocio.
Por un lado, hay expertos en una ciencia, técnicamente adeptos, entrenados (y condicionados) para reconocer patrones y resolverlos con herramientas y procedimientos especializados. Del otro, síntomas evidentes y necesidades aparentes que pueden (o no) requerir de intervención técnica.
La ciencia de la medicina está aún presente en las interacciones de los doctores con sus pacientes. Pero está recubierta por capas y capas de habilidades clave, como:
Comunicación: Los médicos necesitan comunicar de manera clara y comprensible diagnósticos y tratamientos a los pacientes.
Empatía y modales: Es esencial que los médicos muestren empatía y un buen trato para confortar y entender mejor a sus pacientes.
Conocimiento ético y legal: Los médicos deben estar informados sobre las leyes y principios éticos que rigen la atención médica y la confidencialidad del paciente.
¿Volverías a consulta con un doctor que la única solución que te ofrece es una operación, y se niega a considerar otras opciones? ¿Tratarías con un doctor que no te da la información con tacto y paciencia, y se ocupa de que entiendas el significado de lo que te está diciendo?
De programar a resolver problemas
Algunas personas me voltean los ojos cuando hablo de que las dinámicas entre lo que hacemos en la industria del software y la medicina son muy similares. Sí, las consecuencias de las decisiones que tomamos nosotros, y las de los médicos, son muy diferentes. Sin embargo, propongo aprender de los modelos mentales que les ayudaron a otras personas, en otras profesiones, a resolver cierto tipo de problemas que también nosotros podemos encontrar, aunque en diferente nivel de complejidad.
Programar es la tarea mecánica de escribir código y decirle a una máquina qué hacer. Desarrollar software se trata de resolver problemas — a veces a través de la escritura de código. Y para resolver problemas, tenemos que tratar con personas.
Hoy, más que nunca, es vital para las personas que trabajamos en la industria de la tecnología reconocer que tenemos que recubrir nuestras habilidades técnicas con capas de habilidades blandas.
Este es solo el inicio de la divergencia entre programar y desarrollar
Con el aspecto técnico resuelto (parcialmente) por inteligencias artificiales, las discusiones técnicas dejarán de ser la parte más importante del desarrollo. Los programadores ahora se dedicarán a tener discusiones sobre la ética y seguridad del código generado por la computadora. Las tareas técnicas serán resueltas, en su mayoría, gracias a la ley de Moore. Desarrollar software ya no se tratará de programar.
Aún habrá trabajos para escribir código, pero requerirán una alta especialización. Las personas que sigan escribiendo código lo harán para crear la infraestructura que soportará al resto del ecosistema: compiladores, IA, generadores de código, redes, etc.
Dos años y medio después, seguimos encaminados a ese futuro. Y cada vez más rápido.
Continuando lo que espero se convierta en un hábito, aquí está mi reseña del año pasado, 2023. La del 2022 la puedes leer aquí.
Los destaques
2023 se trató de aprender a estar cómodo con la incomodidad. Durante todo el año, hubo varios eventos que pusieron a prueba mi capacidad de mantenerme calmado y presente, tanto personal como profesionalmente.
En retrospectiva, no fue un año fácil. Tampoco fue un año normal (no anticipo y tampoco espero tener un año similar de manera regular).
Pero por más vertiginoso que haya sido, le agradezco a mi yo del pasado por haber tomado decisiones que me permitieron planear y ejecutar grandes cambios en mi vida, así como sobrellevar los que no había anticipado ni planeado.
En orden vagamente cronológico, aquí algunos destaques de este año:
Continué invirtiendo en mejorar mi salud financiera y relación con el dinero. Me siento orgulloso de cómo he logrado sanar todas esas heridas cognitivas y emocionales que me estaban haciendo vivir frustrado y con miedo, económicamente hablando.
Mi novia se mudó a vivir conmigo.
Luego nos mudamos a Guadalajara. Mi intención original era irme a CDMX, pero elegimos Guadalajara como un punto intermedio. Después de todo, la ciudad en la que terminaría no era una prioridad tan grande como irme de Colima.
Vi a Taylor Swift y Kurt en concierto (por separado). Aunque este año no hubo tantos conciertos como el año pasado, a los que fui fueron experiencias increíbles.
Retomé la terapia de manera regular. Regresé a la terapia Cognitiva Conductual con el mismo terapeuta que conocí durante pandemia.
Hice un esfuerzo más consciente por tomar vacaciones en forma, en vez de solo tener días sin trabajar. Hice varios viajes por placer, completamente desconectado del trabajo. Aprendí bastante sobre mí mismo en el proceso, y por fin pude conocer lo que es regresar de vacaciones sin preocuparme por cómo iba a pagarlo.
Este año tuve que hacerle cara al cambio. El cambio da miedo, y más cuando llegar por factores externos. Durante 2023, la única constante que las cosas cambiaban a cada rato. Personalmente, la ciudad, relaciones con amigos y familia, hábitos, rutinas, clima. Laboralmente, cambié de manager en 4 ocasiones, y terminé el año con 3 veces más reportes que con los que inicié.
Los libros que leí
Gravité mucho más hacia temas abstractos, lecturas menos tácticas. Aquí hay una lista de algunos de los libros que leí durante los últimos 12 meses, más o menos en orden cronológico:
Mientras hacía esta recapitulación de las lecturas del año, noté algo interesante: leí más o menos la misma cantidad de libros que el año pasado, pero guardé digitalmente menos pasajes e ideas de ellos. En su lugar, subrayé más.
Vuelos
Uno de mis hobbies es aprender sobre aviones y aeronáutica — desde niño. Así que, naturalmente, soy un poco obsesivo con saber todos los detalles de cada avión al que me subo.
Desde el año pasado, comencé a usar Flighty para llevar el registro de mis viajes. Aquí está la información de este año:
Tomé 23 vuelos, en 4 aerolíneas
Cubriendo una distancia de 35,658 km
Visité 8 aeropuertos diferentes en dos países (México y Estados Unidos)
Mi ruta más popular fue GDL → MEX
La aeronave que más utilicé fue el Boeing 737-800
La aerolínea que más usé fue Aeroméxico
Mi salud mental/estabilidad emocional
Continúo usando Daylio para llevar el seguimiento de mi salud mental y bienestar general. Estoy orgulloso de que este año llevé un registro mucho más detallado que el año pasado, con una entrada por cada día del año.
Recientemente, Apple lanzó su propia aplicación de journaling. La comencé a usar casualmente, y me gusta mucho la integración que tiene con el sistema y las otras aplicaciones. Por lo pronto, Daylio sigue siendo mi aplicación principal, pero no descarto que Journal tome más prominencia en mi día a día.
Mi resumen de 2023:
Registré 416 entradas y un total de 1843 actividades en el diario.
El mejor día de la semana, en promedio, fue el domingo.
Mi mejor mes, enero.
Mi estabilidad anímica fue de 84/100, 3 puntos menos que el año pasado. Tiene sentido, en retrospectiva.
De acuerdo al análisis, la actividad que más influencia tiene sobre mi estado de ánimo es una buena noche de dormir.
Además, esto es lo que he hecho para promover mi salud mental y estabilidad emocional:
No estoy expuesto a redes sociales.A finales del año pasado cerré mis cuentas de Twitter. Cuando Apollo dejó de funcionar en junio, también dejé de usar Reddit. Hoy en día la única red social que tengo y mantengo activamente es LinkedIn. Fuera de eso, no estoy expuesto a ningún tipo de contenido de redes sociales, más que por el ocasional enlace que me envían por iMessage, Telegram, o WhatsApp. Además, Facebook, Twitter, Instagram, Reddit y TikTok están bloqueados en la red de mi casa (uso eero Plus, y únicamente mis dispositivos tienen estas restricciones), así que si estoy en mi casa, aunque me manden contenido de redes sociales, no los puedo ver.
Los últimos 3 o 4 meses del año, hice un esfuerzo puntual por dejar de usar mi teléfono. Esto a raíz de que me di cuenta (gracias a Screen Time) que por ahí de mitad de año, mi promedio de uso diario del teléfono andaba en las 3 o 4 horas. Me pareció inaceptable pasar tanto tiempo al día viendo un rectángulo de cristal. El último mes del año, mi uso del teléfono se ha reducido a un promedio de un poco más de una hora diaria, algunas semanas llegando a ser menos de 30 minutos.
Separé mi espacio de trabajo de mi espacio de recreación y vivienda. Prácticamente, durante toda la pandemia, el espacio de trabajo dedicado (cuando tenía uno) estuvo en el mismo espacio físico que mi sala o comedor. Aprendí a la mala, que a la larga, trabajar y descansar en el mismo espacio físico no es bueno para mí. Cambiar de “modo trabajo” a “modo descanso” significaba dar 5 pasos de un sillón a otro. Una de las primeras cosas que busqué al mudarme, fue que mi espacio de trabajo estuviera fuera de mi hogar. Y ha funcionado de maravilla.
Actividad física
2023 fue… complicado. En general, no me siento tan cómodo con mi rendimiento en el año, y me costó mucho trabajo mantener algún tipo de rutina de ejercicio.
Ejercicio
Toma en cuenta que únicamente representan mis workouts, no mi actividad total durante el día. Los dos tipos de entrenamiento principales durante mi año fueron caminata y entrenamiento funcional.
Caminar se ha vuelto mi ejercicio más común. Es lo que cupo en mi estilo de vida durante el año de manera constante, para bien o para mal.
En general, en 2023 casi hice el doble de caminatas — casi todas las métricas subieron un 98 % comparación del año pasado.
Registré 483 sesiones de caminata (vs. 243 en 2022)
Di 1,221,825 pasos (vs. 662,417 en 2022)
Recorrí 1,005.4 km (vs. 547.14 km en 2022)
Quemé 136,600 kcal (vs. 72 000 en 2022)
Otros datos:
Lo más que caminé en una sola sesión fueron 11,418 pasos, el 25 de junio.
Mi caminata promedio duró 33:40 minutos.
En total pasé 272 horas con 34 minutos caminando.
Por temporadas, también hice Yoga. Usé mi suscripción de Apple Health+ para tomar las clases, que me gustaron bastante. Sigo haciendo Yoga de vez en cuando.
Desde que me mudé a Guadalajara, utilizo bicicleta para ir a mi oficina de manera regular. Es un trayecto de más o menos 8 minutos, cuesta arriba de ida, y unos 5 de regreso. No es mucho, pero lo hago un par de veces al día, de lunes a viernes.
Tomando en cuenta todas mis sesiones de entrenamiento del año:
Pasé 11 días con 8 horas y 34 minutos haciendo ejercicio.
La duración promedio de la sesión de entrenamiento fue de 33:40 minutos.
Quemé 136,603 kcal.
111 bpm es mi frecuencia cardiaca máxima promedio cuando entreno.
Sobre mi salud en general
Estos datos también los saqué directamente de Apple Health. Toma en cuenta que uso un Apple Watch todos los días, pero no para dormir:
Promedio de 64 cuentas por minuto en mi frecuencia cardiaca en descanso.
Quemé 8 000 kcal totales por semana.
Dormí 8.2 horas diarias.
Este año, el problema con mis pies (espolón calcáneo en ambos) se hizo más prominente. Comencé a usar plantillas de manera regular para mitigar la molestia, y a tomar de manera crónica antiinflamatorios y relajantes de músculos todas las mañanas. El dolor se ha hecho más molesto, y me ha impedido retomar algunas rutinas de ejercicio que me gustaban bastante (saltar la cuerda, correr, etc.). No descarto recurrir a cirugía el próximo año.
Otra cosa importante del 2023, es que dejé de tomar alcohol y refresco. Al momento de escribir esto, llevo 228 días sin consumir ninguno de los dos, y planeo continuar con la tendencia. En 2024 me gustaría incluir productos de harina a esa lista.
Mes a mes
Aquí una visión más granular de lo que pasó mes con mes.
Enero: No sucedió mucho, fue un mes bastante normal. Un par de idas a la playa a Manzanillo, y un par de escapadas a Guadalajara para intentar romper la rutina. Me hice un chequeo de salud general.
Febrero: decidí que ya no quería estar en Colima, y comencé a planear la migración a otro estado. Platicando con mi novia, decidimos que lo queríamos hacer juntos.
Marzo: me di cuenta de que mi pasaporte había expirado intentando hacer el check-in para un viaje de trabajo a Nueva York. Semana de vacaciones en La Paz y Los Cabos con amigos de mi novia, mi highlight siendo el día completo que pasamos en Balandra. Regresando de las vacaciones, se mudó a mi casa. Regresé con mi terapeuta del año antepasado porque sentí que necesitaba un chequeo rápido. Todo bien.
Abril: no quise que me pasara lo mismo con mi visa, así que la renové aunque aún tuviera un año de vigencia. Comenzamos a buscar zonas para vivir en Guadalajara.
Mayo: estuve en Nueva York por prácticamente la mitad del mes, en viajes separados. El primero fue por trabajo, para participar en un evento de la compañía. Y el segundo, vimos a Taylor Swift en concierto.
Junio: a mediados nos mudamos a Guadalajara. Rentamos un Airbnb por 30 días para poder establecernos en lo que buscábamos un departamento permanente. Afortunadamente, lo encontramos la primera semana, y el resto del mes lo dedicamos a planear la mudanza definitiva. Fuimos a CDMX a la boda de una de mis mejores amigas.
Julio: la primera mitad del mes estuvimos en mudanza gradual del Airbnb al nuevo departamento. La segunda mitad, la dedicamos a amueblarlo y a ir a Colima unas cuantas veces para recoger cosas que nos habían hecho falta.
Agosto: se trató de asentarnos en el nuevo espacio, rutina y ambiente.
Septiembre: seguimos estableciéndonos en la rutina. Mi novia me hizo notar algunos comportamientos que yo estaba teniendo, que sonaban a que la ansiedad/depresión estaba volviendo a aparecer. Regresé a terapia semanal.
Octubre: mes bastante callado, donde seguimos únicamente enfocándonos en descifrar nuestra nueva rutina.
Noviembre: le regalé a mi mamá y hermano un viaje a CDMX por sus cumpleaños, y di una charla en un evento público de la empresa donde trabajo. Se casó una prima y fuimos a su boda, y vimos a Kurt en concierto.
Diciembre: me autorregalé un viaje a Hawái por mi cumpleaños número 30 (!). Mi novia y yo estuvimos disfrutando de las playas de O’ahu por 11 días. Al regresar de vacaciones a mitad de mes, desafortunadamente la empresa para la que trabajo tuvo layoffs. El resto del mes lo dediqué a terminar pendientes, visitar familia, y prepararme para el siguiente año.
Las personas
Agueda, Francisco, Vanessa, Jonathan, Carlos, Ilse, Carlos M., Sean, Isabel, Martha, Gerardo, Darwin.
Fueron claves durante mi año. Gracias totales a cada una de ellas.
Desde que comenzaron los rumores de que habría un layoff, hasta que recibimos la noticia de cuántas personas serían afectadas, pasaron aproximadamente 18 horas. Las 18 horas con más ansiedad que recuerdo vivido desde que inició la pandemia.
Me habían despedido de trabajos antes, pero un layoff pega diferente. Las ocasiones que me despidieron, por lo menos había una relación apreciable entre mi performance y la decisión de dejarme ir — claramente no lo estaba haciendo bien, y aunque no fue un momento agradable, pude entender el “por qué” y procesar mis emociones a través de ese lente.
El prospecto de un layoff, en cambio, es que podrías no tener un empleo dentro de un par de horas, por factores que tú no tienes cómo controlar ni prever, y no puedes inferir qué futuro te espera. Es una moneda al aire.
Hace poco me vi en la necesidad de enfrentar esta situación. Te quiero contar cómo lo viví, lo que aprendí de la experiencia, y darte algunos consejos de cómo sobrellevar la situación cuando te toque.
Los rumores del layoff
Los rumores de layoffs viajan rápido dentro de las empresas. Ya había terminado mi día de trabajo cuando por WhatsApp algunos compañeros me comentaron que sospechaban que al día siguiente sucedería uno.
Comencé a hacer mi diligencia para intentar encontrar alguna confirmación oficial, pero no fue un esfuerzo muy productivo. Nadie sabía nada. Ni mi manager, ni su manager. Sin embargo, y sin entrar en detalles, varios factores apuntaban a que al día siguiente sucedería algo grande — y no pintaba bien.
Después de un par de horas investigando sin tener más información que apuntara a algún lugar concreto, le dije a mi manager que me desconectaría y estaría al pendiente la mañana siguiente. Inmediatamente, fui con mi novia y le platiqué lo que estaba sucediendo. “Probablemente, haya un layoff mañana, y no sé si me va a tocar. Para que estés lista.”
Intenté calmarme y distraerme. Fui al gimnasio, saqué a pasear a los perros. Para cuando me acosté, me sentía bastante tranquilo.
Preparándome… por cualquier cosa
A la 1 am, apenas un par de horas después de haberme ido a dormir, desperté de golpe, con palpitaciones. Estuve un poco menos de dos horas dando vueltas en la cama, imaginándome todos los posibles escenarios en los que me podría encontrar por la mañana. Hasta hice una lista mental de todas las personas que podría contactar en caso de que necesitara encontrar un nuevo empleo pronto.
A las 3 am entendí que me iba a ser imposible dormir, así que me levanté. En la sala de mi departamento había una carga recién salida de la lavadora; me preparé un café, me puse mis audífonos y comencé a acomodarla. Luego desayuné, escuché otro podcast, vi una película y un documental, y a los primeros rayos de luz de la mañana salí a caminar con uno de mis perros.
Cuando decidí que tenía que prepararme para lo que fuera a venir, lo primero que hice fue asumir que sucedería lo peor: me quedaría sin empleo ese día.
Descargué mis recibos de nómina, en caso de que necesitara hacer algún trámite. También exporté mis performance reviews de los últimos dos años para sustanciar mi CV en caso de que tuviera que aplicar a nuevas vacantes pronto. Además, respaldé cualquier información personal que pudiera tener en mi computadora de trabajo en un disco duro externo.
Una noticia importante sobre la empresa
Tanto se ha escuchado en la industria de cómo las empresas ejecutan sus layoffs, que más o menos ya sabes qué esperar: por la mañana te va a llegar una invitación a una llamada con el CEO, donde se va a compartir “una noticia importante sobre la empresa”, e inmediatamente después te va a llegar un correo con más información.
Eso fue justamente lo que sucedió.
A las 8 am, cuando llegó una invitación para una llamada a las 10, mi computadora de trabajo estaba lista para ser devuelta prácticamente como nueva, en caso de ser necesario.
Media hora antes del comunicado oficial, platiqué con uno de mis mentores — que también fue mi manager antes, y ahora es más un amigo — y, por 30 minutos, hablamos de viajes, playas, vacaciones y hoteles. Aunque sabíamos que activamente estábamos intentando distraernos para no pensar en lo que vendría pronto, nos seguimos mutuamente la corriente. Y tuvo éxito. 2 minutos antes de las 10, nos deseamos suerte, y cambiamos de llamada.
El layoff
Para las 10:15 am ya tenía la claridad que ansiaba tener. Sí, habría un layoff que impactaría a más del 10 % de la compañía. Pero yo no estaba dentro de la lista de personas afectadas.
Las siguientes horas fueron una combinación extraña de sentimientos y emociones. Primero el alivio de aún tener empleo, luego la ansiedad de saber quién ya no, y la incertidumbre de qué significaría eso para los que nos quedamos. Luego, vino el ejercicio medio tétrico de revisar uno por uno los canales de Slack que frecuentaba, tratando de identificar quién simplemente no tenía Slack abierto, y quién ya no tenía acceso.
Poco a poco, nombres familiares fueron apareciendo en LinkedIn compartiendo la noticia.
Para el final del día, y después de múltiples llamadas con el equipo de liderazgo, donde se nos dio más claridad sobre lo que vendría después, fue cuando por fin empecé a entender las implicaciones de lo que había pasado.
Me fui a dormir a las 5 pm.
Lo que aprendí
Todos tenemos una idea de cómo reaccionaríamos ante una mala noticia. Recientemente, aprendí que la que yo tenía no estaba para nada cercana a la realidad. El fenómeno psicológico de intentar anticipar cómo nos va a afectar emocionalmente una situación en el futuro se llama Affective Forecasting, y es uno de los puntos ciegos más grandes que sufrimos los humanos.
Si hace un mes me hubieras preguntado cómo me afectaría emocionalmente sobrevivir un layoff, te hubiera respondido que sí, habría estado triste, pero no sería para tanto. Hoy te puedo decir, habiendo vivido exactamente eso, que no pude estar más en lo incorrecto.
Lo que anticipaba simplemente como tristeza, es en realidad un cóctel, que viene y va, de frustración, incertidumbre, nerviosismo, pena, duelo, agobio, desesperación; mezclado con felicidad, agradecimiento, orgullo y optimismo. Y sí, sí fue para tanto.
En retrospectiva, esta experiencia hizo darme cuenta de dos cosas. Primero, que me gusta mi trabajo, me siento capaz y contento con lo que hago, y me dolería perder la oportunidad de colaborar con las personas que tengo a mi alrededor. Bien dicen que uno nunca sabe lo que tiene hasta que lo pierde. En mi caso, el mero prospecto de poder perder mi empleo me detonó un ataque de ansiedad que me transportó a esos primeros meses de pandemia — horrible.
Segundo, y más importante: que aún me queda mucho trabajo personal por hacer para continuar separando mi identidad personal de mi situación laboral. Entiendo que perder algo que valoras debería de provocarte una reacción — somos humanos, después de todo. Pero, personalmente, aspiro a desligar mi valor como persona de algo que en cualquier momento podría perder, incluso por factores externos y sin tener la más mínima injerencia. En esta ocasión, más que simplemente perder mi empleo, vi mi valor personal — relaciones, ego, status — directamente en riesgo.
Consejos para sobrellevar el prospecto de un layoff
Para cuando los rumores comiencen en tu compañía, puede ser demasiado tarde. Y probablemente entres en el mismo ciclo mental que yo, y todos con los que platiqué mientras sucedía, entramos recientemente: pánico, miedo, ansiedad, duelo anticipado.
Pero si de algo sirve, aquí te dejo algunos consejos para sobrellevar el prospecto de layoffs en tu empresa. Estos son míos:
Busca una red de apoyo emocional. Procura no aislarte durante este proceso, porque eso únicamente lo hará más difícil. Acércate con personas que sepas que tienen tu bienestar en mente, y que podrían apreciar las implicaciones de lo que significa pasar por una situación como esta. En mi caso, me apoyé con mi novia, dos amigos cercanos, y un puñado de personas dentro de la compañía. Aprecio que simplemente pasar por esto acompañado hizo que todo fuera un poco más sencillo para mí, por más desgastante que fue la experiencia en general.
Asegúrate de tener una copia de cualquier evidencia que valide tus competencias, desempeño, o impacto en la empresa. Algo que como manager les digo a mis equipos, es que cualquier logro y aprendizaje que tengan dentro de la empresa es suyo: cuando ya no trabajen aquí, ese conocimiento, aprendizaje, orgullo, impacto se lo llevarán con ellos. De modo idealista, está muy padre. De manera práctica, necesitas una forma de comprobarlo. Mantén un diario de logros (o un brag document), y recopila retroalimentación constantemente de tus compañeros y tu manager. Estos deberías de tenerlos en un lugar que tú controles.
Blíndate económicamente. No lo sé a ciencia cierta, pero puedo intuir que no la habría pasado con tanta angustia, si para este momento hubiera tenido un poco más de reservas de emergencia. Tal vez esté en lo incorrecto, y al pasar de nuevo por esta situación con más ahorros me sienta igual, o hasta peor — como dije arriba, creo que mi reto es cómo mi empleo moldea mi identidad. Además, el dinero también es un asunto emocional. Pero más vale prevenir.
También le pedí a personas cercanas que aportaran sus perspectivas. Aquí están algunas de ellas:
Javier: Desde el punto de vista mental y emocional, soy mucho de reconocer que cada quien maneja estos procesos a su manera. Hay unos que necesitan tomarse tiempo de mental health, hay otros que mejor le dan al trabajo, otros usan actividades como ejercicio, leer, etc. Es muy importante saber qué es lo que te da ese centro, para poder recurrir a eso en momentos de crisis, y respetar el espacio de la gente que lo procesa de manera diferente.
Alex: Este es el momento de ser vulnerable, se vale llorar, gritar, golpear, blame, vent, etc. Si no permitimos que la emoción fluya, eventualmente nos va a explotar más tarde y va a ser más complicado. Escúchate, qué es lo que tú necesitas y sobre ello, hazlo, es el momento. Fortalecer o crear una red de apoyo con peers y hacer uso real de ella. Como manager, reconocer que la gente con la que trabajamos no es robot: que tenemos emociones y que de alguna u otra manera somos impactados. Lo comuniqué también con mi leadership, en este caso para dar visibilidad de no esperar la misma velocidad de trabajo de mi equipo, que la velocidad aminorará, que nuestros deadlines no serán alcanzados y serán empujados un poco más.
¿Qué sigue?
Para como está la situación actual, creo que sería bastante ingenuo asumir que no se necesita estar preparado para un evento como este. Pero es difícil. En un mundo como en el que vivimos actualmente, el trabajo sigue ocupando una gran parte de nuestra vida. La idea — el prospecto — de perder algo a lo que le dedicas un tercio del tiempo que pasas despierto, es completamente abrumador.
Además, como se mencionó arriba: cada quien lidia con esto como puede. No hay un playbook, o un set de pasos a cumplir para salir librado de una situación como esta. Lo laboral significa algo completamente diferente para cada quien: a algunos nos pega más que a otros. Así que creo que es responsabilidad de cada quien saber qué es lo que necesitamos para procesar el evento y metabolizar la experiencia.
Finalmente, quiero aclarar que es prácticamente imposible capturar todo lo que pasa por nuestras mentes en situaciones como esta. Yo no tuve la oportunidad de reaccionar emocionalmente hasta que terminé de escribir este artículo, muchos días después: literalmente hice catarsis y me solté a llorar. Y fui de los afortunados que se quedaron — reconozco ese privilegio. Tan solo me puedo imaginar qué es lo que están pasando los que se fueron. A todos ellos, I’m here for you.