Qué cómodo esperar que las cosas se resuelvan solas. Que los problemas desaparezcan por arte de magia.
Qué fácil sería si, como en la escuela, tuvieras una guía constante que te dijera lo que está bien hacer, y lo que no.
Que tuvieras una métrica clara a la que deberías llegar. Sacar el 10. No reprobar.
Y qué diferente es la realidad de tratar de crear una carrera —una vida— una vez que sales al mundo real.
Porque acá afuera no hay nadie con la responsabilidad de asegurarse de que haces las cosas bien. De que entregas la tarea. De que tengas lo que necesitas para “pasar”.
No.
Acá afuera, cada quien es responsable de ver por sus propios intereses. Y de cuidarse de aquellos que activamente están buscando meterte el pie, o hacerte la vida más complicada.
¿Cuántas personas no se han quedado esperando a que las cosas sucedan?
Apuesto a que no quieres ser de esos.
¿Entonces qué toca?
Hacerte responsable.
¿Lo quieres? Ve por ello. Porque nadie lo va a hacer por ti.
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