The Economist:
A medida que los mayores de 60 años de hoy, ya familiarizados con la tecnología digital, se jubilan, el tiempo que pasan en dispositivos inteligentes se está disparando entre los ancianos. Algunos adultos mayores “están viviendo cada vez más sus vidas a través de sus teléfonos, como lo hacen a veces los adolescentes”, dice Ipsit Vahia, jefe del Laboratorio de Tecnología y Envejecimiento del Hospital McLean, parte de la Escuela de Medicina de Harvard. Los hábitos digitales que han transformado la adolescencia ahora están llegando a la vejez.
Como sociedad, le ponemos mucha más atención a los jóvenes porque los creemos más vulnerables, cuando realmente son los que tienen muchos más recursos, oportunidades y atención de otros — están más seguros. Pero a las personas mayores las dejamos solas porque confiamos en que van a hacer ejercicio de su criterio.
Las personas mayores se enfrentan a algunos riesgos en línea que otros grupos vulnerables no tienen. A diferencia de la mayoría de los adolescentes, sus teléfonos y tabletas a menudo están vinculados a sus cuentas bancarias. Las “microtransacciones” dentro de los juegos, las llamadas cajas de botín y cosas por el estilo, pueden agotar las billeteras. También lo pueden hacer los estafadores, que pueden contactar y robar a sus víctimas dentro de la misma aplicación. Especialmente en los países pobres y de ingresos medios, las personas mayores han adoptado WhatsApp para todo, desde las comunicaciones hasta las compras, dice el Dr. Vahia, “y WhatsApp también es la plataforma de elección para los estafadores como resultado”.
Los ancianos también carecen de las regulaciones sociales que controlan el tiempo de pantalla de los adolescentes. Durante el día, los profesores vigilan el uso del teléfono de los adolescentes, mientras que los padres se encargan por la noche. Por el contrario, las personas mayores son sus propios jefes; es posible que no tengan a alguien que los dirija hacia la ayuda si la necesitan. “Con las personas mayores, a veces no hay nadie alrededor, o si lo hay, nadie se da cuenta realmente de lo que están haciendo en su computadora”, dice Henrietta Bowden-Jones, quien dirige la clínica de juegos de Gran Bretaña.
Creemos que la edad y la capacidad de autocontrol crecen de manera lineal e indefinida, erróneamente.
Las personas mayores tienen muchas menos probabilidades que los jóvenes de quejarse con su médico de la adicción al teléfono, dice el Dr. Vahia. Pero en algunos casos, el tiempo de pantalla es lo que hay detrás de otros problemas más obvios en pacientes mayores, dice. Su clínica ha tratado a algunas personas mayores cuyo insomnio resultó estar arraigado en el miedo a las estafas en línea; en otras, la ansiedad resultó ser causada por el uso desmedido de las redes sociales.
De primera mano estoy viendo esto con mi familia. Mi mamá cae justamente en la demográfica de la que habla el artículo, y es la menor de 7. Aunque afortunadamente se ha mantenido al margen de estas dinámicas, la última cita del artículo es una descripción de una (o varias) de sus hermanas.
El artículo que compartí antes tiene una frase que me llamó la atención:
Podrías tomar medidas racionales para proteger a tus hijos de esa situación mientras su identidad (y su cerebro) aún se está formando, pero esos esfuerzos solo retrasarán lo inevitable. Cada niño será empujado al frenesí de la vida en pantalla en algún momento durante su adolescencia, o de lo contrario no entrarán en la edad adulta contemporánea.
Es interesante volver a leer eso en el contexto de la situación que está pasando con los adultos mayores. Tal vez no solamente debamos considerar el periodo formativo como crítico, sino también el inevitable periodo de declive cognitivo. Y la alternativa no es necesariamente mejor: hoy en día, no tener acceso a “pantallas” termina siendo una forma de ostracismo.