No necesitas que tus herramientas sean sofisticadas. Necesitas ponerte a trabajar.

Kyle Chayka en una pieza para The New Yorker, “TextEdit and the Relief of Simple Software”, habla sobre algo que todos estamos viviendo: nuestras herramientas se están haciendo cada vez más complejas.

Durante la última década de la informática, el escritorio ha perdido protagonismo. Los sistemas de archivos digitales han seguido el camino de la bandeja de entrada en la vida real. En su lugar, usamos la barra de búsqueda para acceder a cualquier archivo que queramos encontrar o accedemos a aplicaciones que ofrecen experiencias autónomas y optimizadas para consumir o producir contenido. Las pantallas de inicio de nuestros teléfonos son incluso menos personalizables y menos idiosincrásicas que los escritorios de nuestras computadoras; rara vez pensamos en los archivos individuales que existen en nuestros teléfonos. Apple lanzó recientemente un rediseño de la interfaz del sistema operativo del iPhone llamado Liquid Glass que vuelve sus íconos translúcidos, homogeneizando aún más su apariencia. Incluso estos íconos podrían pronto ser cosa del pasado. La promesa de la inteligencia artificial es que el escritorio desaparecerá por completo y los usuarios solo interactuarán con un chatbot o una voz que ejecutará sus órdenes mediante lenguaje sencillo, transformando toda la computadora en un personaje antropomorfizado. Sin desorden, solo eficiencia de IA.

Pero debajo de toda esa eficiencia percibida existen herramientas simples y confiables que estamos dejando de usar. Estas aplicaciones no cambian constantemente para satisfacer las expectativas de crecimiento de los inversionistas:

Confío en TextEdit. No rediseña su interfaz sin previo aviso, como Spotify; no promociona nuevas funciones ni me exige actualizar la aplicación cada dos semanas, como Google Chrome. He probado otros programas para llevar un registro de mis pensamientos e ideas en desarrollo: la aplicación de notas personales Evernote; el tablero de gestión de tareas Trello; el espacio de trabajo digital colaborativo Notion, que permite almacenar y compartir información de la empresa. Cada uno te anima a adaptarte a una filosofía de organización determinada, con sus propios formatos y sistemas de archivo. Pero nada me ha resultado más útil que la simplicidad brutal de TextEdit, que no intenta ayudarte en absoluto con el proceso de pensamiento. Usar la aplicación es lo más parecido a escribir a mano en una pantalla. Podría hacer listas en papel, por supuesto, pero también he descubierto que mi cerebro está tan irremediablemente deformado por los teclados que solo puedo plasmar mis pensamientos escribiendo. (Al parecer mi monólogo interior se desarrolla en tipografía Arial, tamaño catorce puntos.)

Este artículo me puso a pensar en la razón real de que estas herramientas tan complicadas y constantemente cambiantes son tan atractivas. Por qué es tan sencillo perder tanto tiempo intentando encontrar la aplicación perfecta que funcione justo como yo quiero para hacer eso que creo que estan importante. 

Se llama procrastinación. Steven Pressfield lo llama “la Resistencia”, y explora cómo vencerla en The War of Art, Turning Pro y Do the Work. Específicamente, Pressfield dijo algo que constantemente resuena en mi cabeza: 

El aficionado cree que primero debe superar su miedo; luego podrá trabajar. El profesional sabe que el miedo es invencible. Sabe que no existe un guerrero intrépido ni un artista sin miedo.

Tal vez pienses que no puedes ponerte a escribir si tu editor de texto no tiene la tipografía, o la capacidad de hacer outlines justo como tú quieres, o la integración con tal o cual servicio.

Tal vez solo tienes miedo de empezar.

Do the work.