El sentimiento de domingo a medio día durante la pandemia. Nada qué hacer, ningún lugar al cual ir. Y aunque ya había sacado a caminar a mis perros unas horas antes, las ganas de sentir tracción en el día me llevaron a sacar mi computadora e intentar forzar que la creatividad para hacer algo de valor aparecieran.
La tracción que buscaba terminó por convertirse en frustración porque las ganas de crear no aparecían por más que refrescara Twitter. Finalmente decidí que en vez de seguir “quemándome” intentando hacer que se materializara una chispa de inspiración, me dedicaría a resolver las minucias que había estado ignorando durante los últimos días.
Limpiar mi bandeja de entrada, leer los artículos pendientes y cerrar las pestañas de Chrome y Safari. Tareas sin importancia, pensé. Sin darme cuenta, un par de horas habían pasado y ya tenía definidos un par de artículos para mi blog, dos ediciones de mi newsletter, y había completado la preproducción del siguiente episodio de mi podcast.
Trabajo es trabajo. No importa si los resultados llegan hoy o dentro de un año, lo importante es hacerlo.
Me di cuenta de que mi problema era que no quería trabajar, sino que quería trabajar en algo que me diera resultados hoy mismo.
Analizando este estado de la mente me di cuenta de que decidir conscientemente no hacer algo porque los beneficios no se verán inmediatamente es una manera bastante loca de vivir la vida.
¿Por qué hacer ejercicio? ¿Para qué estudiar? ¿Para qué hacer nada?
En la edición del 14 de enero de mi newsletter hablé sobre la importancia de diferenciar la velocidad con la que hacemos las cosas del por qué las hacemos.
La sociedad en la que vivimos nos hace creer que la velocidad con la que hacemos las cosas importa más que la calidad con la que las hacemos. Llegar más rápido es mucho más apreciable que llegar completos. En lo personal tiendo a caer en esta trampa.
No han pasado ni dos semanas y ya volví a caer. Pero está bien, porque el primer paso para resolver un problema es tenerlo bien identificado.
Por ahora el mantra que se me viene a la mente es el siguiente: El Oscar de hoy ya está completo. Pero lo haré por el Oscar del futuro.
Y aunque estoy terminando este artículo el domingo a las 6 de la tarde, lo programaré para que se publique hasta el próximo miércoles. Ya hice el trabajo, dejaré que los resultados vengan después.