No es tu culpa. Sí es tu responsabilidad.

Los humanos somos criaturas de hábitos.

Y no solo eso, también somos emocionales.

Por más que nos jactemos de nuestras capacidades intelectuales y de raciocinio, no podemos evitarlo: caemos en los mismos patrones de comportamiento, una y otra vez, influenciados por esos hábitos y emociones.

No es nuestra culpa. No es culpa de nadie, realmente. Simplemente, es un producto del ambiente donde crecimos, los ejemplos que tuvimos, y el esquema de valores que nos ayudó a sentirnos seguros en nuestras etapas formativas.

No es nuestra culpa, pero sí nuestra responsabilidad.

Pero, ¿quién que se crea a sí mismo como alguien intelectual y racionalmente competente no haría algo por cambiar una situación que no está en su mejor interés?

Esa es la dicotomía a la que nos tenemos que enfrentar.

Cuando nos damos cuenta de que algo que hacemos y hemos hecho toda nuestra vida no nos está llevando en la dirección en la que queremos ir, no se trata solamente de reevaluar las tácticas y cambiar la forma en que operamos.

No.

Se trata de observar qué es lo que nos llevó a comportarnos así en primer lugar. Entender y apreciar que, en nuestras etapas formativas, recibimos señales de refuerzo de que estaba bien comportarse así. Hacer las paces con que nuestra forma de ver el mundo está coloreada por generaciones y generaciones de personas que construyeron esa realidad para nosotros.

Y luego hacer algo al respecto.

Y no, no es fácil. Es doloroso, tardado, costoso. Por eso, tantas personas prefieren taparse los oídos y ojos, e ignorar el problema: que sea responsabilidad de los demás navegar alrededor de sus problemas.

Pero tú no. Tú eres responsable.

Tú vas a ejercer tu sentido de agencia, tomar cartas en el asunto, y vas a involucrarte activamente en decidir a dónde quieres llevar tu vida y tu carrera.

¿Lo quieres hacer acompañado? Te esperamos en Pathways.

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