Guy Hochman, en BehavioralEconomics.com, escribe y describe lo que él llama Homobiasos:
Durante décadas, economistas y psicólogos han retratado a los humanos como Homo economicus —agentes racionales de cálculo— o, de forma más benévola, como Homo heuristicus —simplificadores eficientes que navegan un mundo complejo.
Pero ninguna de esas descripciones captura del todo quiénes somos. No somos calculadoras frías ni minimalistas puramente intuitivos. Somos Homobiasos: la especie que racionaliza con los ojos bien abiertos, tejiendo historias que hacen que nuestras elecciones parezcan razonables, morales y coherentes —incluso cuando no lo son.
Este párrafo se me hizo especialmente bueno:
No es solo que no veamos la realidad; la interpretamos a través de filtros reconfortantes. Tomamos decisiones y luego las justificamos. Nos engañamos a nosotros mismos no porque seamos “irracionales”, sino porque anhelamos significado y consistencia. Nuestros ojos están bien abiertos fisiológicamente, pero psicológicamente a medio cerrar.
Recomiendo que leas Mistakes Were Made (But Not by Me), de Carol Tavris y Elliot Aronson, si te interesa ahondar más en el fenómeno de las disonancias cognitivas y cómo estas afectan nuestro juicio. Relevante para entender este punto:
Los humanos no estamos impulsados por la lógica, sino por la preservación de la coherencia del yo. Los sesgos no son simples errores basados en corazonadas; son compromisos emocionales entre la verdad y la identidad.
Distorsionamos los hechos para mantenernos íntegros, no para engañar. Los sesgos se convierten en una forma de gestión de significado: el mecanismo narrativo que mantiene funcionales a las sociedades, estables a las relaciones y completos a los individuos.
El peligro no reside solo en tener sesgos, sino en no entender que podrían ser historias al servicio de uno mismo.
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