• Honestidad e imprudencia

    Al inicio de la primera gran sesión de grabación de los Beatles, George Martin, el ejecutivo de la disquera, les explicó a gran detalle el efecto que quería alcanzar. Terminó con, “Díganme si hay algo que no les guste.”

    “Bueno, para empezar,” dijo George Harrison, “no me gusta tu corbata.”


    George tenía una cualidad que a muchos nos hace falta: la capacidad de ser honesto hasta en los detalles más mínimos.

    Su honestidad le permitía, como dijo Jann Wenner, fundador de Rolling Stone, “tocar exquisitamente al servicio de la canción.”

    Honesto con lo que quería, con sus habilidades. Y con su ambiente.


    Entre la honestidad y la imprudencia hay una línea muy delgada.

    Tienes que calibrar tus sentidos para entender cuando tu honestidad existe en servicio de tu craft, como Wenner apreció de Harrison; y cuando existe en función de tu ego, que seguro es lo que habrá apreciado George Martin en ese estudio de grabación.

    Sé honesto con tus habilidades, limitantes y deseos.

    No seas imprudente con tu tiempo, tus circunstancias, y tu espacio.

  • Las historias que te cuentas

    Los humanos estamos, como dice el libro, “Cableados para las historias”.

    Nuestros cerebros han evolucionado para ser buenos al contar y aprender a través de historias.

    Lo único malo es que muchas de esas historias, nos las contamos a nosotros mismos. Y a veces nos las creemos.

    ¿La persona que no mantuvo la puerta abierta en el elevador para que pudieras entrar? Le caes mal, y quería que llegaras tarde.

    ¿Tu compañero que no entregó lo que le correspondía a tiempo? Es un irresponsable, y tú siempre tienes que cargar con todo.

    ¿Aquel proyecto en el que llegaste a la meta en tiempo y forma? No pudo haber pasado sin ti y tu excelente manejo del tiempo y recursos, y gracias a tus excelentes habilidades de liderazgo.

    O tal vez, el del elevador no te vio; tu compañero tuvo una situación personal importante; tú tuviste la suerte de tener una meta bien definida con un equipo de trabajo comprometido.

    ¿Ves? Siempre te estás contando historias. Porque evolucionaste para razonar así sobre el mundo que te rodea.

    Pero no todas son reales. Es más, la mayoría no lo son.

    Así que no te claves. Porque la historia que tanto te has comprado puede ser tan real como las películas de superhéroes que ves en el cine.

  • Las cosas no están mal

    Las cosas no están mal. Solamente están desordenadas.

    Y ese desorden no te permite apreciar todo lo que está bien.

    En tu casa, en tu trabajo, en tus relaciones, en tus proyectos.

    Sí, a veces se pone difícil. Nadie dijo que iba a ser sencillo hacer cosas grandiosas.

    Pero si fuera sencillo, todos lo harían.

    ¿Te está costando trabajo? Bien. Porque significa que estás saliendo de tu zona de confort, y ejercitando músculos que no sabías que existían.

    ¿Te está retando? Por supuesto, y cuando lo logres, la victoria será todavía más deliciosa.

    Pero no te hagas las cosas difíciles a ti mismo teniendo un desorden. En tu cabeza, en tu espacio de trabajo, en tu casa.

    Porque no importa si la ropa está limpia. Si está arrugada, hecha bola, y toda desbalagada, igual no te la vas a poder poner.

  • Las instrucciones del juego que compras

    Lo primero que haces cuando compras un juego de mesa que no conoces es leer las instrucciones.

    El panfleto te da una serie de reglas diseñadas para moldear la dinámica del grupo al rededor del tablero.

    Estas reglas están diseñadas para que, de acuerdo al criterio del autor, tú y tus amigos se diviertan.

    Hay 3 posibilidades:

    1. Tú y tus amigos entienden las reglas, las aplican, y se divierten como nunca, porque había sintonía entre ustedes y el autor del juego,
    2. Las entienden, las aplican, pero se dan cuenta de que el juego no es divertido y no vuelven a jugar,
    3. No entienden las reglas, intentan jugar, pero terminan la partida antes porque no le encuentran sentido a hacer algo que no les gusta.

    Algo muy similar sucede cuando trabajas en una organización. Aceptar la oferta de trabajo es el equivalente a comprar el juego de mesa. Pasar por el proceso de onboarding sería como leer las instrucciones.

    Y existen las mismas 3 posibilidades. Las entiendes, aplicas, y obtienes los resultados que ambas partes esperaban; o puedes entenderlas y aplicarlas, y darte cuenta de que no te gusta; o no las entiendes, pero intentas hacer tu mejor esfuerzo.

    Sin embargo, en una organización, “las reglas del juego” pueden cambiar en cualquier momento. Y es tu responsabilidad evaluar si quieres seguir jugando, y con ello ajustar tus expectativas.

    Un juego de mesa lo compras para divertirte. Eso es claro. Y si no te divierte, lo dejas.

    ¿Por qué estás trabajando donde estás, y sigue vigente la razón por la que “la compraste”?

  • Te tienes que aparecer, sí o sí

    Las cosas pueden ir bien, o pueden ir mal.

    ¿Cuánta influencia realmente crees que tienes sobre eso?

    La respuesta difícil de aceptar es: ninguna.

    Cosas malas le pasan a personas buenas todo el tiempo. Y humanos horribles viven abundancia de oportunidades que otros darían todo por tener.

    No controlas los hechos. Únicamente controlas cómo decides interpretarlos.

    Michel de Montaigne dijo, “mi vida está llena de hechos terribles que jamás sucedieron.”

    Y aun cuando ocurriesen, tienes la capacidad de decidir cómo metabolizarlos.

    “Lo que se interpone en el camino, se convierte en el camino. El impedimento de la acción avanza la acción,” escribe Marco Aurelio en Meditaciones.

    Y eso que quieres hacer no va a suceder si únicamente estás dispuesto a aparecerte cuando tengas garantizado el éxito.

    Así no funciona.

    Tienes que estar. Constante. Perseverante. Hacer lo que te toca.

    Y si te sale bien, continúas. Y si no, también.

  • “El pasto siempre es más verde del otro lado.”

    A veces me pongo a pensar en escenarios imaginarios. Como por ejemplo, que mi día laboral no sucediera en incrementos de 15 minutos, o que tuviera que tomar más de 7 llamadas al día de manera regular.

    (Curiosamente, los días que más fantaseo con eso, son aquellos días en los que no me siento particularmente conectado con mi trabajo.)

    Pero luego recuerdo cuando era desarrollador de software y tenía esos espacios prolongados de concentración sin interrupciones. Sobre todo, recuerdo cómo hubo un momento en el que fantaseaba con que mis días fueran más dinámicos, menos repetitivos.

    Así que ahora, cuando me pongo a fantasear sobre cómo podría ser mejor mi situación, recuerdo que estoy justamente donde un día quise estar.

    Dice el dicho que “el pasto siempre es más verde del otro lado.”

    Y sí, probablemente. Pero porque está fertilizado con mierda.

  • Velocidad, Distancia, Dirección

    Durante casi toda mi vida, intentando crear una carrera, me enfoqué únicamente en una cosa: qué tan rápido podía llegar a mis metas.

    Me clavaba en ver que otras personas llegaban antes que yo a mis metas. Eso dolía — y más cuando, según yo, ellos no habían trabajado tan duro como yo. Que no se lo merecían tanto como yo.

    Después de muchos intentos de llegar más rápido, cuando me di cuenta de que no era una manera sostenible de vivir, decidí cambiar mi enfoque. Ahora quería llegar más lejos.

    Funcionó por un tiempo, hasta que me comencé a frustrar de nuevo al ver que personas a mi alrededor lograban cosas que yo no había podido. Que llegaban a lugares a los que yo no podría llegar, porque mis circunstancias simplemente no me lo permitirían.

    Mucha frustración, berrinches y hasta llantos después, entendí que ni la velocidad ni distancia recorrida importaban si no tenía bien claro a dónde quería ir, en primer lugar — y por qué.

    Entendí que la velocidad y la distancia son cosas que puedo medir, y que por eso es fácil usarlas como medida de mi valor. Porque me puedo comparar, y a mi ego le encanta cuando le hago creer que soy mejor que alguien más. Pero también le duele mucho cuando sucede lo contrario.

    También entendí que ningunas de esas dos opciones son benéficas para mí a largo plazo.

    Así que hoy, en vez de preocuparme por qué tan rápido y qué tan lejos llego, me enfoco en tener clara la dirección en la que voy.

    Porque de nada sirve ir rápido o llegar lejos, si el lugar en el que termino es uno en el que no quiero estar.

  • Te puedes ir cuando quieras

    Seguramente piensas que renunciar es por falta de carácter. Que significa que no pudiste, o que no fuiste suficiente. Que tú estás mal.

    Es un golpe a tu ego.

    Y duele.

    Pero, ¿qué tan cierto es eso?

    Porque todos hemos dejado algo en algún momento. Empleos, relaciones, amistades, ciudades. ¿Significa que todos estamos mal?

    ¿O significa que por X o Y razón hemos descubierto hasta donde podemos llegar en cada una de esas instancias?

    Yo creo que siempre hay una lección por aprender de las decisiones que tomamos. A veces, esa lección significa irse — dejar.

    Y aunque no lo parezca, también hay una lección que aprender ahí.

    Porque cuando decides irte, lo estás haciendo por algo. ¿Qué puedes aprender de ello?

    Yo a veces me he ido por berrinche, porque no supe entender el feedback que se me daba; porque dejé de confiar. Otras veces me he ido porque simplemente ya no quería estar.

    Todas son razones válidas, porque aprendí algo de mí en cada una de esas instancias.

    La próxima vez que decida irme, me sentiré confiado de que estaré tomando una decisión informada. Porque de todo me estoy llevando una lección.

    ¿Y tú?

  • La regla 80/20

    Vilfredo Pareto, polímata italiano, notó que aproximadamente el 80 % de las tierras de Italia pertenecían al 20 % de la población.

    En 1941, Joseph M. Juran, se encontró estas ideas, y las desarrolló en el contexto de economía y control de calidad.

    Y así nació lo que hoy conocemos como el Principio de Pareto, o la regla del 80/20, que nos dice que el 80 % de las consecuencias se originan por el 20 % de las causas.

    Qué idea tan interesante, ¿no? Que algo tan grande pueda tener origen en algo tan pequeño.

    He descubierto que este principio también aplica para mi bienestar, salud mental, y estabilidad emocional.

    Si reflexiono, el 80 % de los efectos positivos que he visto en mi vida durante los últimos años, han venido del 20 % de las decisiones que he tomado. Dejar de fumar y de tomar alcohol, mudarme de Colima, comenzar a escribir todas las mañanas.

    Curiosamente, el 80 % de mis frustraciones o disgustos también han venido del 20 % de mis decisiones — mayormente, decisiones de si permito que algo me afecte o no.

    “No controlamos los resultados, únicamente controlamos nuestra actitud hacia ellos”, decían los estoicos.

    Y es algo que he aprendido: las circunstancias únicamente me pueden afectar si lo permito.

    Hay que mantener las cosas en perspectiva.

    Porque, ¿qué es lo peor que puede pasar?

    Premeditatio malorum.

  • El espiral destructivo de ponerte objetivos

    Crecí con la idea de que no tener objetivos en la vida era una muestra de mediocridad.

    Y que si tenía un objetivo, debería de trabajar por ello como si fuera lo único que importaba.

    Conforme he ido creciendo y he aprendido más de la vida, me doy cuenta del daño que esas ideas me hicieron.

    Porque me llevaron a sentirme mediocre por “no tener objetivos” cuando debí de sentirme satisfecho porque estaba perfectamente contento con mi vida en ese momento.

    Y me llevaron a trabajar duro, muchas veces hasta quebrarme, por ese algo que me había propuesto conseguir.

    Solo para darme cuenta de que cuando por fin lo alcanzaba, el ciclo comenzaba de nuevo.

    No me daba chance de disfrutar el logro, porque inmediatamente comenzaba a sentirme mediocre por no tener algo más qué perseguir.

    Es un espiral horrible. Y cansado, y desmoralizante.

    Insostenible.

    Durante los últimos años, me he enfocado en buscar maneras de romper ese espiral.

    Hoy sé de la importancia de tener un balance que me permita disfrutar, apreciar y agradecer mis circunstancias actuales; mientras me pongo objetivos suficientemente inspiradores para que me motiven a trabajar por ellos, pero no tanto como para que desvivirme por ellos sea una opción.

    A veces lo logro, y a veces no.

    Y cuando no, sé que puedo regresar a la práctica. Y poco a poco he logrado aprender a romper ese espiral más fácilmente.

    ¿Quieres explorar más temas relacionados? La próxima semana, en Pathways, vamos a tener como invitado a un Psicoterapeuta de profesión que nos va a venir a platicar sobre balance vida/trabajo y salud mental. Acompáñanos.

  • Siempre hay una lección

    Ayer hablé de que es importante que no te lleves las lecciones incorrectas de las situaciones que vives:

    Por ejemplo, cuando las cosas te salen bien, tus emociones te van a hacer creer que la lección es que eres el mejor en lo que haces, y que nada te puede salir mal.

    Por otro lado, cuando las cosas te salen mal, tus emociones te van a hacer creer que no deberías de volver a intentarlo nunca.

    Ambas son extremos que tienes que evitar: uno te hará tomar riesgos innecesarios, y el otro te dejará paralizado y limitará tu potencial.

    Pero hoy pensé que me hizo falta considerar una opción: cuando decides no llevarte una lección, ni buena ni mala.

    Hace unos meses escribí sobre el proceso de toma de decisiones:

    Hay pocas cosas que no decides, y que más bien tu fisionomía te obliga a hacer: respirar, parpadear, por mencionar algunas. Si bien también puedes decidir no hacerlo, no va a pasar mucho tiempo antes de que tu cuerpo te lo comience a reclamar.

    Todo lo demás, lo haces porque lo estás decidiendo — consciente, o inconscientemente.

    Y no importa si tomas decisiones inconscientemente, también te van a afectar sus consecuencias. Así que, ¿por qué no buscar hacerlo de manera consciente?

    Mi llamado a la acción para ti hoy es que decidas buscar las lecciones que tu entorno está intentando enseñarte.

    Porque hay lecciones en todo, absolutamente todo lo que hacemos. A veces son aparentes inmediatamente, otras nos tardamos meses o años en reconocerlas.

    Pero ahí están.

    Y decidir ignorarlas, hasta por omisión, únicamente te está jugando en contra.

  • La lección incorrecta

    No eres un ser racional.

    Aunque creas que tomas decisiones lógicas, la realidad es que la mayoría de las veces te dejas influenciar por tus emociones.

    Esto es especialmente problemático al momento de extraer aprendizajes de las situaciones que vives.

    Porque los aprendizajes que están más coloreados por emociones que por razón únicamente sirven para alimentar y proteger a tu ego, y para crear una cámara de eco de la cual es muy difícil salir después.

    Por ejemplo, cuando las cosas te salen bien, tus emociones te van a hacer creer que la lección es que eres el mejor en lo que haces, y que nada te puede salir mal.

    Por otro lado, cuando las cosas te salen mal, tus emociones te van a hacer creer que no deberías de volver a intentarlo nunca.

    Ambas son extremos que tienes que evitar: uno te hará tomar riesgos innecesarios, y el otro te dejará paralizado y limitará tu potencial.

    Por eso es imperativo que entiendas que muy probablemente la lección que vas a tender a extraer de lo que te pasó es tu ego queriendo crecerse o protegerse.

    No le des rienda suelta.

  • ¿Dejarlo o continuar?

    Si intentas algo y no te sale, ¿cómo reaccionas? ¿Lo dejas, o lo vuelves a intentar?

    Si decides dejarlo, se podría decir que no lo querías tanto en primer lugar. Si continúas intentado, debe significar que realmente lo quieres.

    En su libro Grit, Angela Duckworth comparte una idea que me impactó:

    “Una cosa es el talento. Y otra muy diferente es lo que decidimos hacer con él.”

    Y tiene un punto: no sirve de nada que tengas todo el talento del mundo si no desarrollas las habilidades necesarias para potenciarlo.

    Desafortunadamente, creo solo sabremos si un esfuerzo valió la pena con el beneficio de la retrospectiva; una vez que decidimos dejarlo, o que llegamos a la meta.

    Pero la clave es esta: lo que me funciona a mí, puede ser la peor opción para ti. Mi nivel de tolerancia a las dificultades es completamente diferente al tuyo.

    Así que en vez de glorificar el sacrificio por lograr metas, y de menospreciar a las personas que deciden dejar de intentarlo, recuerda: probablemente, el costo de la perseverancia no sea adecuado para mí; así como las implicaciones de decidir dejar algo no sean compatibles con tu sistema de principios y valores.

  • Riesgo vs. suerte

    Riesgo es lo que queda después de que crees que pensaste en todo lo que puede salir mal, dice Morgan Housel.

    La suerte es lo opuesto: lo que queda después de que crees haber pensado en lo que puede salir bien.

    Qué curioso, ¿no? Que cuando se habla de prepararse para el futuro, casi siempre pensamos en prepararnos para el riesgo, y no para la suerte.

    Tenemos planes de contención, fondos de emergencia, alternativas.

    Por si sale mal.

    Pero rara vez tenemos planes por si las cosas nos salen bien.

    ¿Y por qué deberíamos, pensamos, si que nos salgan bien las cosas es algo bueno?

    La predicción afectiva, dice Daniel Gilbert, es la tendencia que tenemos a intentar predecir cómo es que nos vamos a sentir cuando algo futuro suceda. Desafortunadamente, los estudios demuestran que somos pésimos en ello (lee más aquí).

    Y eso es lo que hace que no hacer planes por si las cosas te salen bien es extremadamente peligroso. Gill y la pandilla del tanque de Buscando a Nemo lo saben.

    Así como que tus planes no se concreten puede tener un efecto devastador, también lo puede ser que sí llegues a donde quieres.

    Se trata de un balance. ¿Por qué te prepararías solamente para el 50 % de los resultados probables?

    Piénsalo. ¿Qué vas a hacer si te sale bien?

  • Es mejor acompañado

    ¿Crees que es más fácil hacer las cosas solo?

    Sin tener que “rendirle cuentas” a nadie. Sin tener que “justificar” las decisiones que tomas.

    Probablemente, sí. ¿Pero qué estás dejando sobre la mesa por no estar abierto a compartir tus experiencias?

    En el trabajo, en la vida, las cosas difíciles se vuelven más tolerables cuando tienes a alguien de tu lado para apoyarte cuando flaquees, para levantarte cuando te caigas, para no dejarte cometer más errores, y para celebrar cuando ganes.

    Crear una carrera. Adquirir experiencia. Aprender de los errores. Alcanzar metas. No solo son mejores, sino hasta más fáciles, cuando te dejas ayudar. Cuando te abres a la posibilidad de tener a alguien que esté apoyándote.

    ¿Qué tienes que ofrecer a cambio?

    Paciencia y una mente abierta.

    Para aceptar que no lo sabes todo. Que tu forma de ver las cosas está influenciada por tu pasado y experiencias. Y que tal vez, solo tal vez, tu versión de los hechos no es una verdad universal.

    Date chance. Es mejor acompañado.