Antes de ir a dormir, Theodore Roosevelt y su amigo, el naturalista William Beebe salían a ver el cielo, a buscar una pequeña conglomeración de luces cerca de la constelación Pegaso.
“Ahí está la Galaxia Espiral en Andrómeda. Es tan grande como la Vía Láctea. Es una de las cien millones de galaxias. Tiene cien mil millones de soles, cada uno más grande que el nuestro.”
Roosevelt entonces volteaba con su amigo y decía: “Bien, creo que ya somos suficientemente pequeños. A dormir”.
Nos enganchamos en el día a día. Afligidos por lo que está sucediendo a nuestro alrededor, y queriendo controlar hasta el más mínimo detalle.
Desgastándonos en el proceso.
Sin darnos el tiempo de poner las cosas en perspectiva. De buscar oportunidades de aterrizarnos en nuestra humilde realidad en la que, para fines prácticos, nada depende enteramente de nosotros.
Nada, excepto el cómo reaccionamos a las situaciones que se nos presentan.
Recuerda esto la próxima vez que algo no salga como esperabas. Cuando el reporte no llegue a tiempo; cuando tengas un bug en tu aplicación; cuando tu compañero de trabajo esté siendo todo menos útil; cuando tu jefe revele sus verdaderas intenciones.
Todas esas son oportunidades de, como Roosevelt y Beebe, voltear al cielo y darte cuenta de lo poco consecuente que en realidad es lo que te está estresando tanto.