Aprender es el acto de incorporar nuevos hechos, conceptos y habilidades a tu cerebro. Esto te ayuda a comprender mejor el mundo que te rodea, y a crear una mejor imagen de tu realidad.
Pero para poder aprender, no solamente necesitas consumir más ideas; también necesitas crear espacio para ellas.
Para aprender, vacía tu taza
En una ocasión, un estudiante viajó un largo camino para ver a un sabio maestro Zen, esperando que le mostrara el camino a la iluminación. Para el maestro, rápidamente fue obvio que el estudiante estaba lleno de sus propias opiniones y conocimiento; lo interrumpía constantemente con sus propias ideas.
El maestro sugirió que tomaran una taza de té, para romper la tensión.
Comenzó a servirle una taza a su invitado. Cuando la taza estaba llena, continuó vertiendo té hasta que se derramó sobre la mesa, el piso, y sus ropas. El estudiante gritó, “¡Para! La taza está llena, ¿qué no ves?”
“Exacto”, dijo el maestro sonriendo. “Tú eres como esta taza — tan llena de tus propias ideas, que no le cabe nada más. Regresa conmigo cuando hayas vaciado tu taza.”
El ciclo de aprender
El conocimiento existe en 4 fases dentro ti: Punto Ciego, Aprendizaje, Aplicación y Encarnación. Cada una de estas 4 fases se vive de manera consciente o inconsciente.
- Punto Ciego: Inconsciente. No sabes lo que no sabes. Asumes y supones, pero no te cuestionas el porqué de las cosas. Simplemente, aceptas la realidad tal cual. Vives de dogmas y vas por la vida sin preocuparte por los efectos de tus acciones en los demás.
- Aprendizaje: Consciente. Por alguna razón, te diste cuenta de tu punto ciego y buscas expandir tu conocimiento. Estudias, investigas, encuentras maneras de desbloquearte.
- Aplicación: Consciente. Comienzas a cristalizar tus aprendizajes de la fase pasada. Tomas lo que aprendiste, y lo aplicas para terminar de asimilar el conocimiento. Esto, a su vez, genera más preguntas.
- Encarnación: Inconsciente. Lograste dominar tu craft y ahora puedes ejecutar sin pensar; tu conocimiento es inconsciente. Tu conocimiento se vuelve sabiduría. Vuelves a no saber por qué sabes lo que sabes, y esto te expone a nuevos puntos ciegos. El ciclo se repite.
Si tu ego no te deja apreciar que tienes un punto ciego, no podrás continuar aprendiendo.
No importa que hayas logrado dominar el conocimiento… estarás en desventaja.
Tu conocimiento puede jugarte en tu contra
Como sociedad, le damos mucho énfasis a la idea de que aprender significa únicamente añadir conocimiento. Pero como la parábola Zen ejemplifica, para poder aprender algo nuevo, necesitas hacer espacio. Necesitas desaprender.
Una vez que sabes algo, es fácil quedarte en un bucle de conocimiento. Los pensamientos repetitivos crean patrones que son difíciles de romper. Estos patrones, a su vez, crean una zona de confort que se resiste a la adquisición de nueva información. A este fenómeno se le conoce como sesgo cognitivo.
Todos tenemos sesgos cognitivos. Y se vuelve más difícil asimilar nuevas ideas, pues significaría salir de nuestra zona de confort.
Necesitas aprender a desaprender. Necesitas aprender a estar cómodo estando incómodo. Necesitas salir de tu zona de confort.
No desaprender puede costar vidas
En algún momento de la historia, los médicos no se lavaban las manos antes y después de atender pacientes. Esto ocasionaba muertes innecesarias.
En 2024 eso sería considerado un delito. En el siglo XIX era simplemente como se hacían las cosas.
Ignaz Semmelweis sugirió en 1847 que la tasa de mortalidad se reduciría 10 veces si los médicos se lavaran las manos entre paciente y paciente. Propuso que los cirujanos usaran una solución clórica para limpiarse después y antes de atender a sus visitas.
Semmelweis puso el ejemplo, y sus pacientes dejaron de enfermar. Aunque aún no había “una ciencia” que avalara su propuesta (la teoría bacteriana de la enfermedad no se descubriría hasta 20 años después), sí había suficiente evidencia empírica para soportar su teoría: lavarse las manos entre pacientes salvaba vidas.
A pesar de esto, miembros del gremio médico decidieron ignorarlo. No solo eso, sino que lo rechazaron y buscaron desacreditarlo públicamente. En ocasiones, las justificaciones de su rechazo eran por ideas que ni siquiera tenían que ver con la medicina. Uno de sus argumentos, por ejemplo, era que “las manos de un caballero no podrían transmitir enfermedades”.
A este fenómeno social (rechazar nueva información a pesar de tener evidencia contundente) se le conoce hoy en día como el efecto Semmelweis. Es la reacción de descartar ideas que no concuerden con nuestro sistema de creencias — por más evidencias o pruebas que existan.
Para aprender, mantén tu sistema de creencias consciente
Las decisiones que tomas se originan de un sistema de creencias intrínseco. Este sistema de creencias también da forma a tu sentido de identidad. También, hace que tu taza llegue llena a algunas discusiones.
En How to Win Friends and Influence People, Dale Carnegie te recuerda: cuando tratamos con personas, recordemos que no estamos tratando con criaturas lógicas. Estamos tratando con criaturas emocionales, criaturas erizadas de prejuicios y motivadas por el orgullo y la vanidad.
Lo mismo aplica al tratar contigo mismo.
La próxima vez que sientas el impulso de rechazar una idea, pregúntate: ¿la estás rechazando porque no hay suficiente evidencia? ¿O porque esa idea no cabe dentro de tu sistema de creencias, y tu sentido de identidad se siente en peligro?
¿Y qué vas a hacer al respecto?
Bienvenido a tu nuevo punto ciego. Que tu ego no te lo haga más difícil.