Días como hoy, me cuesta mucho concentrarme.
De repente se siente que algo no hace clic, y todo cuesta más trabajo.
Y no termina ahí. Después viene, como si no fuera suficiente, un sentimiento de culpa por no poder hacer las cosas.
Y me pregunto ¿qué tan responsable soy y qué tanto estoy honrando mis propias metas y objetivos?
Lo que he aprendido con el tiempo y experiencia —porque no es la primera vez que me pasa esto— es que si me siento así es porque algo me faltó hacer.
Algo en mi rutina no se completó como debía.
Las rutinas no son para todos. Hay personas que necesitan la flexibilidad y novedad para sentirse bien. Yo no. Yo necesito estructura. Si no mi mente me hace las cosas más difíciles de lo necesario.
Pero la idea de tener una rutina también puede desanimar. Podrías pensar, ¿así van a ser todos mis días, de aquí en adelante?
Eh… qué flojera.
Por eso, en vez de rutinas, pienso en rituales.
Un ritual es algo que puedo hacer con un objetivo en específico. Por más simple que parezca, levantarte y asearte es un ritual. Tomar café en la mañana es un ritual. Vestirte y arreglarte es un ritual, aunque trabajes desde casa. Cada actividad le dice a tu cerebro que estás en cierto “modo”.
“Cuando me pongo los tenis, estoy en modo ejercicio.”
¿Quieres aprender más sobre rituales? Daily Rituals: How Artists Work de Mason Currey tiene ideas que te podrían interesar:
Además, si lo necesitas, en Pathways encontrarás una comunidad que te puede apoyar a crear y mantener estos rituales.
— Oscar Swanros.