Para crecer debemos olvidar… pero ahora, la IA recuerda todo

Me gustó mucho esta pieza de Amy Chivavibul:

Imagina que tu mejor amiga (llamémosla Mary) tuviera una memoria perfecta e infalible.

Al principio, se siente maravilloso. Recuerda tus platillos favoritos, citas de películas oscuras, incluso ese tono exacto de suéter que admiraste casualmente hace meses. Hacer planes para cenar es facilísimo: “Nos reservé en Giorgio’s otra vez, tu favorito: ravioli de trufa y Cabernet, como la última vez”, Mary sonrió cálidamente.

Pero poco a poco, las cosas se vuelven menos atractivas. Tus intentos de variar o explorar algo nuevo son descartados con suavidad: “Escuché de ese nuevo lugar de sushi, ¿lo probamos?”, sugieres. Mary duda: “¿Te acuerdas del año pasado? Dijiste que el sushi no era mucho lo tuyo. Giorgio’s es seguro. ¿Para qué arriesgarnos?”

Las conversaciones empiezan a sentirse repetitivas, tu identidad queda fijada a una versión en caché de ti misma. Mary cita constantemente tus preferencias pasadas como prueba de quién sigues siendo. Cuanto más tiempo pasa, más pequeño se siente tu mundo… y la comodidad empieza a agriarse hasta volverse confinamiento.

Ahora, imagina que Mary no es humana, sino tu asistente de IA personalizado.

Como recordatorio, puedes configurar ChatGPT para que “no recuerde” tus conversaciones. Pero Amy tiene un punto más importante: olvidar cosas es un aspecto fundamental de lo que nos hace humanos, y lo que nos permite crecer sin estar atados al pasado.

La “memoria infinita” va en contra de la fibra misma de lo que significa ser humano. La ciencia cognitiva y la biología evolutiva nos dicen que olvidar no es un defecto de diseño, sino una ventaja de supervivencia. Nuestros cerebros no están hechos para almacenarlo todo. Están hechos para soltar: para difuminar el pasado, para recordar mal lo necesario para poder avanzar.

Imagínate recordar tu etapa de secundaria con lujo de detalle. Horror.