Incrementar tu masa muscular duele. Tienes que ir al gimnasio y lastimar tus músculos. Y no será sino a través de la consistencia y dedicación que, después de un tiempo, comenzarás a ver los resultados. Tus músculos estarán más definidos, y tendrás más vitalidad.
Lo que nadie te dijo es que es exactamente el mismo proceso — complicado, arduo y tedioso a veces — para crecer profesionalmente. A diferencia del físico, para crecer en tu carrera profesional no necesitas lastimar tus músculos. Necesitas lastimar tu ego. Y lastimar el ego duele mucho más, de manera más profunda, que un trícep recién ejercitado.
Fallar significa que estás conociendo tus límites. Ese sentimiento de fracaso, aprenderás eventualmente, es en realidad el trampolín a aprender cosas nuevas. Así como una Roomba debe de primero pegarse en todos los muebles para saber dónde no puede limpiar, tú necesitas fallar en muchas tareas para saber qué no sabes. Aún.
Pero a diferencia de la Roomba, tú sí puedes tumbar esa pared, o mover ese mueble.
Todos tenemos miedo de fallar. Sobre todo a fallar en público o con un equipo. Desafortunadamente la educación que recibimos la mayoría de nuestra generación nos enseñó que un error era algo que lamentar. Probablemente creciste creyendo que un error, o un fallo, debes evitar a toda costa. Cuando en realidad, los errores son el principal catalizador del crecimiento — en todos los ámbitos.
Fallar es parte de crecer. Es recibir feedback.
Una idea que no se pone a prueba está segura. Porque no se puede robar, ni modificar, ni pervertir. Pero tampoco se puede criticar, mejorar ni usar en el mundo real.
Puedes pasar toda tu carrera estudiando y aprendiendo nuevas cosas — tecnologías, metodologías, herramientas, etc. Pero no será hasta que salgas, intentes hacer algo y lastimes un poco tu ego en el proceso, que todo el conocimiento adquirido se sintetizará en aprendizajes.
Atrévete a fallar. En público. Serás imparable.