No importa si tu trabajo es escribir código, diseñar interfaces, o crear pruebas. La única razón por la que tienes un empleo, es porque le estás resolviendo un problema a una persona.
Si pierdes el foco del impacto y de la importancia de tu trabajo, vas a comenzar a creer que lo más importante está en la tecnología, en la implementación. Y sí, es importante, pero es solo la mitad de la ecuación.
Tu solución, por sofisticada que sea, no vale absolutamente nada por sí sola. Únicamente se vuelve valiosa cuando toca a otras personas: porque le resolviste el problema a tu usuario; porque le hiciste la vida más fácil a tus compañeros; porque ayudaste al negocio a acercarse más a sus metas.
Tirar código es divertido y mentalmente estimulante, sí. Hacerlo en servicio de otros, lo es todavía más.
¿Qué impacto va a tener el código que escribas hoy?
La que voy a responder hoy viene de Sofía, de Guadalajara, México:
Me gustaría saber cómo puedo desarrollar mi marca personal como ingeniera de software en un mercado global. ¿Qué estrategias puedo implementar para destacar en mi campo y aumentar mi visibilidad en la industria?
Aunque estoy contenta con mi trabajo, me preocupa no destacar lo suficiente en mi campo y no tener una marca personal sólida. También estoy interesada en explorar oportunidades de trabajo remoto o independiente, y me gustaría saber cómo puedo construir una marca personal convincente para atraer a posibles empleadores y clientes.
Estoy dispuesta a trabajar duro y seguir aprendiendo para alcanzar mis metas profesionales, pero me gustaría recibir orientación sobre cómo hacerlo de manera efectiva.
Para comenzar, hablas de marca personal, y me gusta mucho que estés pensando en eso. Solamente quiero mencionar algo: tener una “marca personal” no necesariamente significa que tienes que tener un logo, un eslogan, un sitio web, y presencia en redes sociales. Sí, hay personas que lo hacen, pero no es la única manera. Todas esas cosas son solamente elementos de una marca personal, pero no son la marca personal.
Ahora, tener un trabajo remoto y ser un profesional independiente son dos cosas completamente diferentes. ¿Por cuál te quieres ir? Me podría pasar todo el correo hablando a detalle de cada una, pero no me preguntaste eso. Así que lo mantendré breve:
Trabajar de manera remota es como cualquier otro empleo, pero requiere que tengas excelentes habilidades de comunicación, que seas proactiva, y que tengas la capacidad de trabajar de manera asíncrona.
(Aquí hay un video de una charla que di para SoftwareGurú en 2021 donde hablo sobre mi experiencia de más de 10 años de trabajo remoto. Tal vez te sirva también.)
Por otro lado, ser un profesional del software independiente se trata más de saber cómo manejar un negocio que de programar. Necesitas saber cómo valuar y vender tu trabajo, aprender a cobrar, a hablar con clientes, a hacer tus procesos más eficientes, a llevar un control de tus gastos, etc., etc., etc. Cuando eres independiente, la realidad es que se trata de todo menos de escribir código.
Para que cualquier iniciativa sea “efectiva”, necesitamos primero tener bien claro cuál es el problema real que estamos intentando resolver — y cómo vamos a determinar el grado de éxito al que le estamos apuntando.
Habiendo dicho eso, preguntas de manera concreta sobre estrategias que puedas implementar para destacar en tu campo y aumentar tu visibilidad en la industria. Voy a responder asumiendo que lo que quieres es un trabajo remoto porque en eso sí tengo experiencia; soy la persona peor calificada para darte consejos de negocio. (También voy a asumir que no estás hablando de volverte influencer o líder de opinión. Eso de las redes sociales no se me da mucho tampoco.)
Hace unos meses escribí en mi blog que la “industria de la tecnología” ya no existe. En ese artículo hago el argumento de que ya está tan democratizada, que ya no es viable intentar crear una carrera que destaque siendo “la mejor en X tecnología”:
Hoy en día las empresas sí tienen un problema: que necesitan generar dinero. Y lo van a hacer de la manera que les sea posible.
Creo que esto significa que las empresas…
• Van a aprovechar la sobreoferta de desarrolladores medianamente capacitados, porque son más baratos. • Van a dejar de enfocarse en hacer tecnología, y más bien en resolver problemas de negocio fundamentales (comprar soluciones, en vez de desarrollarlas en casa). • Van a pagar los grandes sueldos y beneficios a personas que sepan hacer algo más que simplemente escribir código: a personas que tengan algo tangible que aportar al negocio.
Te invito a que lo leas el artículo completo si tienes chance para que entiendas los matices de esos puntos, pero esa es la idea, esencialmente: para destacar en el mercado actual tienes que ser mucho más que alguien que solamente escribe código.
Mi consejo puntual es: sí, tienes que ser suficientemente buena en tu craft, pero también tienes que desarrollar otras habilidades que lo complementen. Para eso, es importante que tengas claro qué tipo de problemas quieres resolver, y luego ver cómo puedes destacar en ese dominio. Recuerda, ya no existe “la industria de la tecnología”; ahora todos los negocios usan tecnología.
¿En qué tipo de negocio quieres trabajar? ¿Cuáles son las reglas del juego de esa industria? ¿Te identificas y hay una oportunidad de resolver problemas con la tecnología que dominas?
Vuélvete experta en el dominio, y complementa con tu conocimiento sobre tecnología. Ya no puedes primero preocuparte por qué tecnología quieres usar, y luego buscar problemas para resolver con ella.
Y si lo piensas, tiene sentido: tu verdadera marca personal es la reputación que te creas, para bien o para mal, con la forma en que ejecutas tu trabajo, y el valor que agregas a las personas que trabajan contigo.
Y si encuentras un problema que te apasione, en una industria que comparta tus valores y que te brinde la oportunidad de aplicar tus conocimientos técnicos, ni siquiera te va a costar trabajo “dar ese extra” para desarrollar las habilidades complementarias que necesitas para destacar. Eso te va a llevar naturalmente a hacer un excelente trabajo, y tu buena reputación en tu industria te va a preceder.
Vamos a intentar un nuevo formato para el correo del día. Le voy a llamar “Pregúntale a Swanros” — bien creativo, ya sé. Envíame la tuya, y te la respondo en una edición posterior del newsletter.
Lucía, de México, pregunta:
En mi trabajo (ingeniera de software), estoy constantemente trabajando en equipo con diferentes personas, cada una con su propia forma de pensar y trabajar. Sin embargo, a menudo me encuentro estresada y bajo presión cuando los plazos se acercan y las opiniones divergentes sobre cómo abordar un problema surgen. Esto a veces afecta mi productividad y me preocupa que pueda afectar mi desempeño y mi relación con mis compañeros de equipo.
¿Cómo puedo manejar mejor el estrés y la presión de trabajar en un equipo con diferentes personalidades y estilos de trabajo?
Excelente pregunta, y con mucha relevancia — sobre todo hoy en día, que es más común que nunca trabajar en equipos multiculturales.
Lo primero que yo buscaría sería una fuente de armonía en la organización. Cualquier organización que valga la pena, debe de tener bien claros cuáles son los principios operacionales y las expectativas de comunicación entre los miembros de su equipo.
Estos principios y expectativas pueden estar expresados como niveles de carrera, por ejemplo, donde dependiendo de tu “nivel” de empleado, estás sujeta a actuar de tal o cual manera. Por ejemplo, la forma en como se espera que se comunique un empleado nivel 2 tiene menos matices e implicaciones que el nivel 5 (el nivel 2 probablemente le reporta a un manager, y el nivel 5 probablemente le reporta a un director o VP).
Levels.fyi te puede dar una idea de qué niveles existen en diferentes empresas. Desafortunadamente, muchas veces las expectativas de cada nivel suelen ser información reservada, y Levels.fyi únicamente te da información sobre sueldos en cada nivel.
Si la empresa donde trabajas tiene estas definiciones, puedes usarlas como un punto de partida para entender si realmente tu preocupación está fundamentada. Si tú estás cumpliendo con las expectativas que la empresa tiene para los empleados de tu nivel, entonces no deberías de tener de qué preocuparte.
Ahora, esto no necesariamente significa que “estás del otro lado”. Después de todo, también depende mucho del tipo de cultura que se promueva (y tolere) en tu organización. Pero ese tema es un punto que deberíamos de abordar en otro correo.
De cualquier modo, independientemente de si tu empresa ofrece este recurso o no, también te podría aconsejar estudiar un poco sobre los estilos de trabajo de diferentes culturas. En su libro, The Culture Map, Erin Meyer hace un análisis de las diferencias que existen en las culturas de trabajo entre países de todo el mundo. Por ejemplo, aquí está una tabla que mapea las diferencias entre las culturas de trabajo de México y Estados Unidos:
Cada una de esas dimensiones tiene sus matices e implicaciones. Erin Meyer hace realmente un excelente trabajo destilándolas, ofreciendo ejemplos claros y recomendaciones para llenar el vacío que puede llegar a existir.
En tu pregunta original no mencionas si tu equipo de trabajo tiene personas de diferentes países. Si es así, estoy seguro de que The Culture Map te va a ayudar no solamente a entender, sino hasta apreciar, la forma en que tus compañeros se desenvuelven, relacionan y trabajan. Si únicamente trabajas con mexicanos, creo que también debes empezar a observar los puntos que se resaltan en el libro e identificar cómo se manifiestan en tu situación particular. Puede darte una idea de cómo encontrar una dinámica que les funcione a ti y a tus compañeros.
Lee el libro, y si te funciona, invita a tu equipo a que también lo lean. Seguro les “cae el 20” en más de una situación.
¡Gracias por tu pregunta, Lucía, y que tengas un excelente resto de semana!
Hay cosas que valoras intrínsecamente. Gracias a tu sistema de creencias y valores, puedes darles a diferentes cosas valor sentimental, emocional, histórico.
El boleto del cine de tu primera cita con tu pareja. La fotografía que tomaste aquella tarde que te ganó la ansiedad, y ahora la usas como recordatorio de que todo va a estar bien. El reloj que usó tu abuelo cuando llegó al país donde eventualmente conocería a tu abuela.
Para otras cosas, su valor está determinado por su contexto. La sociedad dicta el momento en que algo tiene valor, y también cuando deja de tenerlo. Económico, político, monetario, profesional.
Hace unos años, el tiempo era lo más valioso. Hoy en día, es la atención a las personas. Los tipos cambiarios son un sube y baja sin final. Una reputación se vuelve mandria con un solo comentario sacado de contexto.
Reflexiona en cómo le estás queriendo adjudicar valor a tus acciones, a tu persona. Porque tal vez no es que estés mal. Probablemente, solo estás queriendo encontrar valor donde no hay.
Porque cuando tomas activamente una decisión, también te ves obligado a enfrentar las consecuencias.
Y si la decisión que tomaste trae consecuencias negativas, ¿de quién es responsabilidad?
Por eso es más fácil no decidir. Porque al delegar la decisión, tienes lo que se llama negación plausible — algo que los políticos y ejecutivos de alto rango usan (y abusan) constantemente.
La negación plausible esencialmente te hace creer que tú, a nivel individual, no tienes responsabilidad sobre los efectos de una decisión que se tomó en tu organización, porque no estabas enterado.
En una organización es evidente por qué esto está mal (o no tan evidente, dependiendo de qué tan afinado tengas tu sentido de lo que es un buen líder): un buen líder toma la responsabilidad cuando algo sale mal con su equipo, y cede el reconocimiento cuando salgo sale bien. Un buen líder sabe lo que está sucediendo con su equipo, conoce sus limitantes, sus fortalezas, y busca oportunidades para hacerlos crecer a un ritmo sostenible. Un buen líder constantemente está evaluando el campo de juego en busca de señales de que las reglas han cambiado, y ajusta estrategias como sea necesario.
Podría hacer un argumento de que esto aplica también a nivel individual, con un único cambio: sustituye “buen líder” por “la persona que quiero ser”.
La persona que quiero ser toma la responsabilidad cuando algo sale mal, y cede el reconocimiento cuando salgo sale bien. La persona que quiero ser sabe lo que está sucediendo con su entorno, conoce sus limitantes, sus fortalezas, y busca oportunidades para crecer a un ritmo sostenible. La persona que quiero ser constantemente está evaluando el campo de juego en busca de señales de que las reglas han cambiado, y ajusta estrategias como sea necesario.
La persona que quiero ser toma decisiones, se hace responsable de las consecuencias, y no se esconde detrás de una negación plausible cuando tuvo mil y una oportunidades de influenciar la dirección de su vida y su carrera.
Tu cerebro es bueno para generar ideas. No para guardarlas.
Seguramente estás pensando, “pero yo tengo excelente memoria.”
Sí, también las computadoras. Y hasta para ellas entendemos que no es posible tener todo siempre en RAM, y eventualmente hay que “bajar” la información a disco.
Así que deja de intentar guardar todo ahí. Encuentra un sistema que te permita liberar ese espacio — esa capacidad — para que puedas generar más ideas, explorar y experimentar.
Te lo prometo: una libreta tiene mejor memoria que tú.
Mi objetivo con el contenido que creo es ayudarte a construir una carrera más sostenible y más humana.
Y para que cualquier cosa sea “sostenible”, se tiene que comenzar por el reconocimiento de sus capacidades, y por ende, de sus límites.
Haz las paces con tus capacidades. Sé generoso con tu flexibilidad para intentar cosas nuevas, aunque se sientan un poco incómodas al inicio.
Crecer una carrera no se trata solamente de hacer más.
Se trata también de buscar maneras de cómo hacerlo mejor, considerando, adaptándonos, y principalmente, aceptándonos por nuestras capacidades; pero también por nuestras limitantes.
En Pathways encontrarás una comunidad de profesionales dispuestos a acompañarte en ese camino.
Tienes metas, y constantemente estás trabajando por alcanzarlas.
Pero, ¿cada cuánto tiempo te detienes a evaluar si lo que estás haciendo sigue teniendo sentido?
Necesidades que antes generaban millones de empleos, hoy están mayormente resueltas. Y esas soluciones, a su vez, han creado otras áreas de oportunidad.
El mundo avanza constantemente. Las reglas del juego cambian.
De vez en cuando, tienes que pararte a revisar tu forma de operar para determinar si sigue haciendo sentido en el contexto en el que te encuentras en ese momento.
Giuseppe Tomasi di Lampedusa, autor de El gatopardo, escribió que “si queremos que las cosas se mantengan como son, las cosas van a tener que cambiar.”
Aquella meta que te pusiste hace un tiempo, ¿quieres seguir avanzando en esa dirección? Vas a tener que ajustar tu estrategia a las nuevas reglas del juego.
“Estricto con los objetivos; flexible con las circunstancias.”
Antes de ir a dormir, Theodore Roosevelt y su amigo, el naturalista William Beebe salían a ver el cielo, a buscar una pequeña conglomeración de luces cerca de la constelación Pegaso.
“Ahí está la Galaxia Espiral en Andrómeda. Es tan grande como la Vía Láctea. Es una de las cien millones de galaxias. Tiene cien mil millones de soles, cada uno más grande que el nuestro.”
Roosevelt entonces volteaba con su amigo y decía: “Bien, creo que ya somos suficientemente pequeños. A dormir”.
Nos enganchamos en el día a día. Afligidos por lo que está sucediendo a nuestro alrededor, y queriendo controlar hasta el más mínimo detalle.
Desgastándonos en el proceso.
Sin darnos el tiempo de poner las cosas en perspectiva. De buscar oportunidades de aterrizarnos en nuestra humilde realidad en la que, para fines prácticos, nada depende enteramente de nosotros.
Recuerda esto la próxima vez que algo no salga como esperabas. Cuando el reporte no llegue a tiempo; cuando tengas un bug en tu aplicación; cuando tu compañero de trabajo esté siendo todo menos útil; cuando tu jefe revele sus verdaderas intenciones.
Todas esas son oportunidades de, como Roosevelt y Beebe, voltear al cielo y darte cuenta de lo poco consecuente que en realidad es lo que te está estresando tanto.
Por más que nos jactemos de nuestras capacidades intelectuales y de raciocinio, no podemos evitarlo: caemos en los mismos patrones de comportamiento, una y otra vez, influenciados por esos hábitos y emociones.
No es nuestra culpa. No es culpa de nadie, realmente. Simplemente, es un producto del ambiente donde crecimos, los ejemplos que tuvimos, y el esquema de valores que nos ayudó a sentirnos seguros en nuestras etapas formativas.
No es nuestra culpa, pero sí nuestra responsabilidad.
Pero, ¿quién que se crea a sí mismo como alguien intelectual y racionalmente competente no haría algo por cambiar una situación que no está en su mejor interés?
Esa es la dicotomía a la que nos tenemos que enfrentar.
Cuando nos damos cuenta de que algo que hacemos y hemos hecho toda nuestra vida no nos está llevando en la dirección en la que queremos ir, no se trata solamente de reevaluar las tácticas y cambiar la forma en que operamos.
No.
Se trata de observar qué es lo que nos llevó a comportarnos así en primer lugar. Entender y apreciar que, en nuestras etapas formativas, recibimos señales de refuerzo de que estaba bien comportarse así. Hacer las paces con que nuestra forma de ver el mundo está coloreada por generaciones y generaciones de personas que construyeron esa realidad para nosotros.
Y luego hacer algo al respecto.
Y no, no es fácil. Es doloroso, tardado, costoso. Por eso, tantas personas prefieren taparse los oídos y ojos, e ignorar el problema: que sea responsabilidad de los demás navegar alrededor de sus problemas.
Pero tú no. Tú eres responsable.
Tú vas a ejercer tu sentido de agencia, tomar cartas en el asunto, y vas a involucrarte activamente en decidir a dónde quieres llevar tu vida y tu carrera.
¿Lo quieres hacer acompañado? Te esperamos en Pathways.
Es de ensueño pensar que únicamente tienes que encontrar ese algo que va a hacer que todos tus problemas desaparezcan.
En las películas y series, la implicación es que después del clímax no volvió a haber problemas para la pareja principal. ¿Crees que Ross y Rachel no volvieron a tener diferencias? Si se pasaron 10 temporadas sin poder ponerse de acuerdo…
Es irreal, y lo sabes. Todos lo sabemos.
Sin embargo, seguimos buscando llenar ese vacío en nuestras carreras de la misma manera: buscando la oportunidad, la empresa, el empleo que no nos traerá problemas, y que cumplirán al 100 % lo que te prometieron en las entrevistas. Como si los mercados no cambiaran y las organizaciones no se tuvieran que ajustar a las realidades del mundo.
Lo peor: a veces le damos más importancia de la que merece, permitiendo que nuestro empleo se vuelva desproporcionadamente nuestra mayor fuente de satisfacción — no solo profesional, sino también personal.
Imagínate que conoces a una persona nueva esta noche. ¿Cuánto tiempo pasaría antes de que le estuvieras platicando de lo que haces en tu empleo?
Hm…
¿Y quién eres fuera de tu carrera?
¿Qué te gusta hacer que no involucre crecer profesionalmente, o seguir avanzando en tu craft?
¿Hay algo que hagas solamente porque te gusta?
¿Qué fuente de satisfacción tienes que no esté atada a tu empleo?
Eventualmente, vas a tener que enfrentarte a estas preguntas. No se trata de si, sino de cuándo va a pasar. Tú decides si comienzas a trabajar en las respuestas a tu ritmo, desde hoy, o si dejas que el mercado laboral te obligue a hacerlo cuando los números no hagan sentido.
Eso fue lo que le dijo Pietro Perugino, maestro de Raphael, al sacerdote que lo había estado cuidando mientras pintaba un fresco en un convento en Florencia.
El sacerdote había estado parado junto a Pietro toda la noche, dándole pocas cantidades por vez del carísimo pigmento ultramarino que el artista utilizaba.
“¡Cómo absorbe pintura esa pared!”, decía el sacerdote de vez en cuando. Pietro lo ignoraba y continuaba trabajando, ocasionalmente limpiando su brocha en un bol con agua.
Cuando terminó su trabajo del día, Pietro vació el agua y le entregó al sacerdote el bol con sedimento puro de ultramarino en el fondo.
“Aquí tiene, Padre. Y por favor, aprenda a confiar en un hombre honesto.”
Vamos por la vida cuidándonos de que no nos roben.
Y muchas veces, eso que tanto cuidamos, y que nos causa tanta aflicción, ni siquiera es nuestro.
Así como el sacerdote, que en vez de usar su tiempo de una manera más productiva de acuerdo a sus creencias, decidió perder un día completo intentando evitar que algo que no iba a a suceder sucediera, nosotros perdemos nuestra vida un minuto a la vez preocupados por cosas que no van a pasar.
Michel de Montaigne dijo, “mi vida ha estado llena de cosas terribles que jamás sucedieron.” Y qué relacionable es esa idea.
Porque creemos que todos están buscando cómo hacernos daño. Constantemente a la defensiva.
¿Qué pasaría si aprendiéramos a confiar en la honestidad de las otras personas? ¿Qué tanto de nuestro tiempo — de nuestra vida — podríamos recuperar?
Y sí, seguramente nos vamos a encontrar con alguien deshonesto. Pero no importa.
Confiemos en la honestidad de las personas. Es más fácil vivir así, que estar a la defensiva todo el tiempo.
Al inicio de la primera gran sesión de grabación de los Beatles, George Martin, el ejecutivo de la disquera, les explicó a gran detalle el efecto que quería alcanzar. Terminó con, “Díganme si hay algo que no les guste.”
“Bueno, para empezar,” dijo George Harrison, “no me gusta tu corbata.”
George tenía una cualidad que a muchos nos hace falta: la capacidad de ser honesto hasta en los detalles más mínimos.
Su honestidad le permitía, como dijo Jann Wenner, fundador de Rolling Stone, “tocar exquisitamente al servicio de la canción.”
Honesto con lo que quería, con sus habilidades. Y con su ambiente.
Entre la honestidad y la imprudencia hay una línea muy delgada.
Tienes que calibrar tus sentidos para entender cuando tu honestidad existe en servicio de tu craft, como Wenner apreció de Harrison; y cuando existe en función de tu ego, que seguro es lo que habrá apreciado George Martin en ese estudio de grabación.
Sé honesto con tus habilidades, limitantes y deseos.
No seas imprudente con tu tiempo, tus circunstancias, y tu espacio.
Los humanos estamos, como dice el libro, “Cableados para las historias”.
Nuestros cerebros han evolucionado para ser buenos al contar y aprender a través de historias.
Lo único malo es que muchas de esas historias, nos las contamos a nosotros mismos. Y a veces nos las creemos.
¿La persona que no mantuvo la puerta abierta en el elevador para que pudieras entrar? Le caes mal, y quería que llegaras tarde.
¿Tu compañero que no entregó lo que le correspondía a tiempo? Es un irresponsable, y tú siempre tienes que cargar con todo.
¿Aquel proyecto en el que llegaste a la meta en tiempo y forma? No pudo haber pasado sin ti y tu excelente manejo del tiempo y recursos, y gracias a tus excelentes habilidades de liderazgo.
O tal vez, el del elevador no te vio; tu compañero tuvo una situación personal importante; tú tuviste la suerte de tener una meta bien definida con un equipo de trabajo comprometido.
¿Ves? Siempre te estás contando historias. Porque evolucionaste para razonar así sobre el mundo que te rodea.
Pero no todas son reales. Es más, la mayoría no lo son.
Así que no te claves. Porque la historia que tanto te has comprado puede ser tan real como las películas de superhéroes que ves en el cine.