• Siempre ten algo en el horizonte

    ¿De dónde sacas la motivación para seguir cuando las cosas se ponen difíciles?

    Porque inevitablemente va a pasar. Rara vez el mundo juega a nuestro favor; y cuando lo hace, no dura mucho.

    Eventualmente, vas a querer tirar la toalla.

    Esto es completamente normal. No nos gusta sentirnos incómodos. Y a pesar de que creo que es una competencia que debemos de desarrollar — aprender a estar cómodos en la incomodidad —, sabemos que no es fácil.

    Pero no puedes renunciar cada vez que las cosas se ponen difíciles. Ya no, porque ya no tienes el carácter de un adolescente. Ya no, porque ahora tienes responsabilidades: una familia, personas que dependen de ti. Una renta qué pagar, alimentos qué poner en la mesa.

    No puedes simplemente renunciar.

    Y es momento de poner las cosas en perspectiva.

    ¿Por qué vale la pena hacer eso que no quieres, o que sientes que no puedes hacer?

    Porque hay algo más allá del dinero que vas a recibir al final de mes. Por la seguridad que le vas a dar a los tuyos, por las oportunidades que vas a poder generar. Por ese viaje que vas a hacer. Por esa meta a la que quieres llegar.

    Ver tu empleo como una meta no es sostenible. ¿Qué pasa si te corren?

    Pero verlo como un medio para hacer algo más grande, hace que valga la pena.

  • El balance entre vida, trabajo, y tú

    ¿Trabajas para vivir, o vives para trabajar?

    Esa frase se usa mucho cuando se habla justamente del balance entre vida y trabajo. Y creo que está bien intencionada.

    “Vida y trabajo”, sin embargo, son universos completos que estás sosteniendo. Uno con cada mano.

    ¿Y tú donde quedas?

    Mantener un balance entre vida y trabajo es importante. Sí. Pero, ¿y tú?

    La idea del “balance” es que ambos elementos pesen lo mismo.

    Si no eres tu trabajo, ¿eres tu vida?

    Y si eres tu vida, ¿por qué no podrías ser tu trabajo?

    ¿Por qué favorecerías más uno que otro? ¿Dónde está el balance, entonces?

    Que tengas excelente inicio de semana.

  • Un día en la vida de un Engineering Manager

    El despertador suena a las 5:30 de la mañana. Es lunes.

    Me levanto y me aseo, me dirijo a la sala para sentarme a escribir mis Morning Pages y enviar mi correo diario. A las 6:45 saco al perro, caminamos un poco más de 30 minutos por lo regular. Regreso para desayunar con mi novia, y después me baño y arreglo para ir a trabajar.

    Aunque trabajo de manera remota, y podría trabajar desde casa, cuando nos mudamos a Guadalajara decidí rentar un espacio privado en un coworking.

    A las 8:45 salgo camino a mi oficina. Regularmente, uso la bicicleta, pero últimamente me estoy llevando el auto por si llueve.

    Son las 9 am, y ya estoy instalado en mi espacio de trabajo. Abro Slack, y comparto mi mensaje de buenos días con mi equipo y mis colegas.

    Estoy listo para trabajar.

    9 am: La primera llamada de la semana

    En la llamada estamos los managers y los ingenieros más senior del grupo, además de nuestro director, quien lleva la agenda.

    Es parte de nuestra rutina tener esta llamada todos los lunes. Aquí, nos aseguramos de que estamos en sintonía sobre qué es lo que tenemos que lograr durante los siguientes 5 días. Revisamos quién va a estar fuera, así como si hay algún nuevo mensaje que deberíamos de bajar a nuestros respectivos equipos.

    10 am: 1on1s

    Son las 10 am.

    Los lunes, además de las llamadas de rutina con el equipo completo, priorizo llamadas 1on1 con dos de los miembros más senior de mi equipo. Cada una de ellas dura entre 30 y 45 minutos.

    Aprovechamos para platicar más en profundidad de los proyectos que tenemos entre manos, de las metas a las que nos comprometimos, y de oportunidades que podemos encontrar para el equipo y nuestras iniciativas.

    Una parte integral de estas llamadas, es que me comparten sus preocupaciones y observaciones generales de cómo estamos haciendo las cosas. Siendo las personas más senior del equipo, sus opiniones y observaciones son altamente matizadas, y me ayudan a entender más “a nivel cancha” qué es lo que está pasando — tanto dentro del equipo, como fuera.

    Estas llamadas también son una gran oportunidad de estrechar los lazos de confianza entre nosotros. Esto es clave para mantener una relación sana.

    11 am: Hora de hablar con el equipo completo

    El reloj marca un poco más de las 11 am, y yo estoy justamente terminando de revisar qué fue lo que sucedió durante el fin de semana. Ahora tengo una visión mucho más clara de la prioridad para los siguientes días.

    Estoy listo para tener mi llamada semanal con mi equipo completo. Abro la agenda, y comienzo a agregar los detalles de los temas de los que les quiero hablar. Vamos a abrir un nuevo puesto en el equipo, la guía de los OKRs de la compañía está disponible ya, y se está hablando de un viaje de integración a Nueva York en los próximos meses, pero aún no tengo detalles concretos.

    11 personas nos conectamos a la llamada, y comenzamos. Rompo el silencio con mi frase usual, “How’s everyone doing? Did you do anything fun over the weekend?”

    Después de 40 minutos de platicar, alinearnos y desbloquearnos mutuamente, usamos los 5 minutos restantes para compartir nuestras metas personales de la semana. En un ejercicio de responsabilidad compartida, todo el equipo vamos al Canvas de nuestro canal de Slack, y debajo de nuestro nombre compartimos los 3 o 4 objetivos que queremos lograr esta semana.

    Nos vamos desconectando conforme vamos terminando de escribir.

    12 pm: Tiempo para trabajo concentrado

    Paul Graham en su ensayo Maker’s Schedule, Manager’s Schedule hace alusión a la distinción entre el tipo de trabajo de alguien que es manager y alguien que hace cosas (¡que no quiere decir que los managers no hagamos cosas!)

    Graham correctamente menciona que los managers vivimos en incrementos de tiempo de media una hora o menos. En temporadas de trabajo pesado, me ha tocado vivir en incrementos de 15 minutos — cada bloque destinado a una llamada, o a trabajar en una tarea en particular.

    Obviamente, 15 minutos no son ni de cerca suficientes para poder hacer algo complejo. Así que una de las competencias más importantes que he tenido que aprender a desarrollar es la de romper los problemas que se me presentan en problemas más pequeños, que pueda resolver en 15 minutos o menos.

    Pero hoy no tengo llamadas durante los próximos 90 minutos. Es una de esas situaciones raras donde tengo tiempo para dedicarle atención extendida a una o más tareas. Pero primero lo primero.

    ⌘-tab me lleva a Chrome, y ⌘-T abre una nueva pestaña. Escribo mail.google y presiono enter: hora de dejar mi bandeja de entrada limpia. Al rededor de 15 mensajes necesitan ser atendidos. Conforme voy leyendo, también capturo action items en mi aplicación de tareas.

    Abro OmniFocus y organizo lo que tengo que hacer por prioridad y duración estimada, y elijo unas cuantas: tengo que leer varios documentos, hacer check-in en Slack con un par de stakeholders, y terminar de configurar unos reportes en Jira.

    Cierro Slack, y comienza la concentración.

    1:30 pm: Una última llamada antes de ir a comer

    Toca mi llamada mensual con el manager de un equipo con el que estamos colaborando de manera cercana. Es uno de mis stakeholders, es decir, uno de mis clientes — el trabajo que mi equipo hace impacta directamente el del suyo.

    Los primeros 5 minutos platicamos de qué es lo que ha sucedido en nuestras vidas personales durante el último mes. Yo me certifiqué como buzo, él se fue a acampar con su familia.

    Después vienen 25 minutos de revisar compromisos y asegurarnos de que las metas que nos pusimos todavía son realistas.

    Todo bien. “See you later!”

    2 pm: Hora de la comida

    Soy bastante afortunado de que recorro la distancia entre mi oficina y mi departamento en 5 minutos en auto o bici, y en 10 caminando.

    Procuro aprovechar esto, y voy a casa a comer.

    Pero hoy, un ingeniero de mi equipo, que también vive por la zona, vino a trabajar al mismo coworking donde está mi oficina. Así que hicimos planes para salir a comer juntos. El lugar de comida Coreana que está a un par de cuadras está bastante bueno, y los dos andamos en mood, así que caminamos hacia allá.

    A las 2:05 nos toman la orden, y a las 2:15 ya estamos comiendo. Elegí un bibim ramen con panceta.

    3-5 pm: Otra cadena de llamadas

    La compañía para la que trabajo funciona principalmente en el huso horario EST. Esto quiere decir que para cuando yo estoy regresando a mi segunda ronda de llamadas del día, muchos ya se fueron (o se están yendo) a descansar.

    Por lo regular, las llamadas que tengo después de las 3 de la tarde son con personas que también trabajan desde México, en CST.

    Hoy, son 4 1on1s con miembros de mi equipo. Tengo en la agenda 30 minutos para cada uno, pero si no hay muchas cosas de qué hablar, por lo regular en 15 minutos ya estamos desocupados.

    Tal fue el caso de la última ingeniera con la que hablé, así que a las 4:45 pm ya no tengo otro compromiso en el calendario.

    Mi rutina del final del día laboral incluye darle otra limpiada a mi inbox. Una vez que está en ceros, me puedo ir.

    Hago clic en el botón de  en la esquina superior izquierda de mi monitor, y luego en “Sleep”. La computadora de trabajo se va a dormir, y yo no volveré a pensar en trabajo hasta mañana.

    5-9 pm: Familia y hobbies

    El camino de regreso a casa me ayuda a cambiar aires. Para cuando abro la puerta de mi departamento, ya se me olvidó cualquier pendiente de mi empleo.

    Me gusta creer que trabajo para vivir, y no que vivo para trabajar. Así que es bastante importante para mí mantener un buen balance entre mi vida y empleo, priorizando la primera.

    Estoy bastante orgulloso de que por fin he desbloqueado un nivel de balance en el que, genuinamente, no pienso en mi empleo después de las 5 pm.

    Las siguientes 4 horas estarán dedicadas a atender a los perros, leer alguno de los varios libros que estoy leyendo simultáneamente, escribir, hacer de cenar, y ver uno o dos episodios de nuestra serie en turno. Ahorita estamos viendo por segunda o tercera vez Modern Family.

    A las 8:30 saco mi iPad para poner algún video en YouTube mientras lavo los platos sucios. Ayer hubo carrera de la F1, así que pongo el resumen de Kym Illman y después la reacción de los pilotos. Descalificaron a George Russell, y a Checo le volvió a ir de la patada. Creo que no termina la temporada con RedBull.

    Me seco las manos, guardo mi iPad, y me voy a dar un baño para antes de dormir.

    9 pm: Final del día

    Los dos somos personas que preferimos levantarnos temprano que desvelarnos, entonces procuramos dormirnos temprano. Es raro el día que estamos despiertos después de las 10 de la noche.

    Hoy, estamos acostados a las 9. Me quito mi Apple Watch y lo pongo en su cargador, conecto mi teléfono no sin antes abrir Audible, y presionar play. Comienza el siguiente capítulo de Harry Potter y el Prisionero de Azkabán, pero sé que no lo terminaré de escuchar porque en 5 minutos estaré dormido.

    Hasta mañana.

    Esta es una ficcionalización de un día regular de trabajo. Los eventos, y descripciones de situaciones relacionadas con mi empleo son solamente ejemplos ilustrativos.

  • Solo comienza

    Winston Churchill dijo que otra forma de escribir “perfección” es PARÁLISIS.

    Nike lo sabe. “Just do it.”

    Terminado es mejor que perfecto. Siempre.

    Hoy, particularmente, tengo esto presente. Porque esta semana estuvo llena de situaciones en las que, por querer hacer las cosas perfectas, terminé por hacer nada.

    Tengo que recordarme de la importancia de bajar el nivel de exigencia hacia mí mismo. Te invito a que también lo hagas.

    Ese proyecto, esa idea, ese compromiso que te paraliza por el miedo de no hacerlo bien.

    Lo único que tienes que hacer es comenzar, y el impulso que agarres es el que te llevará a la línea final.

    Completo es mejor que perfecto.

  • Hasta las bestias y plantas saben respirar

    Sí, somos nuestro entorno. Pero también recuerda que parte de lo que te hace una persona, lo que te hace diferente a una bestia, es tu capacidad de tomar decisiones conscientes sobre cómo modificar tu entorno.

    “Hasta las bestias y plantas saben respirar,” dice Marco Auerlio.

    Y es cierto.

    Parte de lo que te hace humano — persona — es que puedes ejercer fuerza para cambiar las cosas a tu al rededor.

    Si no lo haces, ¿qué diferencia hay entre tú y un objeto sin sentido de agencia?

    Reflexiona: ¿qué está en tu control cambiar, pero no lo estás haciendo?

  • Los planes no sirven de nada, pero planear es indispensable

    Ayer tuve uno de esos episodios de parálisis, de bloqueo creativo. Pasé, sin exagerar, unas 3 horas sentado frente a la computadora sin poder hacer nada. Completamente paralizado.

    Me había comprometido a hacer algo nuevo para mí, algo que no había hecho en muchísimo tiempo. Tenía un deadline y había gente esperando resultados de mi parte.

    Pero me paralicé. Fallé.

    Hoy por la mañana, durante mi sesión de Morning Pages, exploré el porqué. Y creo que tengo una idea…

    En 1950, Dwight D. Eisenhower escribió una carta a un diplomático de E.E.U.U, donde dijo:

    … siempre recuerdo la observación de un exitoso solado: “Hacer planes para cuando haya paz no sirve de nada, pero planear para que haya paz es indispensable”.

    En 1957, durante un discurso, compartió su versión de la idea, la cual popularizó:

    Los planes no sirven de nada, pero planear es indispensable. Hay una gran distinción, porque cuando estás planeando para una emergencia, debes comenzar por esto: la mera definición de “emergencia” es que es inesperada, por lo tanto no va a suceder de la manera en que la estás planeando.

    Los planes no sirven de nada, pero planear es indispensable.

    Ayer quise completar el proyecto completo sin tener una idea de qué era lo que estaba buscando hacer.

    Creí que por ser un proyecto creativo, podría salir “al ahí se va”. Que mi creatividad me salvaría. Que no era necesario hacer un plan.

    Y no pude estar más en lo incorrecto.

    Hoy lo voy a intentar de nuevo; esta vez con un plan. Voy a hacer un outline de lo que quiero hacer, un guion, un storyboard. Lo que sea necesario.

    Porque los planes no sirven de nada, pero planear es indispensable. Indispensable para saber, por lo menos, a qué me estoy enfrentando. No importa que sean incorrectos. Prefiero llegar con algo, que con nada.

    Y ayer lo aprendí de la manera difícil.

  • Tus herramientas deberían de trabajar para ti, no al revés

    En un esfuerzo por recuperar mi productividad, creé eventos en mi calendario para las cosas que tenía que hacer durante el día.

    Había eventos para hasta la cosa más pequeña. A qué hora me levantaba, a qué hora tenía que estar listo. Cuando iba a comer, a descansar.

    Durante una de las llamadas semanales de Pathways, donde compartimos nuestras metas de la semana, le mostré mi calendario Víctor. Su primera pregunta fue, “¿Qué haces cuando te tardas un poco más haciendo algo, o cometes un error?”

    La realidad es que no había considerado. Y mi calendario no reflejaba lo variable y frágil que puede ser la vida.

    No todo va a salir siempre como queramos, y tenemos que estar preparados para enfrentar eso.

    Tenemos que ser resilientes.

    Las herramientas deberían de trabajar para nosotros, no al revés. Mi calendario, después de reflexionarlo, me estaba haciendo sentir mal conmigo mismo cada vez que no lograba al pie de la letra lo que me había propuesto. Metas que había puesto ahí de forma arbitraria, y sujetas a un ideal, no a una realidad.

    Así que cambié la estrategia.

    La forma en como lo estoy viendo ahora se inclina más a favorecer el orden en el que hago las cosas, no necesariamente el momento en que lo hago.

    Y hasta ahora ha funcionado bastante bien.

    En tu caso, ¿qué herramienta que debería de estar trabajando para ti en realidad te está causando más presión innecesaria? ¿Qué puedes hacer para cambiarlo?

  • Las personas que aman lo que hacen se desgastan haciéndolo

    Marco Aurelio, en Meditaciones, dice que “las personas que aman lo que hacen se desgastan haciéndolo.”

    Además de ser una idea motivacional, también es una advertencia. Es fácil creer que porque estás haciendo algo que te gusta no deberías de marcar límites. Se vuelve peligroso.

    Como he escrito antes, lo que amas probablemente te está matando:

    Ernest Hemingway, en su obra maestra de 1926, escribió este intercambio entre sus personajes:

    Will: ¿Cómo quebraste?

    Mike: De dos maneras. Gradualmente, y luego de repente. 

    Es exactamente con el burnout. Una noche más, dando el 110 %, parece inofensiva si se ve desde nivel cancha. Total, mañana duermes un poco más tarde, aunque esto ocasione que probablemente tengas que trabajar un poco más para compensar.

    No hay gran problema.

    Pero cuando lo ves en grande escala, a largo plazo, te das cuenta de que 3 años de ese ritmo han sido mala idea. Porque, primero, tomaste decisiones lentamente, un día a la vez. Y luego, de repente, ya estás quemado. Llegó el burnout, y es hora de enfrentar el problema.

    Con el reciente auge del estoicismo, muchos hemos estado expuestos a ideas como estas.

    Y por supuesto creo que tienen mérito.

    Pero también creo que presentan un riesgo si es que se aceptan al pie de la letra.

    ¿Estás dispuesto a desgastarte —tu salud física, mental, social— por hacer lo que amas?

    Si sí, adelante.

    Si no, establece límites, propios y externos.

  • Sé un buen mentor

    Hay personas que ven la oportunidad de ser maestros o mentores como una oportunidad para presumir su conocimiento. Quieren apantallar, más que ayudar.

    El crecimiento con ese tipo de personas se vuelve más complicado, porque ya no sabes si lo que te están diciendo es para su beneficio, o para el tuyo.

    Hay que tener cuidado con eso.

    Un buen maestro hace que te sientas en confianza, que no te preocupes por cosas que no te deberías de preocupar en ese momento.

    Te va introduciendo gradualmente a las complejidades, y te ayuda a crear un modelo mental de aprendizaje que se adapte a tus necesidades y objetivos.

    Si estás en una posición de ser mentor o maestro de alguien, debes de tener esto bien consciente. Porque muchas veces el ego se disfraza de querer ayudar a otras personas.

    Pero aquellos que genuinamente se preocupan, y tienen un sentido de empatía bien calibrado, y quieren elevar a las personas a su al rededor, saben que lo que tienen que hacer es preocuparse porque ellas estén teniendo una buena experiencia. No por alimentar su ego.

    La próxima vez que te toque ser mentor o maestro de alguien, recuerda: se trata de la otra persona, no de ti. Tienes que anteponer su experiencia a la tuya.

    Tú ya eres experto, tú ya sabes.

    La otra persona está poniendo en tus manos la arcilla que terminará moldeando su mundo, su experiencia, y su aprendizaje. Es una gran responsabilidad. No la deshonres.

    — Oscar Swanros.

  • Di que no

    Recuerda que tu mente únicamente tiene espacio para una cantidad finita de cosas.

    Cuando estés emocionado por aprender algo nuevo, recuerda que tienes que hacer espacio para ello. Tienes que vaciar tu taza. Aprender a desaprender.

    Es difícil, sobre todo cuando eres alguien curioso por naturaleza.

    Pero tienes que aprender a hacerlo. De otro modo, te vas a saturar y no vas a poder hacer nada. Te va a dar parálisis.

    Lo que tienes que hacer es desarrollar la disciplina para saber decir que no, y saber dónde están tus límites. Porque no conocer ni reconocer donde están, únicamente te va a llevar a que te quemes.

    Procura tu bienestar, y tu balance. Di que no.

    — Oscar Swanros.

  • Controla tus impulsos

    Cuando algo te importa, es normal que quieras actuar con rapidez. Que sientas un impulso de resolver el problema cuanto antes posible. Que sientas esa urgencia por hacer que se vaya

    Pero no tienes que confundir tu impulso con la necesidad. A veces, lo que necesitas es parar y observar. Controlar tu temperamento. Validar tus ideas. Tomar un respiro.

    John Dryden dijo, “ten cuidado con la furia del hombre paciente.”

    Y tienes que ser paciente contigo mismo, también. Porque, créeme, te sorprenderá lo que tus impulsos te hacen hacer, una vez que te hagas conscientes de ellos.

    ¿Dejarte llevar por un arranque de emoción? Eso es fácil. Cualquiera puede.

    ¿Pero usar tu temperamento para controlarlos? Eso es digno de una persona que tiene su futuro en sus manos.

  • Cómo aprender cosas nuevas

    Aprender es el acto de incorporar nuevos hechos, conceptos y habilidades a tu cerebro. Esto te ayuda a comprender mejor el mundo que te rodea, y a crear una mejor imagen de tu realidad.

    Pero para poder aprender, no solamente necesitas consumir más ideas; también necesitas crear espacio para ellas.

    Para aprender, vacía tu taza

    Cómo aprender cosas nuevas

    En una ocasión, un estudiante viajó un largo camino para ver a un sabio maestro Zen, esperando que le mostrara el camino a la iluminación. Para el maestro, rápidamente fue obvio que el estudiante estaba lleno de sus propias opiniones y conocimiento; lo interrumpía constantemente con sus propias ideas.

    El maestro sugirió que tomaran una taza de té, para romper la tensión.

    Comenzó a servirle una taza a su invitado. Cuando la taza estaba llena, continuó vertiendo té hasta que se derramó sobre la mesa, el piso, y sus ropas. El estudiante gritó, “¡Para! La taza está llena, ¿qué no ves?”

    “Exacto”, dijo el maestro sonriendo. “Tú eres como esta taza — tan llena de tus propias ideas, que no le cabe nada más. Regresa conmigo cuando hayas vaciado tu taza.”

    El ciclo de aprender

    El conocimiento existe en 4 fases dentro ti: Punto Ciego, Aprendizaje, Aplicación y Encarnación. Cada una de estas 4 fases se vive de manera consciente o inconsciente.

    1. Punto Ciego: Inconsciente. No sabes lo que no sabes. Asumes y supones, pero no te cuestionas el porqué de las cosas. Simplemente, aceptas la realidad tal cual. Vives de dogmas y vas por la vida sin preocuparte por los efectos de tus acciones en los demás.
    2. Aprendizaje: Consciente. Por alguna razón, te diste cuenta de tu punto ciego y buscas expandir tu conocimiento. Estudias, investigas, encuentras maneras de desbloquearte.
    3. Aplicación: Consciente. Comienzas a cristalizar tus aprendizajes de la fase pasada. Tomas lo que aprendiste, y lo aplicas para terminar de asimilar el conocimiento. Esto, a su vez, genera más preguntas.
    4. Encarnación: Inconsciente. Lograste dominar tu craft y ahora puedes ejecutar sin pensar; tu conocimiento es inconsciente. Tu conocimiento se vuelve sabiduría. Vuelves a no saber por qué sabes lo que sabes, y esto te expone a nuevos puntos ciegos. El ciclo se repite.

    Si tu ego no te deja apreciar que tienes un punto ciego, no podrás continuar aprendiendo.

    No importa que hayas logrado dominar el conocimiento… estarás en desventaja.

    Tu conocimiento puede jugarte en tu contra

    Como sociedad, le damos mucho énfasis a la idea de que aprender significa únicamente añadir conocimiento. Pero como la parábola Zen ejemplifica, para poder aprender algo nuevo, necesitas hacer espacio. Necesitas desaprender.

    Una vez que sabes algo, es fácil quedarte en un bucle de conocimiento. Los pensamientos repetitivos crean patrones que son difíciles de romper. Estos patrones, a su vez, crean una zona de confort que se resiste a la adquisición de nueva información. A este fenómeno se le conoce como sesgo cognitivo.

    Todos tenemos sesgos cognitivos. Y se vuelve más difícil asimilar nuevas ideas, pues significaría salir de nuestra zona de confort.

    Necesitas aprender a desaprender. Necesitas aprender a estar cómodo estando incómodo. Necesitas salir de tu zona de confort.

    No desaprender puede costar vidas

    En algún momento de la historia, los médicos no se lavaban las manos antes y después de atender pacientes. Esto ocasionaba muertes innecesarias.

    En 2024 eso sería considerado un delito. En el siglo XIX era simplemente como se hacían las cosas.

    Ignaz Semmelweis sugirió en 1847 que la tasa de mortalidad se reduciría 10 veces si los médicos se lavaran las manos entre paciente y paciente. Propuso que los cirujanos usaran una solución clórica para limpiarse después y antes de atender a sus visitas.

    Semmelweis puso el ejemplo, y sus pacientes dejaron de enfermar. Aunque aún no había “una ciencia” que avalara su propuesta (la teoría bacteriana de la enfermedad no se descubriría hasta 20 años después), sí había suficiente evidencia empírica para soportar su teoría: lavarse las manos entre pacientes salvaba vidas.

    A pesar de esto, miembros del gremio médico decidieron ignorarlo. No solo eso, sino que lo rechazaron y buscaron desacreditarlo públicamente. En ocasiones, las justificaciones de su rechazo eran por ideas que ni siquiera tenían que ver con la medicina. Uno de sus argumentos, por ejemplo, era que “las manos de un caballero no podrían transmitir enfermedades”.

    A este fenómeno social (rechazar nueva información a pesar de tener evidencia contundente) se le conoce hoy en día como el efecto Semmelweis. Es la reacción de descartar ideas que no concuerden con nuestro sistema de creencias — por más evidencias o pruebas que existan.

    Para aprender, mantén tu sistema de creencias consciente

    Las decisiones que tomas se originan de un sistema de creencias intrínseco. Este sistema de creencias también da forma a tu sentido de identidad. También, hace que tu taza llegue llena a algunas discusiones.

    En How to Win Friends and Influence People, Dale Carnegie te recuerda: cuando tratamos con personas, recordemos que no estamos tratando con criaturas lógicas. Estamos tratando con criaturas emocionales, criaturas erizadas de prejuicios y motivadas por el orgullo y la vanidad.

    Lo mismo aplica al tratar contigo mismo.

    La próxima vez que sientas el impulso de rechazar una idea, pregúntate: ¿la estás rechazando porque no hay suficiente evidencia? ¿O porque esa idea no cabe dentro de tu sistema de creencias, y tu sentido de identidad se siente en peligro?

    ¿Y qué vas a hacer al respecto?

    Bienvenido a tu nuevo punto ciego. Que tu ego no te lo haga más difícil.

  • La primera vez que alguien te da feedback

    Recibir feedback por primera vez es una prueba crucial para ambas partes involucradas.

    Para ti, como receptor, es una oportunidad única de causar una buena primera impresión que no se repetirá durante el curso de tu relación con esa persona.

    Tu desafío es aceptar el feedback con gracia y entender que no es el fin del mundo recibir notas para mejorar.

    Para la persona que te da el feedback, también es una prueba para evaluar tu reacción. Recuerda que probablemente no eres la primera persona con la que trabaja y que, en ocasiones anteriores, ha encontrado a alguien que no recibió bien la retroalimentación.

    Al darte feedback, esta persona se arriesga a que las cosas salgan mal nuevamente, como tal vez sucedió en el pasado.

    Reconoce que el feedback es un regalo, una oportunidad para mejorar.

    Considera, además, que si es la primera vez que alguien te ofrece retroalimentación, es probable que esté poniendo mucho esfuerzo en hacerlo.

    Depende de ti asegurarte de que su esfuerzo no sea en vano.

    — Oscar Swanros.

  • El liderazgo, más que una ciencia, es un arte

    El liderazgo, más que una ciencia, es un arte.

    Porque no se trata únicamente de ver cómo replicas lo que te funcionó anteriormente. Se trata de aprender a identificar el contexto dentro del cual estás ejecutando, tener una visión del mundo, y a través de tus acciones, plasmarla para provocar un cambio en las personas.

    La diferencia entre arte y ciencia

    La ciencia es fría y objetiva, y busca llegar a una verdad absoluta y reproducible. Se trata de establecer procesos para poder confirmar o desmentir alguna tesis, y así tener certezas fundamentales.

    Por otro lado, el arte se trata de expresión; de moldear y afectar el mundo que te rodea. De imprimir en otras personas tu visión de cómo deberían de ser las cosas. De comunicar algo.

    El arte busca provocar emociones, inspirar, desafiar perspectivas y ofrecer una interpretación subjetiva del mundo. La ciencia busca llegar a conclusiones objetivas sobre el mundo, lo cual es una imposibilidad cuando se trata de liderazgo.

    Cuando hay humanos involucrados en algo, puedes despedirte de la objetividad y de las verdades absolutas. Todos tenemos en mayor o menor medida algún sesgo que permea en nuestra toma de decisiones.

    Por eso digo que el liderazgo, más que una ciencia, es un arte.

    Si ves el liderazgo como una ciencia, puedes estar causando mucho daño

    Hay muchas corrientes artísticas, así como hay muchos estilos de liderazgo. El artista se puede dar el lujo de probar con diferentes estilos hasta encontrar con el que más se siente cómodo. El líder no.

    Así como el arte, un buen estilo de liderazgo se basa en la creatividad, la intuición y la expresión personal — tu visión de cómo deberían de ser las cosas. Los artistas utilizan medios como la pintura, la escultura, la música, la literatura y el teatro para expresar emociones, ideas y visiones únicas. Tú, como líder, utilizas medios sutiles para expresar tu arte: tu comunicación, cómo das y recibes retroalimentación, tu forma de expresar expectativas y alinear los incentivos de tu equipo.

    Experimentar es una parte crucial del método científico. Pero cuando se trata de liderazgo, no te puedes dar el lujo de hacerlo a diestra y siniestra, tratando a las personas a tu alrededor como ratas de laboratorio.

    Si en tu afán de probar diferentes estilos de liderazgo, dejas una estela de personas quemadas, lo estás haciendo mal.

    El liderazgo se trata de elevar a los demás a través de tu craft, no de forzarlos a que tomen tu punto de vista.

    El liderazgo, igual que el arte, es subjetivo

    El liderazgo como arte

    Lo que para uno puede parecer una simple broma, para otro puede ser lo más inspirador que haya visto en años.

    Todos tenemos formas diferentes de expresarnos, y sería un esfuerzo vacío esperar que a todos les gustara nuestro arte. Sucede lo mismo con el liderazgo.

    La única diferencia es que mientras si eres artista te puedes respaldar del “está bien que no te guste mi pieza”, cuando eres líder  tienes que buscar que tu craft sea bien recibido. Pues no se trata meramente de su apreciación, sino de su efecto en el día a día de las personas que lo van a consumir.

    Haciéndote consciente de esto, incrementas tus posibilidades de, entonces, convertirte en un líder que puede modular su estilo de liderazgo de acuerdo a su entorno. Ese es el verdadero skill de un líder: saber cómo comportarse en cada situación que se le presente.

    Para aprender sobre liderazgo, tienes que leer

    No todos los que leen son líderes, pero todos los líderes leen, dijo Harry Truman.

    Como líder, tienes que aprender sin experimentar.

    Si alguien más ya cometió un error, tienes que saber qué fue lo que hizo y evitar cometerlo. No te puedes dar el lujo de “aprender echando a perder”, experimentando como científico.

    Cuando eres líder, las consecuencias son muy altas, pues no estás echando a perder un insumo — estás haciendo sufrir a personas.

    Lee. Comienza por estos títulos:

    Ser líder no es un puesto ni un rol: es una forma de ver las cosas

    Hay personas que no necesitan de un puesto para ejercer liderazgo. Esos son los mejores líderes que puedes tener.

    Sin embargo, esto no significa que el liderazgo no sea algo que se puede aprender. Como cualquier arte, necesitas práctica y repeticiones. Pero también necesitas algo extra. Un sexto sentido, una capacidad de empatía, de compasión, y de interés genuino por las personas que te rodean.

    Encarnar el liderazgo se trata de ver las situaciones de una manera que busque elevar a todos.

    No se lidera objetos, sino personas. Y las personas somos complicadas. Debes tener esto siempre en tu mente. Como expliqué antes, es prácticamente imposible extirpar el factor humano del rol de liderazgo. Y tienes que estar consciente —y cómodo— con esto.

  • Tomar mejores decisiones requiere práctica

    Y como cualquier práctica, se necesita disciplina.

    Disciplina para saber cuándo ajustar rumbo. Para cambiar la estrategia. Para recibir el feedback con calma, y sin reaccionar. Para integrarlo en tu siguiente decisión. Disciplina para considerar los efectos secundarios que puedes causar, y para saber que está bien no saberlo todo siempre y cuando hagas un esfuerzo real por tomar decisiones conscientes.

    Porque “cuando intentamos tomar algo por sí solo, lo encontramos atado a todo lo demás en el universo,” como dijo John Muir.

    Así que no intentes tomar decisiones que sabes que tienen un radio de explosión grande si no tienes suficiente práctica con decisiones pequeñas. No decidas endeudarte por 20 años sin primero haber adquirido y saldado una deuda de un año. No decidas casarte sin haber vivido con la persona antes. No apliques para una posición de gerencia sin antes haber desempeñado un rol de liderazgo con menos responsabilidad.

    Practica, por práctica. Así se decide tomar mejores decisiones.

    — Oscar Swanros.