Las noticias falsas generadas por IA están empezando a ser más atractivas que la verdad. Más virales. Más compartibles. Nicholas Carr escribe:
La creación de mitos, más que la búsqueda de la verdad, es lo que probablemente definirá el futuro de los medios de comunicación y del espacio público. La razón por la que teorías conspirativas extraordinariamente extrañas se han extendido tanto en los últimos años podría tener menos que ver con la naturaleza de la credulidad que con la naturaleza de la fe. Las teorías solo tienen sentido cuando se entienden como mitos. Creer que los políticos de Washington son pedófilos vampíricos que operan desde una pizzería de barrio no es muy diferente de creer que un dios sembrador del caos acecha la Tierra en forma de oso.
Cuando toda la evidencia que se presenta a nuestros sentidos parece irreal, la extrañeza misma se convierte en un criterio de verdad. Se impone una lógica paranoica. Cuanto más inquietante sea la historia, más atractiva y convincente puede parecer, siempre y cuando se ajuste a nuestra cosmovisión. «La belleza es verdad», escribió John Keats, un poeta romántico que comprendió que una concepción racional y científica de la existencia jamás podrá satisfacer los deseos más profundos de la humanidad. La belleza, como todos sabemos, está en el ojo del observador.
Otra vez el sistema de incentivos que tenemos está jugando, potencialmente, en nuestra contra.
Curiosamente, el contraste viene de un lugar que no esperaría: Amazon. Scott Dresser, VP de Amazon Robotics, en el blog corporativo de la empresa:
Estoy emocionado de compartir dos hitos significativos en el viaje de robótica e inteligencia artificial de Amazon. Acabamos de desplegar nuestro robot número 1 millón, basándose en nuestra posición como el mayor fabricante y operador de robótica móvil del mundo. Este robot hito fue entregado recientemente a un centro de cumplimiento en Japón, uniéndose a nuestra red global que ahora abarca más de 300 instalaciones en todo el mundo.
Los robots de Amazon son un ejemplo práctico del tipo de tareas que los robots deberían de absorber: tareas repetitivas, físicamente extenuantes, y que ponen en riesgo la integridad física de las personas.
Ahí sí, por favor, que nos quiten los empleos.
Pero que no nos quiten el criterio. La capacidad de tomar decisiones. De hacer arte. María Popova:
Cuando la IA empezó a colonizar el lenguaje —que sigue siendo nuestro mejor instrumento para salvar el abismo que nos separa, un contenedor de pensamiento y sentimiento que moldea el contenido—, le pedí a chatGPT que compusiera un poema sobre un eclipse solar al estilo de Walt Whitman. El resultado fue un conjunto de clichés en pareados rimados. Equivocarse en la forma —Whitman no rimaba— parecía una corrección fácil con una línea de código. Equivocarse en la poesía misma era la pregunta interesante, la pregunta que llega al corazón de por qué hacemos poemas (o pinturas, novelas o canciones): una pregunta fundamentalmente sobre qué significa ser humano.
Le pregunté a una amiga poeta por qué pensaba que ChatGPT sonaba hueco mientras que Whitman podía condensar infinitud de sentimientos en una sola imagen, podía desarraigar el alma en una palabra.
Hizo una pausa y luego dijo: «Porque la IA no ha sufrido».
No se trata de rechazar el progreso o de romantizar “lo que un día fue”, sino de reclamar la responsabilidad que tenemos de no nada más dejarnos ir por lo que está de moda esta semana. Defender el discernimiento en medio de la abundancia. Elegir conscientemente qué creemos, qué construimos, y con qué propósito.