Ser “el confiable” de tu equipo te está jugando en tu contra

En casi todos los equipos hay una persona que sostiene más de lo que le toca. La que sabe dónde está todo. La que arregla los desmadres de otros. La que “da confianza” porque “nunca deja caer la bola”.

A veces eres tú.

No porque lo hayas decidido explícitamente, sino porque poco a poco te fuiste quedando con más cosas. Cada crisis, cada deadline imposible, cada “solo esta vez” que acabó siendo “siempre”.

Y, de pronto, tu identidad en el trabajo se redujo a eso: La persona confiable. La que nunca falla. La que siempre responde el mensaje, aunque sea sábado.

La mayoría de las empresas adoran a este perfil. Lo premian. Lo mencionan en los all-hands. Lo usan como ejemplo en las calibraciones de performance.

Pero casi nadie habla del costo oculto de ser “la persona confiable” del equipo. Y es importante, porque chance lo estás pagando y ni cuenta te has dado.

Estás mordiendo más de lo que puedes masticar

Probablemente esto te suene familiar si te consideras un high performer:

  • Cuando algo es importante, la gente te lo manda a ti “para asegurar que salga”.
  • Eres la persona del “último jalón”: otros avanzan 60–70 %, tú lo llevas a 100 %.
  • Te cuesta ver a alguien hacer algo “mal” sin meterte a corregir o rehacer.
  • Te venden nuevos proyectos como “oportunidad de visibilidad”… pero encima de todo lo que ya traías.
  • Cuando intentas delegar, sientes culpa o ansiedad, así que regresas a hacer tú el trabajo.

No solo te haces cargo de tus entregables. Te haces cargo de la ansiedad de tu jefe, de los huecos del equipo, de la falta de procesos, de la desorganización de otros.

Y como sueles poder con mucho, la organización asume que puedes con más.

“Si alguien lo puede sacar, es Cosme Fulanito.” Y tú, por supuesto, lo sacas.

Funciona. Hasta que deja de funcionar.

Para cualquiera, desde fuera, es el modelo del empleado ideal. El que “se pone la camiseta”. Pero por dentro, sabes que poco a poco te estás acabando. Sabes que no es sostenible. Y sabes que tienes que cambiar algo, pero no sabes ni qué ni cómo.

Te estás poniendo el pie tú solo

En teoría, ser la persona confiable del equipo te debería abrir puertas. Ser el que siempre entrega y toma las responsabilidades sin que nadie se lo pida suena a camino directo a una promo. Pero en la práctica, este patrón empieza a jugar en tu contra de varias formas.

Primero, te vuelves indispensable… en el lugar equivocado. Si tu valor percibido es “nadie hace este trabajo tan bien / tan rápido como tú”, tu manager enfrenta un dilema, porque moverte de rol implica dejar un hueco que nadie puede llenar; y promoverte implica distraerte de la operación que hoy mantienes viva. Eres too good to promote. No porque no tengas el nivel, sino porque el sistema depende demasiado de que sigas haciendo justo lo que haces hoy.

Ser indispensable en la ejecución te deja atorado ejecutando.

Otra consecuencia es que tu marca personal se define por apagar fuegos, no por diseñar el sistema para que haya menos incendios. Eres la persona que entra a salvar el proyecto la última semana, se queda hasta tarde haciendo los fixes, se sabe todos los atajos para que algo salga en tiempo. Eso es valioso, pero manda un mensaje sutil: “Confío en ti para arreglar cosas, no necesariamente para definirlas.” Y si te fijas, muchas decisiones importantes se toman antes de que tú entres a la foto.

Si siempre estás en modo bombero, es difícil que te vean como arquitecto. Y muchos procesos de promoción valoran más lo segundo que lo primero.

Además, cuando te llevas todo lo difícil “para asegurar que salga bien”, dejas muy poco espacio para que otras personas se equivoquen, practiquen y armen criterio. Y eso también es una señal de alguien que está listo para crecer. Hace unos años le escuché una idea a un amigo que me la apropié: el trabajo de un senior es desarrollar más seniors.

Desde tu perspectiva, estás ayudando al equipo. Desde el punto de vista del sistema, estás centralizando. Y los sistemas que dependen de una sola persona se vuelven frágiles.

Si todo pasa por ti porque “es que si no, no sale”, la organización ve a alguien ultracapaz… pero no necesariamente a alguien que multiplica capacidad. Puedes estar haciendo todo “bien” a nivel ejecución y, al mismo tiempo, estar bloqueando la evidencia que necesitarías para justificar tu siguiente nivel.

El impacto silencioso en tu salud mental

Hasta aquí podrías decir: “Ok, bloquea un poco mi promoción, pero al menos la gente confía en mí”.

El problema es que el costo no es solo profesional. Es psicológico. Cuando sientes que todo depende de ti, es casi imposible relajarte de verdad. Ni en vacaciones logras desconectarte de la chamba, revisando Slack tirado en la playa. Esa no es vida. Tu sistema nervioso se acostumbra a estar siempre on-call.

No es solo que trabajes muchas horas. Es que nunca terminas de soltar la sensación de que algo puede colapsar si tú no estás mirando.

Y a la larga, eso genera resentimiento. Por fuera, sigues siendo la persona que siempre “sí puede”. Por dentro, después de un rato, empiezas a preguntarte por qué siempre eres tú el que tiene que hacer las cosas, por qué los demás sí pueden irse de vacaciones tranquilos, por qué nadie se ofrece a ayudarte.

El problema es que casi nunca comunicas explícitamente ese malestar. Parte de tu identidad es “ser profesional” y “no quejarte”.

Entonces tragas y tragas.

Y ese resentimiento se acumula hasta que explota en llamadas, en tus code reviews, en cómo das feedback. El cinismo, los comentarios pasivo-agresivos, las fantasías de renunciar por Slack y dejar todo colgado.

Sí… también he estado ahí.

La productividad no es una medida de tu valor personal

Cuando llevas años siendo “la persona confiable”, es fácil que tu autoestima se pegue a ese rol. Si entregas mucho, te sientes valioso. Si aflojas tantito, te sientes culpable, flojo, reemplazable.

Eso hace muy difícil decir “no”, porque no estás defendiendo solo tu agenda; sientes que estás defendiendo quién eres. Y cualquier movimiento hacia un trabajo más sostenible se siente como una traición a tu propia identidad de high performer.

Ser “la persona confiable” no aparece de la nada. Hay al menos tres capas que suelen mezclarse:

  1. Historia personal
    • Familias donde fuiste “el responsable” desde chico.
    • Ambientes donde equivocarte tenía consecuencias desproporcionadas.
    • Mensajes tipo “tu valor está en ser útil / en aguantar”.
  2. Cultura laboral
    • Empresas que celebran al héroe que “sacrifica todo por el equipo”.
    • Jefes que no saben planear, pero sí saben pedir favores de último minuto.
    • Sistemas de evaluación que priorizan resultados a corto plazo sobre sostenibilidad.
  3. Narrativa interna
    • “Si yo no lo hago, nadie lo va a hacer bien”.”
    • “Decir que no es ser poco comprometido.”
    • “Solo tengo este nivel de impacto porque estoy dispuesto a dar más que los demás”.”

Si no haces explícitas estas capas, el patrón se siente como “así soy yo”. Como un rasgo fijo. Y cuestionarlo se siente casi imposible, porque ¿quién en su sano juicio cuestiona su propia identidad?

Puedes tomar la decisión de cambiar

La meta de todo lo que escribo aquí y comparto en redes es darle un poquito de luz al hecho de que sí se pueden entregar resultados importantes de manera consistente, sin destruir tu salud mental, tus relaciones ni tu curiosidad en el proceso.

No es trabajar menos por default. No es “irme a la playa a ser nómada digital”. Es mucho más aburrido, de hecho: definir tu esquema de valores para ver qué priorizas y qué no; diseñar tu chamba para volverte redundante por default, en vez de tener que ser el héroe siempre; proteger tu energía para los problemas que de verdad se merecen tu talento y atención.

Suena contraintuitivo, pero si quieres crecer, necesitas diseñarte para ser reemplazable en tu rol actual: documenta lo que hoy solo está en tu cabeza; enséñale a otros cómo haces lo que haces (aunque lo hagan medio mal al inicio); reconoce y resiste la tentación de “mejor lo hago yo” cada vez que ves algo imperfecto.

Cuanto más fácil sea cubrirte, más fácil es moverte.

Luego, cambia activamente tu rol de “hacer” a “propiciar”. Empieza a medir tu impacto no solo por lo que haces tú, sino por lo que pasa gracias a ti, incluso cuando tú no estás. Pregúntate: “¿Qué tendría que cambiar en el sistema para que este problema aparezca menos seguido?”, “¿quién más podría aprender a resolver esto conmigo?”, “si el equipo duplicara tamaño mañana, ¿cómo se rompería lo que hoy solo yo sé?”

Esto no significa desaparecerte de la operación de un día a otro, pero sí usar cada crisis como excusa para fortalecer el sistema, no solo tu ego.

Y finalmente, practica poniendo límites chiquitos, antes de tener que llegar a renuncias dramáticas. Proponte no contestar mensajes fuera de cierto horario. Es más, elimina Slack de tu teléfono. Di que sí puedes tomar la siguiente tarea, pero que vas a tener que dejar la otra antes; llega a acuerdos con tu manager, para que entiendan (tanto él como tú) que no puedes con todo. Delega cierto tipo de tareas a otros miembros de tu equipo y ayúdales a hacerse expertos en resolverlos.

Cada uno de estos microlímites manda un mensaje claro a tu subconsciente: tu valor no está en tu disponibilidad infinita, sino en lo que eres capaz de construir cuando no estás en modo bombero.

¿Y qué sigue?

Entender que no estás mal por ser confiable; que no estás mal por querer que las cosas salgan bien. Pero también entender que hay un punto a partir del cual tu confiabilidad deja de ser un don y se convierte en una jaula. Y la empresa, honestamente, no tiene incentivos fuertes para ayudarte a salir de ahí.

Ese trabajo te toca más a ti.

Yo llevo un rato obsesionado con esto: qué significa hacer trabajo importante sin quemarte, cómo se ve una carrera de alto desempeño que no dependa de que sacrifiques todo lo demás, qué prácticas concretas ayudan a salir del rol de “persona confiable” y moverte a un lugar más libre y más senior.

Si te interesa explorar cómo se ve una “sustainable high performance” para ti —en tu equipo, en tu contexto, con tus límites—, quiero invitarte a hacerlo conmigo:

Si algo de esto te resonó, no lo dejes pasar como “solo otro artículo más sobre burnout”.

Es probable que ya estés pagando el costo de ser “la persona confiable”. La pregunta es si quieres seguir pagándolo así o si ya toca cambiar el chip.

Puedo ayudarte a diseñar una carrera más clara, más tuya y más sostenible. Conoce cómo.

Vuélvete miembro para dejar comentarios, y desbloquear otros beneficios.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *