Ayer hablé de que es importante que no te lleves las lecciones incorrectas de las situaciones que vives:
Por ejemplo, cuando las cosas te salen bien, tus emociones te van a hacer creer que la lección es que eres el mejor en lo que haces, y que nada te puede salir mal.
Por otro lado, cuando las cosas te salen mal, tus emociones te van a hacer creer que no deberías de volver a intentarlo nunca.
Ambas son extremos que tienes que evitar: uno te hará tomar riesgos innecesarios, y el otro te dejará paralizado y limitará tu potencial.
Pero hoy pensé que me hizo falta considerar una opción: cuando decides no llevarte una lección, ni buena ni mala.
Hace unos meses escribí sobre el proceso de toma de decisiones:
Hay pocas cosas que no decides, y que más bien tu fisionomía te obliga a hacer: respirar, parpadear, por mencionar algunas. Si bien también puedes decidir no hacerlo, no va a pasar mucho tiempo antes de que tu cuerpo te lo comience a reclamar.
Todo lo demás, lo haces porque lo estás decidiendo — consciente, o inconscientemente.
Y no importa si tomas decisiones inconscientemente, también te van a afectar sus consecuencias. Así que, ¿por qué no buscar hacerlo de manera consciente?
Mi llamado a la acción para ti hoy es que decidas buscar las lecciones que tu entorno está intentando enseñarte.
Porque hay lecciones en todo, absolutamente todo lo que hacemos. A veces son aparentes inmediatamente, otras nos tardamos meses o años en reconocerlas.
Pero ahí están.
Y decidir ignorarlas, hasta por omisión, únicamente te está jugando en contra.